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España en la OTAN, el origen de una sumisión

España en la OTAN, el origen de una sumisión

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directorelespiadigitales/8/8/23
viernes 12 de abril de 2024, 22:00h
José Julio Cuevas Muela
Tras la clausura del período franquista (1939-1975) y el inicio entrecruzado de la llamada Transición española (1973-1986), hubo una serie de reconfiguraciones políticas de adaptación al contexto geopolítico occidental del momento. No obstante, estas contaron con algunos precedentes que sirvieron como base para la incorporación de España a las estructuras atlantistas y europeas. Aunque España ya contaba con presencia militar estadounidense desde la firma de los Pactos de Madrid del 23 de septiembre de 1953 entre Franco y Dwight D. Eisenhower. Estos contemplaban tres puntos: suministro armamentístico, ayuda económica crediticia, la instalación de la base naval de Rota (Cádiz), y las bases aéreas de Morón de la Frontera (Sevilla), Torrejón de Ardoz (Madrid) y Zaragoza. Sin embargo, España no formaría parte oficialmente de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN) debido a que su régimen político no se homologaba con el resto. Para colmo, según el politólogo Pedro Costa Morata, el efecto de estos pactos equivalía al Plan Marshall que le fue negado al gobierno español, haciendo prosperar los negocios norteamericanos y abriendo España a la influencia cultural angloamericana[1], tan determinante social y políticamente en los años venideros. Aunque no sería hasta 1976 cuando se formalice extensamente este último hecho.
Los motivos eran evidentes, España no cumplía con los requisitos democráticos y a tal efecto se estableció un Pacto, y no un Tratado, ya que el Senado norteamericano veía improcedente —en este caso— caer en una contradicción jurídica para asegurarse una alianza estratégica con el gobierno español. Pero, hemos de recordar, que no hubo inconveniente alguno —en lo que a garantías democráticas exigidas se refiere— para contar con el Portugal de Salazar dentro de miembros fundadores de la OTAN en 1949. Aún así, la España gobernada por el general Franco transitó desde la década de 1950 hasta la de 1970 sin estar integrada en la estructura atlantista, no así en el mundo occidental —cuya amenaza principal era la expansión del comunismo— donde después de la puesta en marcha de la Doctrina Truman se la concibió con otra óptica muy distinta y favorable.
No sería hasta la firma del Tratado de Amistad y Cooperación del 25 de enero de 1976 por el Rey Juan Carlos I y el presidente Gerald Ford —con cordones aún por atar— cuando EEUU se comprometía a fomentar el ingreso de España en la Comunidad Económica Europea (CEE) y la OTAN a cambio de la creación de un organismo militar conjunto —que acabaría siendo penetrado por el estadounidense—, asegurar las bases de Rota, Morón, Torrejón y Zaragoza y libertad de tránsito aéreo. Se filtró, además, que en lo relativo a este tratado, hubo unas cesiones económicas de 23 millones de dólares para cooperación científica y tecnológica, y otros 12 millones de dólares para la cooperación educativa y cultural[2]. En palabras de Marcelino Oreja Aguirre, entonces ministro de Asuntos Exteriores, significó “la participación de España en el sistema defensivo occidental, a través de los Estados Unidos[3].
El recién nombrado presidente del gobierno de la Unión de Centro Democrático (UCD) —sucesor de Adolfo Suárez tras su renuncia el 29 de enero— Leopoldo Calvo Sotelo el 25 de febrero de 1981 —dos días después del autogolpe de Estado del 23-F organizado por el CESID, la CIA, el Rey Juan Carlos I y algunos mandos militares[4]—, empezó a obrar para la introducción de España en la OTAN, fundada en 1949 contra la hegemonía de la URSS, que en 1955 crearía el Pacto de Varsovia como contramedida en la dialéctica de bloques de la Guerra Fría. La pregunta es, ¿por qué contempló Sotelo con tanta urgencia tal medida cuando ya existía presencia estadounidense en bases asentadas en territorio español?
