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El golpe de Níger: ¿el fin de la presencia francesa en África?

El golpe de Níger: ¿el fin de la presencia francesa en África?

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
miércoles 06 de septiembre de 2023, 00:00h

Decía el filósofo alemán Franz Hinkelammert, que África no es un problema sino la solución, afirmación contundente que pone de manifiesto la importancia del continente negro, el cual, no sólo vio nacer al ser humano y algunas de las primeras civilizaciones, sino que actualmente representa la esperanza para el mundo actual en su búsqueda constante de recursos naturales, cada vez más escasos. Y con esto se responde a la pregunta del porqué de esa lucha global feroz, donde cada potencia, tanto vieja como nueva, busca apropiarse de esas riquezas y asentarse en su privilegiada ubicación estratégica.

Jad el Khannoussi

Jad el Khannoussi

Decía el filósofo alemán Franz Hinkelammert, que África no es un problema sino la solución, afirmación contundente que pone de manifiesto la importancia del continente negro, el cual, no sólo vio nacer al ser humano y algunas de las primeras civilizaciones, sino que actualmente representa la esperanza para el mundo actual en su búsqueda constante de recursos naturales, cada vez más escasos. Y con esto se responde a la pregunta del porqué de esa lucha global feroz, donde cada potencia, tanto vieja como nueva, busca apropiarse de esas riquezas y asentarse en su privilegiada ubicación estratégica.

Francia, es sin lugar a dudas el país que mejor aprovechó esas ventajas, pero a día de hoy parece que las cosas están cambiando, y es por eso que su destino dependerá del resultado de esta compleja batalla que se está liberando en las arenas africanas, es decir, la de mantener su estatus de gran potencia o replegarse a sus fronteras. Un contexto que, si se produce, no sólo dará por finalizado su rol a escala global, sino que tendrá que hacer frente a un contexto interno cada vez más complejo. Los dirigentes franceses son conscientes de todo esto, incluso hace décadas que advertían de ello. El presidente François Mitterrand lo recordaba en cada ocasión en que hablaba sobre el continente africano, como en la cumbre afro-francesa de 1994, en la que dejó claro que, sin África, Francia no tendría historia en el siglo XXI, o décadas antes, cuando advertía de que, sin este continente, el país galo se deslizará a los países del tercer mundo. Unas palabras que a primera vista sorprenden al lector, pero contemplando el devenir histórico de París en este continente y, sobre todo, las ventajas económicas cosechadas allí, podemos tomar conciencia de la dimensión de sus palabras.

En efecto, África durante siglos ha sido la tesorería de la que se nutrió el país galo, en detrimento de la población africana. Pero esta situación, a raíz de los últimos acontecimientos y de las transformaciones globales y socio-culturales en que está inmerso el continente africano, se ha empezado a ponerse en tela de juicio. La región vive una escala de ira popular sin precedentes contra la presencia francesa. Términos como “Décage o fuera Francia” se han convertido en un lema popular en el África francófona, al menos en el último lustro. Hay una guerra silenciosa entre los pueblos africanos y París. Cada vez hay más países que se rebelan contra el país galo, estados que culpan de todos sus males a la política discriminatoria francesa, que no sólo se apropió de sus recursos, sino peor aún, masacró y esclavizó a sus ciudadanos, despojándolos de su dignidad: Burkina Faso, Mali, Guinea y el último Níger (hay otros candidatos: Senegal, Camerún, etc.,) el país pobre, pero a la vez muy rico, puede ser el golpe definitivo para Francia. Por un lado es el epicentro de su estrategia en el continente africano (como es el caso de Senegal en el ámbito cultural), y por otro, las enormes recursos que cosechan de allí: el 35% del uranio, que va a su reactores nucleares, los cuales generan el 75% de sus necesidades de electricidad (una de cada tres bombillas que se encienden en Francia es gracias a uranio de Níger), por no hablar de los contratos que París mantiene con otros países de la Unión Europea, los cuales cubren el 25% de la necesidad eléctrica del bloque europeo, mientras el 90% de la población nigerina (la población de Níger ronda los 25 millones, el 50% de ellos son menos de 15 años, con una tasa de natalidad muy alta que ronda 7 niños por cada mujer) vive sin luz; además está el oro, cuyo exportación de Níger pasó de 100 millones de dólares en 2016 a 2,500 millones de dólares en 2022 (Francia es el tercer país con mayores reservas de oro, sin tener ni una mina en su territorio); y lo mismo podríamos decir de otros muchos y enormes recursos. Basta con recordar aquí las palabras de Jacques Chirac hace unos años cuando exigió parar de una vez el saqueo de las riquezas de África, y recordó que gran parte del dinero de la tesorería francesa proviene del continente africano, que según muchos estudios oscila alrededor del 65% de los ingresos de Francia.

