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El «giro hacia el este» en la política exterior de Rusia

El «giro hacia el este» en la política exterior de Rusia

Por Administrator
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directorelespiadigitales/8/8/23
jueves 08 de febrero de 2024, 23:58h
Leonid Savin
El año 2023 fue testigo de importantes cambios en la dirección de los vectores de las relaciones internacionales de la Federación Rusa.
La lista de países hostiles a Moscú incluye a todos los de la Unión Europea, a Gran Bretaña, Estados Unidos de América y Canadá, así como a otros varios satélites del Occidente colectivo. En Asia mantienen una actitud inamistosa Australia, Nueva Zelanda, Japón, Singapur, Corea del sur y en el resto de Europa: Noruega, Albania, Montenegro y varios países más. Esto precipitó al Kremlin a realizar la mayor reorientación hacia otras direcciones en la historia de Rusia, y resulta evidente que este proceso continuará en los próximos años.
De la misma manera, Rusia ha dejado de ser parte de una serie de mecanismos y plataformas internacionales que Occidente tradicionalmente había promovido, como el Foro de Davos o la Conferencia de Seguridad de Múnich. En cambio, intensificó sus propios espacios a nivel internacional (por ejemplo, el Foro Económico Oriental) y comenzó a participar en varias conferencias y reuniones de alto nivel en y con países amigos y neutrales.
De un modo cada vez más marcado, en la retórica de los políticos y expertos rusos comenzó a aparecer el término «giro hacia el Este» o «viraje hacia el Oriente», donde se promueven diferentes asociaciones. También debe tenerse en cuenta que no estamos hablando del Este geográfico, sino de un fenómeno cultural e histórico.
En Occidente, el término «Orientalismo» se usa comúnmente como un concepto unificador, que desde finales del siglo XIX comenzó a imponerse como algo universal. Así, las regiones del Magreb y Mashrek están asociadas con el Medio Oriente, aunque para toda Europa, geográficamente, no se trata del Este, sino el sur. De hecho, todo el sur de Eurasia, desde el punto de vista de la ciencia política occidental, se llama Oriente (Cercano, Medio y Lejano). Y la monopolización del discurso en las relaciones internacionales durante muchas décadas solo ha contribuido a confundir la descripción de los procesos en curso de esa región.
Por lo tanto, el giro hacia el Este que tiene lugar hoy en la política exterior de Rusia ni siquiera muestra retóricamente los procesos reales que se están desarrollando en estos momentos. La implicación convencional es que estamos hablando de los países de Asia: India, China y la región de Asia y el Pacífico en general. De hecho, las relaciones bilaterales de Rusia con estos gigantes, así como con Myanmar, Vietnam, Mongolia y varios otros Estados del sudeste asiático, han avanzado significativamente en los últimos dos años.
En algunos casos, como es el caso de las exportaciones de automóviles, China ha podido reemplazar una parte sustancial de los proveedores de países de la UE, Corea del sur y Japón, que anteriormente vendían autos en el mercado ruso. Sin embargo, en realidad, el giro hacia el Este incluye toda la región Afroasiática e incluso los países de América Latina. Es decir, estamos hablando del Sur Global, con el que existe una estrecha cooperación en diferentes direcciones.
Aquí se puede recordar el famoso paradigma de los años 90 “del Norte Rico” (países capitalistas) y el “Sur Pobre” (donde se incluyeron Asia, África y América Latina), pero ahora no todos los países del Sur son pobres y caen en la categoría del Tercer Mundo (otro término peyorativo acuñado al margen de Washington), y muchos países del Norte están muy por detrás de varios países del Sur en términos de rendimiento económico y bienestar.
En otras palabras, que el Norte capitalista ahora no es tan interesante para muchos, y Rusia, aunque se encuentra en el Norte de Eurasia, nunca lo han asumido como “Norte” desde el punto de vista cultural, ideológico y económico. Por lo tanto, el giro hacia el Sur Global es bastante lógico, y en algo repite la trayectoria de la cooperación de la URSS con los países de Asia, África y América Latina.
En este sentido, la expansión desde el 1 de enero de este año del Club internacional BRICS, que incluyó a Egipto, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán y Etiopía, es indicativo de lo anterior. Cabe señalar que todos estos países, excepto Etiopía, son musulmanes, aunque también tiene una comunidad musulmana. Sin embargo, su posición geoestratégica es bien importante.