Tras acalorados debates parlamentarios, el 2 de diciembre Sotelo comunicó su intención de adherirse al Tratado de Washington, como previo paso al ingreso en la OTAN. En un ambiente de protesta de la izquierda encabezado por un PSOE que se oponía a la integración en la Alianza Atlántica, el 25 de mayo de 1982 se vota afirmativamente en las Cortes. El 30 de mayo de 1982 España, oficialmente, se integra como miembro número 16 de la OTAN y el 2 de julio se actualiza el Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación con los EEUU —cuyas ventajas en los campos científicos, culturales y económicos eran similares. Sin embargo, en lo tocante a la forma del preámbulo del documento, dispone que ambos países están unidos por valores que son la base del mundo occidental: el ideal de libertad y los principios de justicia, progreso social, democracia y defensa de los derechos humanos. Esta forma preambular indica el punto de inflexión que supone, al reconocerse ambos países en una sintonía política recíproca, dando así por diluido al período franquista.
Tal decisión fue tomada sin consultar previamente a los españoles, ya que en un sondeo que el periódico El País publicó el 20 de octubre de 1981 mostró unos resultados nada halagüeños para la política atlantista basados en 3009 entrevistas[5]. El 69 % de los españoles veía necesario un referéndum para decidir el ingreso de España en la OTAN; el 73,4 % de los españoles participaría en la consulta y que el 44 % de los votantes lo haría en contra de la entrada de España a la OTAN. El sondeo apuntaba que el 45,2 % de los entrevistados opinaba que la entrada a la OTAN tendrá efectos negativos para España. Esta parte de la consulta popular a escala general indicaba que en caso de hacerse solo un 18 % estaba a favor de la adhesión, contra el 52 % que se oponía a entrar junto con un 30 % que no sabía o no contestaba.
Ese mismo artículo también concluía, por un lado, que el 29 % de los votantes de la Unión de Centro Democrático (UCD) en las generales del 1 de marzo de 1979 son contrarios a que España ingrese en la OTAN; que el 52,3 % de estos votantes del partido de Suárez quieren un referéndum consultivo, en el que participarían el 71,8 %, y que en contra de la OTAN votaría el 27,1 %. Por el otro, las personas que votaron al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1979 estaban en consonancia con su partido, siendo el 74 % contrario al ingreso en la OTAN, el 82,2 % partidario de que se efectúe un referéndum, el 84,1 % participaría en dicha consulta y en ella votaría el 71,7 % contra la OTAN, mientras solo el 7,4 % de los votantes lo haría a favor.
Los resultados de las elecciones generales celebradas el 28 de octubre de 1982 dejaron de relieve las consecuencias negativas de la decisión otanista de Sotelo —tomada, como veremos, por la presión exterior— para UCD, contrastando a efectos prácticos los datos concluyentes del sondeo en el que se palpaba el rechazo del pueblo español a integrarse en el belicismo estadounidense. UCD pasó de 6,2 millones de votos en 1979[6] a 1,4 millones en 1982; dando por resultado el triunfo del PSOE de Felipe González, el cual pasó de 5,4 millones de votos a 10,1 millones[7].