Por eso, no nos extrañamos de esa guerra mediática y psicológica que está lidiando París contra Niamey, eso sí escudándose en conceptos vanos en esa sociedad, como son la legitimidad y la democracia. Términos que ellos mismos combatieron durante décadas en África: por ejemplo, Mali, Egipto en 2013, o recientemente Tchad. Por tanto, ¿cuáles son los factores que han llevado a Francia a ir perdiendo su influencia en el continente africano? Y ¿cuál es el futuro de París en un continente que está inmerso en esta batalla crucial?

Después del fracaso norteamericano en sus dos aventuras militares en Afganistán e Iraq que mostraron el límite de sus fuerzas y aceleraron el resurgimiento de otras potencias que van ganando terreno a escala global, el mundo se ha visto inmerso en una serie de transformaciones drásticas e inesperadas. Parece que la teoría del fin de la historia de Fukuyama se ha terminado, mientras que el movimiento de la historia sigue fluyendo al contrario de lo que él esperaba. Principios, ideas y teorías políticas siguen creciendo, renovándose y cambiando, al contrario de lo que indicaba el estudio de este filósofo norteamericano, quien creía firmemente que la historia humana, en su dimensión ideológica, se detendría en la democracia liberal con sus grandes principios y constantes: individualismo, igualdad y libertad. Por lo cual, la globalización liberal sería el destino inevitable en el que vivirían las personas del futuro.

Si examinamos la escena internacional con cierto detalle, encontraremos que el presidente francés Manuel Macron, es el líder occidental más activo y el que está presente en todas las reuniones regionales e internacionales. La actividad diplomática francesa batió récord en su época. Los motivos sobran; por un lado, Francia es el país occidental que se verá muy afectado por cualquier cambio en el equilibrio de poder global y, por otro, el país que más se apoyó en el antiguo régimen para explotar sus colonias, sin cuyas riquezas naturales y humanas, perderá gran parte de su fuerza, y nunca podrá encontrar mercados alternativos para sus productos, lo que generará una situación de crisis económica que le puede llevar a la recesión y a la quiebra. A corto plazo el país galo pagará el precio de sus pasados errores en África, pues la historia castiga a veces a los responsables de grandes crímenes, como la esclavitud de sus ciudadanos documentada en fotos, videos, museos y cementerios, o la explotación de sus recursos humanos que provocó la muerte de decenas de miles de ellos en las dos guerras mundiales o la guerra indochina.

Las consecuencias de la guerra y sus repercusiones en los africanos fueron graves, y en ningún momento se tuvieron en cuenta los más mínimos derechos que les correspondían, ni durante ni después de ellas. Y lo peor, los políticos franceses trataban a los africanos como esclavos. Además de esto está la imposición del francés como lengua oficial en muchos países, como un intento claro de acabar con cualquier identidad africana. Por supuesto, no ahorraron esfuerzos en comercializar millones de publicaciones en esos países, y cobrar cuotas financieras por valor de millones de dólares. Los institutos y los centros educativos culturales jugaron un papel destacado en esto. Además, la confianza de Francia en una élite interna para aprobar sus programas y planes coloniales imponía gobernantes tiranos que cumplían su política y su voluntad colonial, la de controlar por detrás, como sostenía Charles De Gaulle. En el plano financiero, la vinculación de la moneda africana a Francia ha sido un golpe muy duro a las economías de estos países. No olvidamos que, para proteger sus intereses, París creó, en el año 1945, el Franco africano CFR, que se divide en tres grandes zonas: el franco centroafricano, que se utiliza en la Unión Económica y Financiera del Centro de África, conocida con sus siglas CEMAC; el franco de África Occidental, que se maneja en la Unión Económica y Financiera del Occidente Africano: WAEMU, y el último el utilizado en las Islas Comores. Por tanto, controla la moneda de 14 países africanos.

