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¿Caminamos hacia un nuevo orden mundial?

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
viernes 08 de septiembre de 2023, 22:00h

Las hostilidades en Ucrania han acelerado, pero no creado, un gran cambio en el orden mundial. Tal y como existía desde la disolución de la URSS (1991) y cómo derivó desde la Segunda Guerra Mundial el orden mundial se ha venido abajo. La potencia dominante, los Estados Unidos, está siendo confrontada y, su capacidad para construir una hegemonía, sobre las demás potencias, probablemente se ha derrumbado. Un grupo de potencias emergentes (China, India y Brasil) o reemergentes está desafiando no sólo la hegemonía estadounidense, sino también su capacidad para determinar políticamente las instituciones mundiales.

Jacques Sapir*

Jacques Sapir*

Documentado trabajo del destacado economista francés Jacques Sapir que pasa revista al declive estadounidense y europeo. Con datos duros, proporcionados por el FMI, Sapir demuestra que «el viejo orden» hegemonizado por EEUU se ha venido abajo

Las hostilidades en Ucrania han acelerado, pero no creado, un gran cambio en el orden mundial. Tal y como existía desde la disolución de la URSS (1991) y cómo derivó desde la Segunda Guerra Mundial el orden mundial se ha venido abajo. La potencia dominante, los Estados Unidos, está siendo confrontada y, su capacidad para construir una hegemonía, sobre las demás potencias, probablemente se ha derrumbado. Un grupo de potencias emergentes (China, India y Brasil) o reemergentes está desafiando no sólo la hegemonía estadounidense, sino también su capacidad para determinar políticamente las instituciones mundiales.

La organización del mundo, basada en el multilateralismo que definió la globalización en su momento, y que pretendía basarse en reglas apolíticas, ha entrado en crisis. Las relaciones internacionales se han repolitizado brutalmente. Pero esta repolitización también ha ido acompañada de una forma de desoccidentalización del mundo que, en la cabeza de los implicados, puede compararse a una segunda descolonización, que renueva y completa el proceso de los años sesenta y setenta. Han surgido nuevos términos, como «Occidente colectivo» y «Sur colectivo». Mientras se cuestiona la circulación de mercancías, los flujos financieros y el capital es en la esfera monetaria e informativa donde el policentrismo y la fragmentación del espacio son más evidentes. El sueño de una «aldea global», tal como lo definió McLuhan, parece muerto.

Estas transformaciones, que en algún sentido parecen paradójicas, fueron iniciadas por la antigua potencia dominante, los Estados Unidos. Pero el proceso ha escapado de su control y ha adquirido su propia dinámica. El dilema de Triffin *está en la raíz de todo esto[1].

La cuestión central ahora es si se puede reconstituir un orden mundial, o si los órdenes regionales, que pueden mantener relaciones entre sí pero; ¿desarrollándose de forma autónoma y construir sus propios sistemas de valores y representaciones, podrán ser la solución en los próximos años?

El declive del imperio americano…

Desde principios de la última década del siglo XX, Estados Unidos ha disfrutado de una supremacía militar, económica, política y cultural total. En aquella época, el poder estadounidense reunía todas las características de una «potencia dominante» mundial, capaz de influir sin tener que utilizar directamente su fuerza, y de imponer sus representaciones y su vocabulario. Esta hegemonía, que también se reflejó en la adopción generalizada de las reglas del libre comercio (con la transición del GATT a la OMC en 1994) iba a desmoronarse progresivamente ante las crisis financieras que Estados Unidos no podía ni quería controlar (1997-99 y 2007-2009). A la esfera económica hay que sumar los evidentes fracasos militares (en Irak y Afganistán) y la rápida emergencia de nuevas potencias (China, India, Brasil, también ahora Indonesia y Turquía) o de viejas potencias que habían sabido reinventarse (Rusia).

La crisis financiera de 2007-2009, bautizada como «crisis de las hipotecas de alto riesgo» y que vino a continuación de la crisis «asiática» (y rusa) de 1997-1999, fue un momento importante en el desafío al orden mundial que había surgido en 1991-1992, al igual que supuso una importante sacudida en el orden económico.

El orden mundial, que se asemejaba de hecho a una Pax Americana, se está desmoronando tanto por la incapacidad y los errores cometidos por los dirigentes de Estados Unidos como por el ascenso de otras potencias. La globalización, que se había aceptado como marco único de la actividad económica, comenzó a fracasar y a ponerse en tela de juicio incluso antes de la crisis de 2008-2010 con la aparición de los BRICS.

