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Jorge Dezcallar Mazarredo

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
miércoles 22 de febrero de 2012, 20:55h

Un tránsito “virginal” por los Servicios de Inteligencia

(...) como consecuencia de su inoperancia ante las necesidades más estrictas y reales de la Seguridad Nacional, y al margen de la controversia generada por la entrevista del líder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, con la cúpula de ETA, y de la polémica heredada en torno a las Armas de Destrucción Masiva (ADM) de Irak, el nuevo CNI bajo el mando de Jorge Dezcallar se vio sorprendido con dos actos brutales y sin parangón en la historia mundial de los Servicios de Inteligencia. Cada uno de ellos merecedor, por sí solo, de unas cuantas defenestraciones profesionales, incluida la suya, que nunca se produjeron...

 


Un tránsito “virginal” por los Servicios de Inteligencia

JORGE DEZCALLAR nació el 3 de noviembre de 1945 en Palma de Mallorca, como primogénito de una familia de raigambre aristocrática, siendo descendiente de los marqueses del Palmer por parte de padre y de los de Villora por parte de madre. Su abuelo y su tío-abuelo fueron alcaldes de su ciudad natal y su padre coronel de Infantería de Marina. Dos de sus tres hermanos, Rafael y Alonso, han ocupado como él distintos cargos de relieve diplomático, entre otros las embajadas de España acreditadas en Alemania y en Mauritania, respectivamente.

Tras cursar los primeros estudios en el Colegio de los Padres Franciscanos de la capital mallorquina, Jorge Dezcallar estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la que su padre ocupó destino militar. A continuación, decidió emprender los estudios diplomáticos. Su ingreso en el Ministerio de Asuntos Exteriores se produjo por oposición en agosto de 1971.

Entre 1972 y 1974 estuvo destinado en Polonia, y desde septiembre de 1974 hasta abril de 1978 permaneció en el consulado general de España en Nueva York, desempeñando diversas funciones. En abril de 1978 se trasladó a la embajada de Uruguay como consejero diplomático. En 1981 regresó a España al ser nombrado director de Organismos Técnicos y de Desarrollo dentro de la Dirección Generalla Presidencia del Gobierno en la época de Leopoldo Calvo-Sotelo, y posteriormente, a partir de enero de 1983, como vocal asesor en el Departamento Internacional del mismo gabinete, ya con Felipe González de Presidente. de Organizaciones y Conferencias Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores. A partir de entonces estuvo destinado en comisión de servicios, primero, desde abril de 1982, como vocal asesor del gabinete de

Entre 1985 y 1993 desempeñó el cargo de director general de Política Exterior para África y Oriente Medio del Ministerio de Asuntos Exteriores. Desde esta dirección general, Dezcallar jugó un importante papel en la organización de la Conferencia de Paz de Madrid de 1991, en la que Yasser Arafat, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, y el entonces primer ministro israelí, Isaac Shamir, se estrecharon la mano por primera vez en presencia de George Bush y Mijaíl Gorbachov.

En septiembre de 1993 fue nombrado director general de Asuntos Políticos, siendo sustituido por Miguel Ángel Moratinos. En ese cargo fue responsable de las negociaciones con la Unión Europea y representante de España en su Comité Político. En mayo de 1996 fue nombrado embajador en misión especial para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC).

Un año después (1997), el Gobierno de Aznar le incorporó a la misión de buenos oficios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) entre Slobodan Milosevic y la oposición serbia, cuyo objeto era la democratización el país, al frente de la cual se encontraba el ex presidente Felipe González.

El 13 de junio de 1997, y atendiendo a su experiencia y conocimientos afectos al norte de África, fue nombrado embajador en Marruecos. En ese destino, en enero de 2001 permitió que la policía marroquí detuviera a ocho saharauis (dos hombres, tres mujeres, una de ellas embarazada, y tres niños de corta edad) al ordenar personalmente su expulsión de la embajada de España en Rabat, donde se habían refugiado pacíficamente pidiendo asilo político. La justificación de aquel deplorable proceder fue que “en Rabat se ha aplicado siempre una neutralidad activa, para no crear conflictos”, haciendo prevalecer de esa forma la “razón de Estado” sobre los derechos humanos.