Lo cierto es que todos juntos integran una zona especial que conecta África, Europa y Asia, incluidas las rutas marítimas más importantes en el Golfo Pérsico y el mar Rojo. En el marco del corredor de las rutas Norte-Sur, la participación de los nuevos miembros de los BRICS significa, por supuesto, la conexión de un potencial adicional a los proyectos transnacionales logísticos existentes de Rusia y China. Y, lo más importante, la cooperación entre ellos ha sido concebida sin imponer condicionamientos ideológicos o intentos de interferir en los asuntos internos de los estados, como lo hace siempre Occidente.
Aquí podemos recordar que en la cumbre del Foro Económico Euroasiático, del 26 de mayo de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin, propuso la tarea de crear un centro de exportación euroasiático y casas comerciales, así como acelerar el trabajo para formar una compañía de seguros euroasiática. Además, se planteó la cuestión del desarrollo de zonas económicas especiales transfronterizas, incluso, con conexiones supranacionales. Todo esto también encaja orgánicamente en la cambiante coyuntura geopolítica.
Por supuesto, hay matices en la orientación general hacia la interacción con los países del Sur Global. Por lo tanto, en las condiciones de la ruptura de Rusia con Occidente, existe un entendimiento de que la cooperación científica y técnica no puede reemplazar a todos los países. Lo mismo se aplica a las cuestiones de inversión y otro tanto ocurre en el sector turístico.
Por otra parte, para varios países, en particular en África, es Rusia quien puede proporcionar lo que ningún otro socio puede proveer: sistemas de armas, recursos energéticos, alimentos (principalmente cereales), así como productos farmacéuticos y diversos servicios (por ejemplo, en el campo de la educación).
A propósito, es con los países árabes que se ha desarrollado un mecanismo en varias áreas (desde el suministro de armas a Argelia y Egipto hasta la construcción de nuevas cadenas logísticas, como el envío de cargas desde Rusia a través de Kazajstán, Turkmenistán e Irán a Arabia Saudita por ferrocarril y mar), que se puede ampliar en otras áreas en un futuro próximo.
Por cierto, es importante tener en cuenta la respuesta inadecuada de los Estados Unidos a la creciente cooperación entre los países BRICS en su nuevo formato.
Recientemente, un Comité del Congreso de los Estados Unidos solicitó a la Cámara de Comercio que imponga sanciones a la compañía G42, que pertenece a la dinastía gobernante de los Emiratos Árabes Unidos. La compañía se dedica a la inteligencia artificial y la tecnología de la información, y tiene estrechos vínculos con China. Además, controla otras empresas. Dark Matter, por ejemplo, se dedica al desarrollo de software especial.
El Congreso de los Estados Unidos cree que el G42 tiene vínculos con el sector militar de China, por lo que es necesario tomar las medidas adecuadas y prohibir sus actividades en los Estados Unidos y, posiblemente, imponer sanciones secundarias. Mientras tanto, el G42 tiene acuerdos con las compañías estadounidenses Microsoft, Dell, OpenAI y Cerebros. Es evidente que hay un conflicto de intereses políticos y económicos.
Lo más probable es que Washington asuma una estrategia de medidas duras, que es la tarjeta de presentación de la política exterior de los Estados Unidos y, por supuesto, esto dejará una huella en las relaciones con los Emiratos Árabes Unidos y demostrará al mundo los verdaderos intereses e intenciones de los Estados Unidos, intereses que se esconden detrás de la retórica democrática, a lo que de hecho intentan arrastrar a sus socios y aliados.
Por esta razón, se puede decir que el «giro hacia el Este» de Rusia encontrará una mayor comprensión, no solo por parte de los principales beneficiarios de este proceso, sino también de los estados interesados en una más holgada libertad de acción, que hasta ahora está limitada por el llamado «orden basado en reglas», es decir, el reglamento obligatorio impuesto por el Occidente colectivo encabezado por los Estados Unidos. Y ello significa que ésta será otra dirección para la formación de un orden mundial multipolar más justo.
(Traducción del ruso. Oscar Julián Villar Barroso. Doctor en Ciencias Históricas y Profesor Titular de la Universidad de La Habana)
Juego de risk y peligros
Andrea Marcigliano
Es un juego de Risk muy complejo el que se ha abierto con la crisis de Gaza. Y que ahora se está extendiendo al Mar Rojo y al Golfo Pérsico. Tendiendo, yo diría que inevitablemente, a implicar a todo nuestro Mediterráneo.
Un Riesgo que ve converger en esta región específica tensiones y ambiciones que van más allá de sus fronteras. Y que implican, ante todo, a las tres mayores potencias mundiales.