Estos países están sujetos al sistema bancario francés, mediante la adopción de una unidad monetaria vinculada a la moneda francesa. Una estrategia que permitió el flujo continuo de ingresos monetarios y economías de las antiguas colonias a Francia. Cabe recordar que el 85% de las reservas de esos países van directamente al Banco Central francés y están sujetas al control del Ministerio de Finanzas francés, mientras el 15% restante se va a estos países, que, en caso de tener necesidad a más dinero, deben recurrir a préstamos franceses. Hay incluso países que pagan impuestos por la era colonial, como Togo que paga el 80% de su renta nacional.

Según informes financieros internacionales, las reservas anuales de estos países superan los 500 mil millones dólares, que desgraciadamente se quedan en el Banco Central de Francia. Todos los presidentes africanos que intentaron revelarse contra esta norma financiera, como el maliense Modibo Keita, acabaron en el olvido. Además de imponer el dominio total de las empresas francesas, beneficiándose al mismo tiempo de la reducción de derechos aduaneros y fiscales. El resultado de todo esto, fue mantener a la población marginada y empobrecida, o en condiciones precarias, a pesar de las riquezas de sus países, empujándolos en ocasiones a luchar en conflictos étnicos, u otras veces enredándolos en interminables conflictos bajo el lema de la lucha contra el terrorismo, utilizando para ello los medios de comunicación, que fueron capaces de manipular a la mayoría de la gente durante mucho tiempo.

Pero, las cosas ya han cambiado, la conciencia y la memoria africana hoy día está más viva que nunca, así como su sentido crítico y la capacidad de confrontar su situación con la de los pueblos occidentales, incluida Francia, con el objetivo de poner fin a esa explotación de sus riquezas. Francia se ha apropiado de todas las materias primas que poseen los países africanos, especialmente oro, plata, gas, fosfatos y uranio, y a cambio no ha dado nada. Por tanto, la gran batalla de los africanos por su liberación ya ha empezado, y va ser difícil a partir de hoy que cualquier potencia asiente su control sobre estos países del mismo modo que hizo Francia en el pasado.

Por tanto, Francia se enfrenta a un reto que va a ser imposible de superar, a saber, mantener su control férreo en lo que se denominó su patio trasero. Paris, no sólo se enfrenta a revueltas sociales y políticas en estos países, sino también a una feroz competencia por parte de otras potencias internacionales. Hay hostilidad con muchos de ellos, como es el caso de Turquía o su reciente conflicto con Italia. Tanto Ankara como Roma han denunciado la sangrienta historia colonial y explotadora de Francia en África. El mejor ejemplo es el discurso pronunciado por Georgia Meloni frente a los medios de comunicación internacionales, en el que señala al sistema político francés, acusándolo de empobrecer al continente africano.

A esto hay que añadir la lucha francesa contra los rusos que intentan asediar los movimientos occidentales lejos del viejo continente. Moscú ya tiene una estrategia clara en el continente africano, que ha ido desde la ambigüedad estratégica, es decir, filtrarse a través del grupo Wagner, prestando en un principio servicios de seguridad, a otra más clara que abarca todos los ámbitos: económico, industrial, militar, etc., La mejor prueba es la última cumbre de San Petersburgo, celebrada hace unas semanas. Rusia aprovecho bien la lucha económica que mantienen Pekín y Washington en África, satanizó la política de explotación francesa y, sobre todo, sacó partido de su pasado histórico en el continente, en el cual muchos países africanos en su día se beneficiaron de la ayuda soviética. El resultado de esto, es el asentamiento ruso en nueve países, cuatro de ellos en detrimento de Francia, aunque es cierto que Moscú tendrá que hacer pronto frente a muchos retos allí.