El PSOE con Felipe González a la cabeza ganó las elecciones en octubre de 1982, convirtiéndose en presidente del gobierno español, por su fuerte rechazo de la incorporación de España a la organización atlantista con aquella famosa consigna «OTAN de entrada NO» y con la promesa de realizar un referéndum con el objetivo de sacar a España de dicho entramado bélico norteamericano[8]. Las declaraciones de Felipe González desde 1981 hasta 1984 estaban claramente definidas en su oposición a que España siguiera formando parte de la Alianza, esbozando razones de peso referidas a la seguridad y soberanía de nuestro país en un contexto de Guerra Fría donde el territorio español podía verse envuelto en una agresión nuclear —consecuencia de la dialéctica de bloques— al declararnos beligerantes y dependientes de poderes extranjeros cuya función era la injerencia, que además no garantizaría nuestra integridad. Hizo alusión a la incompatibilidad de los objetivos estratégicos españoles y otanistas; a que la OTAN nos haría más dependientes de poderes extranjeros en materia económica, política y militar; reduciría nuestra capacidad de relación con países árabes e iberoamericanos; a que apoyaba dictaduras y, lo que es más llamativo, “porque no se reconocen a España sus derechos sobre Gibraltar y no se modifica el trazado defensivo de la OTAN para cubrir la totalidad de nuestro territorio ni se modificará en el futuro. Porque el Gobierno no ha definido cuál es el papel de España en la propia Alianza (…) y ni siquiera nos ha dado el coste del plan estratégico conjunto[9].
Lentamente el presidente González, una vez en La Moncloa, fue abandonando de forma progresiva dicha postura siguiendo la estrategia de la «ambigüedad calculada», que radicaba en la yuxtaposición de declaraciones y actos públicos a favor y en contra de la organización atlantista con el fin de allanar terreno al cambio de una postura contrapuesta a la anterior. Esta fue su tónica hasta que hizo oficial su giro a favor de la permanencia de nuestro país en la OTAN —aplaudido por el Departamento de Estado de Estados Unidos— con la exposición de su «Decálogo de Paz y Seguridad» en el Debate sobre el Estado de la Nación que tuvo lugar del 23 al 25 de octubre de 1984[10]. Este se resumía en diez puntos —donde se buscaba un lugar de consenso en lo que respecta a la política exterior para terminar de subordinarla al poder anglosajón— de los cuales resaltaremos cuatro:
1) Continuidad de la OTAN.
2) No integración en la estructura militar.
3) Reducción de la presencia norteamericana en España.
4) Recuperación de Gibraltar.
A lo largo de 1985 no faltaron las presiones de EEUU y la CEE —en conexión con la Fundación Friedrich Ebert que financió e impulsó al PSOE felipista[11]— a González para agilizar los trámites hacia el golpe de timón en política exterior; mientras en las calles españolas el Partido Comunista de España (PCE) —a cargo de Gerardo Iglesias— lideraba una auténtica campaña con otros grupos contra la OTAN, materializada en manifestaciones, concentraciones y otras actividades para pedir la celebración del tan prometido referéndum. Se dejaba entrever que la permanencia o adhesión a la estructura bélica otanista conllevaba la integración a la entonces CEE[12]. Finalmente, en abril de 1985, Felipe González anuncia que la realización de la tan aclamada consulta tendría lugar en marzo de 1986, como remedio momentáneo para calmar el ambiente nacional y dar una esperanza de tranquilidad a Washington y a la socialdemocracia alemana.
Cuando todo parecía ir por buen cauce en el cumplimiento de la agenda otanista y europeísta, el periódico El País volvió a publicar el 3 de noviembre de 1985 una encuesta sobre la inclinación de los españoles hacia la permanencia de España en la OTAN. Los resultados, además de no oscilar mucho con los del sondeo de octubre de 1981, entraban en liza con las aspiraciones atlantistas, ya que el 63 % de los españoles desea la realización del referéndum; el 46 % se manifiesta en contra de la OTAN y solo un 19 % está a favor[13].
En vistas de que la opinión mayoritaria de los españoles era contraria a las pretensiones norteamericanas y europeas en materia económica, política y militar, Felipe González y su pléyade proocidental del PSOE, concentraron la línea del discurso en tres cuestiones nucleares cuyo fin era desviar a la opinión popular —por medio del «poder blando»[14]— hacia el “sí a la OTAN”:
1) El cumplimiento del compromiso de la realización del referéndum.
2) Las consecuencias negativas que tendría para el Gobierno un resultado negativo.
3) Las terribles consecuencias de la salida de la OTAN: desprestigio y aislamiento internacional, rechazo occidental, atraso tecnológico, riesgos de no alineación en la política de bloques militares, etc[15].