Estados Unidos, Rusia y China están de hecho implicados más o menos directamente en los conflictos que estallan en cadena en toda la región de Oriente Próximo. Una implicación mucho más profunda que nunca. Cuando, por ejemplo, Moscú y Washington jugaban una partida de ajedrez en la que los países de Oriente Próximo eran meros peones. Y el escenario, aunque no carente de importancia, permanecía periférico al centro del "tablero de ajedrez". Representado por Europa, por un lado, y el Sudeste Asiático, por otro.
Hoy, la situación es muy diferente. Oriente Próximo representa el punto de apoyo del Gran Juego. Su control, o su inestabilidad, es decisivo para todos los equilibrios mundiales. Prueba de ello es que, a medida que se desarrollaba la crisis de Gaza, el conflicto de Ucrania pasó a un segundo plano. Y, de hecho, Zelensky está cada vez más abandonado a su suerte. Y Ucrania, conviene recordarlo, es el territorio fronterizo entre Rusia y Europa Central y Occidental.
Para China, la estabilidad de Oriente Próximo es esencial. Garantiza su comercio a lo largo de esa Ruta Marítima de la Seda, o Noble Collar de Perlas, que constituye el corazón de su estrategia. También es la espina clavada en el costado de Washington, que ve a Pekín como su mayor adversario en un futuro próximo.
Los chinos están presentes en toda la región del Cuerno de África. Presencia económica, no sin inserción militar. La crisis de Gaza ya supuso una amenaza para ellos. La incursión estadounidense en Yemen es vista, en la Ciudad Prohibida, como una auténtica declaración de guerra disfrazada de operación antiterrorista.
De hecho, está claro que los ataques estadounidenses contra los hutíes no mejorarán la situación del tráfico en dirección a Suez. Al contrario, crearán una situación de inestabilidad que podría afectar gravemente a los intereses chinos. Al cerrar el acceso al Mediterráneo.
Por otra parte, la inevitable subida de los precios del gas y del petróleo, ya en marcha en estas horas, no perjudicará a los Estados. Más bien, les resultará más cómodo transportar sus productos por las rutas atlánticas. Sin la competencia del Mar Rojo.
Moscú, mientras está ocupado en el frente ucraniano, parece muy preocupado por el riesgo de implicar a Irán en el conflicto. Que es su mejor aliado en la región. Una implicación cada vez más estrecha, dada la intensificación de la acción de la OTAN en Siria y la escalada de los enfrentamientos entre Israel y Hezbolá en la frontera libanesa.
Es probable, por tanto, que el Kremlin decida una aceleración de las operaciones en Ucrania. Para cerrar rápidamente el juego, y tener las manos libres para una eventual implicación en Oriente Próximo.
El juego de Washington es diferente. A la Casa Blanca, por el momento, parece gustarle la inestabilidad en la región. Una inestabilidad que afecta mínimamente a sus intereses, mientras perjudica gravemente a los de sus rivales.
Además, la suya es una estrategia de poder talasocrática, clásica. No busca el control directo de una región clave, sino el de los mares y las rutas de acceso. Evita que otros, sus rivales, tomen el control.
Sin embargo, esta estrategia corre el riesgo de perjudicar gravemente a las potencias medianas aliadas de los Estados. En primer lugar, Egipto, que obtiene una parte importante de su PIB del comercio a través de Suez. Después, Turquía, que tiene considerables intereses en el Cuerno de África. Y no es casualidad que la reacción de Erdogan haya sido, cuando menos, airada.
Luego están los, grandes, intereses comerciales de los Emiratos Árabes, que han expresado una preocupación muy fuerte por el nuevo frente que se ha abierto en Yemen.
Sin embargo, aún más revelador es el silencio de Rihad.
El príncipe Mohammed bin Salman, heredero del trono y hombre fuerte de la familia Saud, ha sido el artífice de una estrategia de apaciguamiento tanto con Irán, proclive a Pekín, como con Israel. Y, al mismo tiempo, buscaba un acercamiento progresivo con los BRICS.
Primero la guerra de Gaza y luego, aún más, la de Yemen (es decir, a sus puertas) le están poniendo en serias dificultades. Corre el riesgo de verse arrastrado a un enfrentamiento directo con Teherán. Es decir, en una nueva edición de Fitba. La guerra entre suníes y chiíes. Lo que podría resultar exacerbante para el futuro de la dinastía saudí.
Luego, está Europa. O mejor dicho, la ausencia de Europa. Desprovista de una estrategia común, e incluso de cualquier conciencia de intereses comunes. Y de la que, por supuesto, Londres no forma ni ha formado nunca parte.
Europa sin liderazgo, con la ausencia total de Alemania, Francia jugando al pez en el barril como de costumbre, e Italia... obtusamente aplastada por las decisiones de Washington. Sin conciencia de sus propios intereses.