Desempeñando ese cargo, el Consejo de Ministros del 29 de junio de 2001 le nombró director del CESID, en sustitución del general Javier Calderón. De esta forma, Dezcallar se convirtió en el primer civil responsable de los Servicios de Inteligencia españoles y también en el primero que formaba parte del propio Gobierno, al haberse elevado entonces el rango administrativo del cargo a Secretaría de Estado.

Para su nombramiento, y al margen de apoyarse de forma poco acertada en su antigua relación de amistad con el rey Juan Carlos, no dudó en hacer valer los cuatro años que estuvo al frente de la diplomacia española en el reino alauita y sus teóricos conocimientos del mismo: una circunstancia que desagradaría profundamente al Gobierno marroquí dada la naturaleza del cargo que asumía. De hecho, las relaciones bilaterales empeoraron notablemente a partir de su acceso a la dirección del CESID, con una escalada de sucesos inconvenientes como las maniobras de la Armada española en el peñón de Alhucemas y el desalojo militar del islote de Perejil, precedidos por la desavenencia bilateral más grave: la posición política de España favorable al referéndum sobre la autodeterminación del Sáhara...

La realidad es que aquella designación, consensuada efectivamente entre PP y PSOE, fue bien recibida en los medios informados, quizás por la conveniencia de “desmilitarizar” los Servicios de Inteligencia y por la necesidad de sustituir a su más que amortizado predecesor, cuyo nombramiento para dirigir el CESID cinco años antes constituyó uno de los grandes errores cometidos por José María Aznar en su primer mandato electoral. La oposición socialista destacó su “perfil institucional” y su talante de “hombre de Estado y no de partido”, mientras los dirigentes de Izquierda Unida aplaudían, sin tapujos, que al menos no fuera militar. Fue en todo caso significativo que Dezcallar no tomara posesión de su cargo en el Ministerio de Defensa, como había sido tradicional hasta ese momento, sino en el palacio de La Moncloa, con el propio Presidente del Gobierno como testigo.

Sin embargo, a partir de ese momento, y a pesar de las expectativas creadas, Dezcallar inició un tránsito “virginal” por los Servicios de Inteligencia en exceso diplomático, olvidando su día a día y volcándose en cuidar su propia imagen ante el Gobierno y también ante su posible alternativa política. Mientras tanto, los viejos estilos del CESID no acabaron de morir y el nuevo modelo del CNI gestado durante su mandato nació, sobre todo, como un mero “maquillaje” de la insostenible situación previa, sin la impronta funcional y organizativa realmente necesaria en el Estado social y democrático de Derecho.

Precisamente, como consecuencia de su inoperancia ante las necesidades más estrictas y reales de la Seguridad Nacional, y al margen de la controversia generada por la entrevista del líder de ERC, Josep Lluís Carod-Rovira, con la cúpula de ETA, y de la polémica heredada en torno a las Armas de Destrucción Masiva (ADM) de Irak, el nuevo CNI bajo el mando de Jorge Dezcallar se vio sorprendido con dos actos brutales y sin parangón en la historia mundial de los Servicios de Inteligencia. Cada uno de ellos merecedor, por sí solo, de unas cuantas defenestraciones profesionales, incluida la suya, que nunca se produjeron.

El primero, fechado en 29 de noviembre de 2003, se tradujo en el asesinato simultáneo de siete agentes del CNI en Irak. El segundo, ocurrido el 11 de marzo de 2004, produjo una auténtica masacre con 191 muertos y 1.858 heridos como consecuencia de diez explosiones terroristas perpetradas en cuatros trenes de la Red de Cercanías de RENFE de la Comunidad de Madrid. Sin necesidad de tener que insistir en esta nota biográfica sobre aquellos trágicos sucesos, sí que procede dejar constancia del déficit operativo del CNI, tanto en la fase preventiva de los hechos como en su posterior investigación, claramente deducible de la extensa información sobre los mismos disponible en las hemerotecas.

De hecho, a tenor de su comportamiento con motivo de los trágicos atentados del 11-M y de las pistas marroquís que dejó sin investigar, Dezcallar nunca se desprendería de la misma sumisión diplomática ante Rabat que ya mostró en 2001, cuando entregó a la represiva policía del reino alauita los ocho refugiados saharauis que habían pedido asilo en la embajada española bajo su autoridad.