A tal efecto, recurrieron al discurso ideológico occidental por antonomasia de crear la necesidad de estar bajo el paraguas de la OTAN por miedo a unos atrasos sociales en seguridad, defensa y diplomacia. González sabía perfectamente la llaga que tenía que apretar de un pueblo que aún tenía reciente el franquismo —al cual se le categorizó de aislacionista y atrasado con respecto a los de su entorno— y a un electorado fiel que nunca orientaría su voto en menoscabo del Gobierno socialdemócrata del PSOE. El chantaje, el uso de la confianza de los votantes fieles, la transición paulatina de opinión y el discurso del miedo, harían su efecto en la ficticia «opinión pública» —que en realidad es la «opinión publicada» por la ideología dominante a través de los medios de comunicación[16]—, poniendo así en circulación la ideología o el relato de la clase dominante. Aunque las triquiñuelas del Gobierno de Felipe González para asegurarse su tan deseado resultado positivo —para cumplir con la agenda norteamericana y socialdemócrata europeísta alemana— no acabarían ahí, sino que maniobraría con ellas hasta el final.
El 12 de marzo de 1986 se celebró la consulta en toda España, pero los españoles se encontraron con tres singulares papeletas de voto (configuradas para el Sí, No y en blanco) en la que se evitaron las siglas “OTAN” —al ser sustituidas por las palabras “Alianza Atlántica”— y en las que, además, estaban plasmados los siguientes párrafos chantajistas y coactivos para inducir o instar al voto positivo:
“El Gobierno considera conveniente, para los intereses nacionales, que España permanezca en la Alianza Atlántica, y acuerda que dicha permanencia se establezca en los siguientes términos:
1º. La participación de España en la Alianza Atlántica no incluirá su incorporación a la estructura militar integrada.
2º. Se mantendrá la prohibición de instalar, almacenar o introducir armas nucleares en territorio español.
3º. Se procederá a la reducción progresiva de la presencia militar de los Estados Unidos en España.
¿Considera conveniente para España permanecer en la Alianza Atlántica en los términos acordados por el Gobierno de la Nación?”.[17]
Los resultados del referéndum, que a toda vista era un auténtico fraude organizado por el agente de la CIA Leonard D. Therry[18], exhibieron la efectividad de las prácticas y maniobras de poder blando aplicadas. Ganó el “Sí” por 9.003.752 votos, frente a un “No” de 6.842.815 votos y a 1.115.232 votos en blanco[19]. En las papeletas de votación la permanencia en la Alianza se prometió bajo tres términos que, por observación actual y la evidencia en la que se traduce, fueron totalmente incumplidos.
La consulta popular sobre la OTAN dio carpetazo a lo que se llamó «Transición española» que, en el fondo, comenzó con el asesinato de Carrero Blanco en 1973[20] y con el Congreso de Suresnes (Francia) de 1974 con la refundación del PSOE donde diluye su original marxismo para su reconversión socialdemócrata liberal y sale elegido como líder Felipe González. Todo bajo protección del SECED, organizado por la CIA y financiado por la socialdemocracia alemana de la Fundación Friedrich Ebert[21]. No era de extrañar que Ronald Reagan —uno de los buques insignia del giro neoliberal del capitalismo en la década de 1980— tuviera muy buena opinión del presidente Felipe González —del cual ya tenía informes redactados por la CIA sobre su perfil de «socialista moderado» y moldeable—, invitado a la Casa Blanca el 21 de junio de 1986, que al marcharse el presidente español escribió “cuando acabó la visita ya éramos Felipe y Ron[22] movido por la embriaguez de un plan bien ejecutado y con favorables resultados geopolíticos que serían el principio de la sumisión de la España democrática al poder norteamericano.