Otro de los desafíos que esta amortiguando la presencia francesa en África, es el creciente ascenso chino (muchos lo califican como un colonialismo silencioso). Para China, África ocupa un lugar destacado en su agenda exterior. Su estrategia se basa los apoyos financieros, de armas y de proyectos de infraestructura (es el mayor inversor en el continente con un 12% del total de estos proyectos), lo que hasta hoy día le está dando cierta credibilidad. Por eso, no nos ha extrañado que Pekín no prestara atención a la última propuesta del presidente Macron de compartir la tutela sobre los pueblos africanos, es decir, que París se encargara de la cuestión de seguridad, mientras China asumiría la financiación de los proyectos. Por supuesto que esto molestó a Washington, aunque es habitual el choque entre ambas potencias desde tiempos del general de Gaulle. Cabe recordar que desde hace tiempo los Estados Unidos intentan asentar su control sobre las riquezas del continente negro. Su estrategia se basaba en la política de créditos y sobre todo en el apoyo a las instituciones militares. Pero, aun así, se mantuvo durante un tiempo operando a través de Francia que, en los últimos años, parecía ser su delegado en el continente. Sin embargo, y a raíz de los últimos acontecimientos que vivió el continente, en la Casa Blanca se dieron cuenta de que la sicología africana está en contra de Francia y de que su rol ya está prácticamente acabado. Y como es norma habitual en su estrategia, empezaron a moverse en búsqueda de otro actor que juega el mismo papel, eso sí a través de su política de contención, conscientes de la importancia del continente africano en el tablero político global en un contexto de gran competencia económica con China y hasta cierto punto militar y estratégica con Rusia. Y la verdad es que, hasta el momento, lo han encontrado en las instituciones militares. Ya lo hicieron en muchos países, sin ir más lejos Egipto, y Níger no va a ser una excepción. Hay que destacar, que la Junta Militar de este país es de formación norteamericana, empezando por el recién nombrado ministro de defensa, Salifou Mody. Es cierto que más de uno diría que Washington no adoptó hasta el momento una política clara, es decir, que a veces se inclina hacia una solución diplomática y otras parece apoyar una intervención militar. Pero esto no es más que una maniobra pragmática o, mejor dicho, una paciencia estratégica, hasta que se vaya aclarando el panorama. Aunque el hecho de nombrar un embajador nuevo en Niamey es una señal clara de su nueva postura.

En resumidas cuentas ¿podemos hablar del fin de la era francesa en el continente africano? Esta es probablemente la pregunta que ocupa la mente de todos los analistas y estudiosos del tema. A primera vista se puede decir que el fin de la presencia francesa en África se hace inminente. Es cierto que Francia está tratando de superar la brecha con los nuevos regímenes y pueblos africanos. las palabras de Macron, en su reciente visita a Costa de Marfil, reflejan bien esto: La colonización francesa en África fue un error grave cometido por la República. El objetivo es minimizar el odio hacia París con nuevas promesas, aunque detrás de estas palabras todavía se perciben las estrategias coloniales. Quizá, cuando reconozca sus errores, encontrará que ha perdido la oportunidad histórica de cambiar la situación, pero el tiempo parece que se está jugando en su contra. La verdad, resulta difícil cambiar un sistema que se ha construido durante siglos sobre la explotación y la destrucción del sentimiento humano. Y la mejor prueba de ello es su intento de encender la región a través de una intervención del ECOWAS, una empresa harto complicada, ya que su resultado sería un caos debido al apoyo a Níger de algunas fuerzas regionales, como Mali, Burkina Faso y Guinea, pero también a las confrontaciones étnicas que pueden surgir en algunos países (No olvidemos que la mayoría de los nigerinos son de la tribu de Hausa, la cual se extiende por Nigeria y gran parte del Sahel, llegando incluso al Sudán). Todos conocemos la importancia del tema étnico en el continente africano y su impacto en los conflictos, y también el enorme esfuerzo militar, logístico y de financiación que supondría una operación de esta naturaleza, a sabiendas de que la superficie de Níger supera los 1,2 millones de kilómetros cuadrados. Por otro lado, Francia no goza en este asunto del respaldo europeo completo, ni tampoco puede presentarlo ante al Consejo de Seguridad de la ONU, como el caso de Mali en 2013. A esto hay que añadir la más que probable implicación de otras fuerzas externas, lo que generaría un conflicto subsidiario que encendería la región del occidente africano.

En fin, podemos decir que el continente africano se ha convertido en un punto clave en esta transformación global a la que estamos asistiendo, al igual que otros puntos del globo, como Ucrania, Asía Central, el Pacífico y más que probable América Latina. Si a día de hoy África se revuelve contra el dominio francés, quien garantiza que mañana no se produzca otro similar en las demás áreas geográficas contra el dominio anglosajón. Lo cierto ahora, es que el desenlace de los sucesos que vivirá el continente en el próximo lustro, así como el modo de actuar de las nuevas potencias: China, Rusia, India, Turquía, etc.; son los que van a marcar el destino francés, no sólo en áfrica, sino su rol a escala global.