El 19 de abril de 2004, el nuevo gobierno socialista surgido de las elecciones generales celebradas de forma inmediata al 11-M, sustituyó a Jorge Dezcallar, que en efecto había sido nombrado mediante consenso, por Alberto Saiz, candidato impuesto manu militari por José Bono justo al día siguiente de su propio nombramiento como ministro de Defensa.

Por otra parte, el PP ya le habría señalado la puerta de salida del CNI, al revelar uno de sus informes sobre los atentados del 11-M en el que se consideraba “casi segura” la autoría de ETA. Transcurridos dos años de aquellos trágicos sucesos, Descollar reconoció en una entrevista periodística: “Estábamos esperando más un atentado contra intereses españoles en el exterior; dentro esperábamos algo de ETA, y esto nos pilló por la espalda…”.

Tras aquel relevo, en junio de 2004 Dezcallar fue nombrado embajador de España ante la Santa Sede. Un destino de gran prestigio diplomático pero sin duda paradójico para un ex director del CNI que, además, acababa de ser vencido de forma ostentosa en su propio terreno por una “pandilla” terrorista de escaso fuste, según los pronunciamientos jurisdiccionales del caso.

En esa etapa diplomática coincidió con el fallecimiento de Juan Pablo II y la elección de Benedicto XVI. Ocupó el cargo hasta abril de 2006, cuando decidió pasar a la empresa privada como secretario general del Consejo Estratégico Internacional de Repsol YPF, órgano asesor creado ex novo para encargarse de las relaciones diplomáticas e institucionales de la petrolera.

La noticia sobre esta nueva actividad del ya ex director del CNI levantó cierta polémica política. Jaime Ignacio Del Burgo, portavoz del PP en la Comisión de Investigación del 11-M que puso en marcha el Congreso de los Diputados, mostró inmediatamente la sorpresa que le produjo un “ascenso tan meteórico en la empresa privada”, interpretando que “alguien le ha querido tender la mano” tras su responsabilidad al frente del CNI durante los atentados terroristas de Madrid, barbarie que terminó propiciando el vuelco electoral a favor del PSOE. Del Burgo recalcaría: “Cada cual puede sacar sus propias conclusiones. Repsol está controlado por La Caixa, y La Caixa es muy amiga del Gobierno”.

Al margen de cualquier escarceo propio del juego partidista, lo cierto es que el comportamiento de Jorge Dezcallar en relación con los atentados del 11-M estuvo lleno de sombras, enmascaradas con el socorrido secretismo que habitualmente envuelve a los Servicios de Inteligencia y con el displicente distanciamiento de los problemas propio de los diplomáticos españoles. La privilegiada información que Dezcallar pudo manejar en torno a aquellos atentados, sus prolegómenos y datos de base, los fallos preventivos, la falta de seguimiento de las posteriores pistas marroquíes y la pasividad en la apertura de nuevas líneas de investigación, junto con el hecho de que su nombramiento hubiera tenido el beneplácito del PSOE, le colocaron, desde luego, en el ojo del huracán político del momento…

Lo indiscutible en relación con el “fichaje” de Dezcallar por parte de Repsol YPF, es que nadie percibió entonces el hecho de que su nueva ocupación colisionaba con algunas disposiciones del Real Decreto 327/2004, de 27 de febrero, por el que se modifica el Estatuto del Personal del CNI, aprobado previamente por el Real Decreto 1324/1995, de 28 de julio. En ellas se establecen con toda claridad el “deber de reserva” y el “deber de abstención” aplicable al personal del Centro, condicionando incluso los contratos suscritos por el mismo para garantizar ambos deberes, razón por la que no es comprensible que dicha normativa no afectase a sus máximos y más informados responsables.

Teniendo en cuenta la naturaleza estratégica del negocio desarrollado por Repsol YPF, el desembarco de un ex director de los Servicios de Inteligencia como asesor de sus operaciones internacionales, podría haber iniciado, desde luego, un nuevo debate sobre las incompatibilidades específicas del personal directivo del CNI. De hecho, las disposiciones del Estatuto del Personal del CNI que limitan su libertad de contratación laboral, establecen con toda claridad lo siguiente:

Artículo 38. Deber de reserva.