Pese a lo aparente, si España se adhirió de iure a la OTAN el 30 de mayo de 1982 fue bajo la amenaza de EEUU de apoyar al Movimiento por la Autodeterminación e Independencia del Archipiélago Canario (MPAIAC) para impulsar o hacer posible la secesión de las Islas Canarias de España, en el contexto de la Guerra Fría, como cuenta José Manuel Otero Novas[23], entonces ministro de la Presidencia y Educación de Adolfo Suárez. MPAIAC era un grupo terrorista canario de orientación separatista fundado en 1976 que acumuló 275 atentados de todo tipo y estaba liderado por el abogado Antonio Cubillo, de ideología racista e hispanófoba[24].
A lo largo de la historia el divide et impera ha sido la política exterior del mundo anglosajón por excelencia —destacadamente EEUU y Gran Bretaña— desde la balcanización de los virreinatos, provincias y capitanías de Hispanoamérica (1809-1898) para descomponer el Imperio Español mediante de procesos de independencia y la introducción de la Leyenda Negra en las élites criollas —que pervive hasta hoy en el continente iberoamericano—; la descomposición del Imperio Otomano en diversas colonias en Oriente Próximo con el Acuerdo Sykes-Picot de 1916 —que sigue siendo el origen de que aquella parte del mundo sea un avispero—; la división de la península de Corea en Norte y Sur en 1945; la creación de Pakistán como secesión del resto de la India en 1947; la desintegración de Yugoslavia en 1992 —raíz del término «balcanización», en referencia a los Balcanes—; el separatismo islamista checheno de 1994 contra Rusia; la secesión oficial de Kossovo de la unidad formal de Serbia a partir de 2008 —cuyo conflicto empezó en 1999—; y los actuales apoyos británico y estadounidense a los movimientos separatistas del Tíbet, Hong Kong y los uigures del Turquestán Oriental que buscan la segmentación de la República Popular China.
Después de verificar y señalar con respaldo documental más que suficiente, ¿de verdad aún persistimos en ver como aliados a quienes, en realidad, nunca lo han sido? Los mismos aliados que han beneficiado desde un principio a Marruecos como aliado preferencial fuera de la OTAN; reconocen el Sáhara Occidental como parte de la soberanía de Marruecos; le benefician con la importación de sus productos hortofrutículas que dañan los nuestros —de mejor calidad y sometidos a ingentes controles y legislaciones de todo tipo que hacen que suban sus precios de costo y hasta se equipare a los de beneficio—; le suministran armas y equipos modernizados que a nosotros nos niegan, aumentando el régimen de tensión al sur de nuestro país y, con ello, las posibilidades de cumplimiento de sus amenazas sobre el robo de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias —que no están bajo el paraguas de protección de la OTAN por mucho que nos den vacuas garantías basadas en la nada. Es decir, esos aliados como Francia, Israel, Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Europea que, desde nuestras instituciones, se les rinde un tributo propio de un siervo de la gleba.
La conclusión a la que debemos llegar es, ¿en qué nos ha beneficiado estar supeditados a unas estructuras que han actuado siempre en detrimento de nuestros intereses políticos? ¿No tendríamos, quizás, que establecer nuevas alianzas estratégicas que sean compatibles con la soberanía militar española? ¿La OTAN no se iba a disolver tras la disolución de la URSS? La OTAN ha demostrado que solo ha servido como organización militar estadounidense de ocupación europea para controlar esta porción continental y tener una extensión militar lacaya para frenar las potencias que se quieran erigir emergentes y con planes y programas antagónicos a los intereses de la circulación del dólar. Tal ha sido su bélica política que el primer bombardeo en suelo europeo desde la IIGM la hace la OTAN sobre Serbia en 1999, provocando una carnicería contra población civil, y el cercenamiento de Kósovo de Serbia —una provincia de tal país desde el S. XII. Fue la primera vez que la OTAN realizó un bombardeo sin la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, pasando por alto los principios y puntos establecidos por el llamado “Derecho Internacional”. Cabe mencionar que los mismos fueron sucesivos y duraron 78 días, desde el 24 de marzo hasta el 10 de junio de 1999, causando la muerte a centenares de soldados y más de un centenar de policías serbios, donde además hubo entre 2.500 y 3.500 víctimas civiles.
Pero el escenario de la guerra en Ucrania desde 2014 —y más recientemente, desde febrero de 2022— ha demostrado que la OTAN ha fracasado como supuesto telón o sistema de seguridad y no está preparada para una guerra de escala industrial, sino solo de contrainsurgencia.
NOTAS
[1] Costa Morata, P. (2023). ¡Rusia es culpable!. Cinismo, histeria y hegemonismo en la rusofobia de Occidente. El Viejo Topo, pp. 34-35.
[2] Rieu, F. R. (2021). Al servicio de Su Majestad: La familia real y los espías. 50 años de conspiraciones, manipulaciones y ocultamientos. LA ESFERA DE LOS LIBROS, S.L, pág. 101.
[3] Sánchez Gijón, A. (1976, 22 de septiembre). Ayer entró en vigor el tratado con los Estados Unidos. El País. https://elpais.com/diario/
[4] Libros como “23 F: el golpe del CESID” (2001) de Jesús Palacios, o “La CIA en España” (2017) de Alfredo Grimaldos, dejan negro sobre blanco los evidentes vínculos de la Transición española con los EEUU.
[5] El País. (1981, 20 de octubre). En principio, el 52% de los españoles es contrario al ingreso la OTAN, y el 18,1% favorable. El País. https://elpais.com/diario/1981/10/20/espana/
[6] Elecciones. Elecciones Generales. 1 de marzo de 1979. (s.f.). http://www.juntaelectoralcentral.es/cs/jec/elecciones/
[7] Elecciones. Elecciones Generales. 28 de octubre de 1982. (s.f.). http://www.juntaelectoralcentral.es/
[8] “OTAN de entrada NO” dijeron en una campaña compuesta por 1.325 vallas publicitarias y 125.00 carteles, según afirmó el profesor de la UCM Javier Muñoz Soro.
[9] El País. (1986, 26 de febrero). Las razones de González contra la OTAN. El País. https://elpais.com/diario/
[10] El País. (1984, 24 de octubre). Un decálogo para la seguridad de España. El País. https://elpais.com/diario/
[11] G. Barnés, H. (2016, 28 de febrero). La fundación alemana que puso en el poder a Felipe González. El Confidencial. https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-02-28/
[12] Curiosamente aún sigue vigente esta estrategia, pero a la estructura de la Europa realmente existente: la Unión Europea (UE) como quedó demostrado en los países de Europa oriental que pasaron del Pacto de Varsovia a la OTAN una vez caída la URSS, y empezaron a empujar hacia las fronteras de Rusia amenazando de este modo su espacio de seguridad como potencia regional. Pretendieron hacer lo mismo con Georgia en 2008 y Ucrania en 2008, 2013 y tras la Operación Militar Especial rusa de febrero de 2022.
[13] El País. (1985, 3 de noviembre). El 63% de los españoles desea el referéndum sobre la Alianza Atlántica. El País. https://elpais.com/diario/1985/11/03/
[14] El anglicismo “softpower” es un término ampliamente usado en los ámbitos de análisis geopolítico y ciencia política acuñado en los años 90 por el analista y asesor de Barack Obama, el neoliberal Joseph Nye. Consiste en la aplicación de técnicas de persuasión en un actor o actores (puede ser hacia un Estado, conjunto poblacional o individuo) para incidir en su decisión, pensamiento, gusto, opinión o acción hasta orientarla a una deseada, que es la que va a generar el beneficio estratégico del que emite dicho poder. Para efectuar este poder se pueden usar todo tipo de instrumentos como medios de comunicación, organizaciones culturales, universidades, ONG, embajadas, partidos políticos internos en el país-objetivo, etc.