El personal del Centro Nacional de Inteligencia estará obligado a guardar secreto profesional y estricta reserva sobre los asuntos que conozca sobre la organización, fuentes, medios, instalaciones y actividades del Centro, así como sobre la existencia y el contenido de documentos, identidades, objetos o elementos relacionados con los anteriores aspectos, de los que tenga conocimiento. Tampoco podrá revelarlos ni comunicarlos a ninguna persona, ni tenerlos en su poder sin la previa autorización expresa del Director. Esta obligación tiene carácter permanente y por lo tanto será de aplicación con carácter indefinido incluso cuando se haya cesado en el Centro.

 

Artículo 40. Deber de abstención.

1. El personal que haya causado baja en el Centro, o se encuentre en situación distinta a la de servicio activo, se abstendrá de desarrollar por sí, o mediante sustitución, actividades relacionadas con asuntos en los que hubiera tenido intervención o conocimiento por razón de su pertenencia al Centro y deberá comunicar a la Dirección las actividades que vaya a realizar. El Secretario de Estado Director determinará el alcance y contenido de la mencionada comunicación.

2. La infracción de los deberes de abstención establecidos en el apartado anterior dará lugar a que se promueva la exigencia de las oportunas responsabilidades.

 

Disposición adicional séptima.

En los contratos que celebre el Centro, dada la naturaleza y características del mismo, se podrán incluir cláusulas adicionales que garanticen la aplicación, al personal afectado por dichos contratos, de las obligaciones establecidas en el Estatuto al personal del Centro y singularmente las recogidas en el artículo 38 del Estatuto.

En paralelo con su actividad en Repsol YPF, Jorge Dezcallar también desempeñó entre junio de 2006 y noviembre de 2008 el no menos controvertido cargo de miembro del Consejo de Administración de MaxamCorp Holding S. L., otro grupo empresarial estratégico en el que ya se situaban Jesús Del Olmo, antiguo director adjunto de los Servicios de Inteligencia (con la denominación CESID), y Francisco Torrente, cuyos cargos precedentes habían sido secretario general de Política de Defensa (SEGENPOL) y almirante jefe del Estado Mayor de la Armada (AJEMA). La  multinacional MAXAM es propietaria de Explosivos Alaveses S. A. (EXPAL), fabricante, entre otros controvertidos productos bélicos, de la BEAC (Bomba Explosiva de Aire-Combustible) y la BME-330B/AP, una bomba “antipista” que dispensa submuniciones, integradas en la dotación de los sistemas de armas del Ejército del Aire.

Consumada aquella situación de intereses laborales, en todo caso poco estética, el Consejo de Ministros aprobó en julio de 2008 su designación como embajador de España en Estados Unidos, en sustitución de Carlos Westendorp, después de que el ejecutivo estadounidense diera el plácet correspondiente. Este nuevo destino de Dezcallar como embajador de España en Washington, que es sin duda el que tiene mayor proyección diplomática, también firmemente apoyado por La Zarzuela, se entendió en los medios informados como una etapa intermedia entre su polémico paso previo por Repsol y su futuro desembarco como secretario general de la Casa de Su Majestad el Rey.

De hecho, en diciembre de 2009, por las redacciones de los medios informativos circuló el rumor del inmediato nombramiento de Jorge Dezcallar como jefe de la Casa de Su Majestad el Rey en sustitución de Alberto Aza. Su origen estuvo en que entonces se produjo el relevo de Juan González Cebrián, jefe de prensa de la Casa Real, por Ramón Iribarren, hombre de la máxima confianza de Dezcallar, a quien acompañó como consejero de Información y Prensa en la embajada de España en Marruecos y, a continuación, como vocal asesor para las relaciones con los medios informativos en el CNI.

Jorge Dezcallar ha publicado numerosos artículos de prensa, participando como coautor en la edición del libro “Racismo y xenofobia: búsqueda de las raíces” (Fundación Rich, 1993), lo que no deja de chocar con el perfil más propio de un director del CNI. Ha merecido diversas condecoraciones nacionales y extranjeras, entre ellas la de Oficial de la Orden de Isabel la Católica, la Orden del Mérito Civil, la Gran Cruz del Wissam alauita…

En diciembre de 2010, Dezcallar, que hasta entonces ostentaba el rango de Ministro Plenipotenciario de primera clase, fue ascendido por el Gobierno de Rodríguez Zapatero a la categoría de Embajador (Real Decreto 1758/2010, de 23 de diciembre).

Casado con Pilar López-Chicheri, el matrimonio ha sido progenitor de tres hijos: Cristina, Juan y Jaime.

 

FJM (Actualizado 05/09/2011)

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