[15] Vértice, C. (2017). España y la OTAN: Crónica de un engaño. Vértice, (2), 135–136.
[16] Bordieu, P. (1972, enero). La opinión pública no existe. Sociología Contemporánea - Desde 2004. https://sociologiac.net/biblio/Bourdieu_OPE.pdf
[17] El País. (2015, 1 de julio). Fotos: Papeletas históricas. EL PAÍS. https://elpais.com/elpais/2015/06/30/fotorrelato/
[18] Anxo Portomeñe, C. (2022, 13 de noviembre). Mundo Obrero. Mundo Obrero | Publicación del Partido Comunista de España. https://www.mundoobrero.es/2022/11/13/
[19] Datos Elecciones. (s.f.). Referendo consultivo sobre la relación con la Alianza Atlántica. | datoselecciones.com. https://www.datoselecciones.com/referendo-nacional/otan
[20] En el asesinato de Carrero la banda terrorista ETA actuó de brazo ejecutor de los intereses de la CIA para con la Transición española, ya que el presidente del gobierno era un ferviente antianglosajón y un obstáculo al diseño de transición democrática ideada por EEUU para España en concomitancia con las élites franquistas y el entonces príncipe Juan Carlos. Los vínculos del servicio de espionaje del PNV con la OSS norteamericana desde 1939 y la conexión ETA-Leizaola-CIA dan algunas pistas de esta realidad conspirativa, pues la banda terrorista usó un explosivo militar estadounidense como el C4 —que solo se encontraba en aquel tiempo en las bases cedidas por España al ejército de EEUU—; los autores del atentado estaban siendo vigilados desde hacía un año por la CIA y el atentado se efectuó a escasos metros de la embajada de EEUU en Madrid. Estas son solo algunas de las huellas de todo el entramado que se tejió y que fue rápidamente dejado de lado, según afirma el especialista Fernando Rueda.
[21] Lamelas, G. F. (2018). La construcción del régimen del 78. SND Editores, pág. 81.
[22] Sanz, I. (2022, 29 de mayo). El día en que Felipe González dijo sí a la OTAN en la Casa Blanca. Nius Diario. https://www.niusdiario.es/
[23] laSexta Columna. (2022, 20 de mayo). Secesión de Canarias y llamadas nocturnas: las amenazas cruzadas de EEUU y la URSS a España sobre la OTAN. LaSexta. https://www.lasexta.com/programas/
[24] El más estruendoso tuvo lugar el 27 de marzo de 1977, por el efecto dominó de una bomba que colocaron en la floristería del aeropuerto de Gran Canaria, provocando grandes secuelas a la dependienta y la colisión de dos Boeing 747 que fueron desviados al aeropuerto de Los Rodeos —por el anuncio de un segundo explosivo en Gran Canaria— ocasionando la muerte de 583 viajeros que iban a bordo.
¿Está preparando el ejército español una opereta bélica con Marruecos?
Diego Herchhoren
Las operaciones de guerra psicológica son un elemento esencial que prepara las condiciones sociales para la guerra. Se diseñan para influir en la percepción y la toma de decisiones de una población entera. Y para transmitir un sentimiento bélico a una población que no percibe ese clima, hay que «sensibilizarla» de muchas maneras.
Las operaciones de guerra psicológica, o psyops según el lenguaje de la CIA, se apoyan en principios de psicología cognitiva, principalmente en la teoría de la persuasión de la ruta central y la ruta periférica. Esta teoría se basa en que hay dos formas de explicar la guerra a una población: la ruta central exige una ponderación y una reflexión, y la ruta periférica se basa en la persuasión sensitiva.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Carl Hovland investigó exhaustivamente la persuasión para el ejército estadounidense, y se convirtió desde su cátedra en la Universidad de Yale en uno de los mayores expertos en manipulación de masas para la guerra. De este trabajo surgió un modelo llamado enfoque de cambio de actitud de Yale, que describe las condiciones bajo las cuales las personas tienden a cambiar sus comportamientos.
La ruta periférica es una ruta indirecta de las operaciones de guerra psicológica que utiliza señales externas para generar inquietud en la población diana. En lugar de centrarse en los hechos y la calidad de la información, la ruta periférica se basa en asociar las características de algo en función de las sensaciones que nos genera. Por ejemplo, hacer que un atleta popular anuncie calzado deportivo.
En el caso de la guerra, el clímax bélico se desarrolla de manera muy similar. Para que la población entre en pánico por una guerra y un enemigo que no conoce, como ocurre con la población española respecto a Rusia, es necesario entrenarla para una escalada bélica. La estadística española muestra que la guerra que la OTAN quiere desarrollar contra aquél país forma parte de los últimos puestos de preocupación entre la población. Rusia es un país lejano, desconocido, que no genera emotividad alguna en la población, más allá de la retórica de las películas de James Bond.
Para generar el clímax de guerra hace falta enemigos más cercanos, y Marruecos es el aliado perfecto para esta operación. Se trata de un país que ha sido siempre la principal hipótesis de conflicto de la historia militar española, y los últimos acontecimientos apuntan a una escalada programada que, bien trabajada por los medios de comunicación, tiene todas las papeletas de la psyop necesaria para ese fin.
La OTAN tiene decidida una guerra a gran escala contra Rusia, y necesita lobotomizar a la población del continente para que colabore con ella sin rechistar. Cada país europeo tiene sus fantasmas que, convenientemente agitados, pueden conllevar apoyos al menos en el corto plazo. Francia, el yihadismo; Alemania, la propia «amenaza» rusa; Italia, la inmigración, y así sucesivamente.
En el caso español, sin embargo, si buscamos la palabra «Marruecos» en las tendencias de búsqueda de Google y las comparamos con palabras como «Ucrania» o «Rusia» veremos que las estadísticas son imbatibles: el interés de los internautas españoles es Marruecos.
En las últimas semanas ha comenzado una escalada militar en el archipiélago canario que no debería pasar desapercibida, a cuenta de la reivindicación marroquí sobre la gestión del espacio aéreo del Sahara Occidental, actualmente administrado por el ente público español Enaire. Los ejércitos de ambos Estados llevan realizando durante el mes de marzo maniobras en las proximidades del archipiélago que han conllevado incluso una solicitud de explicaciones por parte del gobierno insular.
Otro ejemplo de la escalada es la reciente acusación, en clave de novedad, de que el Reino de Marruecos colabora con el narcotráfico, circunstancia conocida y aceptada por el lado español desde hace décadas, y donde las operaciones antidroga siempre traen detenciones a partes iguales entre ciudadanos marroquíes y agentes aduaneros o de la Guardia Civil.
También la carrera armamentística del país alauí es motivo de ríos de tinta, donde la cúpula militar española ha advertido en varias ocasiones de sus preocupaciones por estos hechos, sin hacer mención la sesuda cúpula que una parte importante del material entregado se fabrica en España.
La lista de supuestos agravios marroquíes a España también se extiende a materias como la inmigración o la responsabilidad de la crisis del campo español (a pesar de que el capital de las empresas que allí operan sea 100% patrio).
Pero esto no quiere decir que Marruecos y España entren en guerra. Marruecos es un socio estratégico de la OTAN, y España es un Estado miembro.
Al igual que pasó con la opereta del Islote de Perejil del año 2003, la finalidad que tiene una eventual escaramuza pseudo bélica es persuadir a una población como la española, poco acostumbrada al clima guerrero, de que es necesario arrimar el hombro y no cometer así el error del gobierno de José María Aznar, que se involucró en la guerra de Irak sin los preliminares necesarios.
Solo falta un acontecimiento clave o alguna clase de disparate en cualquier lado de la frontera para que la operación salga bien, y convencer a la población de que estamos en guerra, aunque no conozcamos el enemigo.