Esta desintegración también va acompañada de un fortalecimiento parcial de la potencia dominante. Mientras Estados Unidos pierde su capacidad de hegemonizar todo el globo (capacidad que era real a principios de los años noventa) refuerza progresivamente su control sobre sus aliados europeos. Estos últimos parecen ahora incapaces de oponerse al dominio de Estados Unidos, como lo hicieron con la invasión de Irak (2003). El proceso de toma de control de la Unión Europea por parte de Estados Unidos, que había comenzado durante las guerras civiles en los Balcanes – tras la disolución de Yugoslavia y las operaciones contra Serbia sobre Kosovo – se desarrolló considerablemente con la intervención en Libia y se ha hecho evidente en el periodo comprendido entre la ruptura de las negociaciones con Irán (2016) y el momento actual.

Pero este refuerzo parcial de la dominación estadounidense debe mucho a la crisis de legitimidad política que socava las instituciones de la UE, cuyas contradicciones internas y naturaleza disfuncional se revelan con cada paso hacia el federalismo (el conflicto franco-alemán sobre la energía es el último ejemplo). Cada crisis (COVID-19 y la crisis energética) genera un impulso hacia el federalismo, pero esto coloca a las instituciones europeas en contradicción con los valores de la «democracia» que se supone que encarnan. Esto refuerza la contestación soberanista en el seno de la UE y provoca múltiples tensiones entre sus Estados miembros (Hungría, Polonia, Austria), para no mencionar la salida del Reino Unido de la UE (el «Brexit»).

Estados Unidos ha perdido el control de lo que solía llamar su «patio trasero», es decir, los países de América Latina. La progresiva emancipación de estos países del control estadounidense, encabezada por Brasil-Argentina, es un fenómeno mucho más significativo que las protestas protagonizadas por los llamados Estados revolucionarios (Cuba, Nicaragua, Venezuela). A esto hay que añadir la pérdida de influencia de Estados Unidos en Oriente Próximo, pérdida que se ha hecho evidente con las nuevas políticas de países como Arabia Saudita Turquía y Emiratos Árabes Unidos, nueva política que viene gestándose desde el fracaso de la invasión de Irak en 2003 y ante la incapacidad de Estados Unidos de reconstruir el país para convertirlo en un aliado.

Por tanto, Estados Unidos se enfrenta a un declive polifacético: declive económico (validando por el «dilema de Triffin»), pero también declive de sus capacidades geo-políticas, declive militar (fracaso de la guerra en Irak, retirada catastrófica de Afganistán) y, por último, declive de su influencia con el auge de los medios de comunicación de «nuevos» países que desafían el dominio informático estadounidense.

La emergencia de los BRICS: un foco para reconstruir un nuevo «orden mundial».

Hay que recordar que los BRICS eran originalmente una idea «occidental» (mercados emergentes). Esta idea procedía directamente de la esfera financiera (Goldman Sachs – 2003). Pero los países llamados «emergentes» se re-apropiaron de esta idea y la transformaron gradualmente en una dirección radicalmente nueva. Hoy, veinte años después que el acrónimo apareciera por primera vez en los escritos de un analista de Goldman Sachs (Jim O’Neil), es cada vez más el sinónimo del «Sur Colectivo» en oposición al «Occidente Colectivo», que también puede llamarse el «Norte Colectivo».

La progresiva institucionalización de los BRICS, iniciada en 2005, se aceleró tras la crisis de 2008-2010 (creación del Nuevo Banco de Desarrollo, cumbres anuales periódicas, creación de una secretaría). Esta institucionalización está transformando al grupo de países en una estructura que ofrece un modelo de desarrollo alternativo que ahora concede préstamos a otros países en desarrollo (a través del NBD) y pone en marcha grandes proyectos, el más conocido es el de las «Nuevas Rutas de la Seda», así como proyectos rusos e indios. Gracias a la creación de fuentes alternativas de financiación, se están convirtiendo en un referente de lo que ya se conoce como el «Sur Colectivo».

La naturaleza del grupo BRICS ha vuelto a cambiar desde 2022, con un aumento del número de solicitudes de adhesión (19 países, 8 de ellos identificados). Cabe destacar la presencia de un país de la OTAN entre los países que han solicitado su adhesión. Su PIB acumulado, calculado en términos de PPA, supera ya al del G-7.

Tabla 1

Miembros y países afiliados del G7, el grupo BRICS y la OCS.

Países del G-7

Países miembros de los BRICS

Países miembros de la OCS

Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos

Brasil, India, China, Rusia, Sudáfrica

China, India, Rusia, Irán, Kazajstán, Kirgizisztán, Uzbekistan, Tadzhikistán, Pakistan

Países considerados «aliados» de los países del G-7

Países que han solicitado la adhesión a los BRICS

Pagos socios u observadores

Australia, Austria, Bélgica, Grecia, Hungría, Irlanda, Corea del Sur, Países Bajos, Nueva Zelandia, Noruega, Polonia, Rumania, Singapur, España, Suecia

Argelia, Argentina, Arabia Saudita, Bahreïn, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Irán, Turquía

Armenia, Afganistán, Azerbaiyán Bielorrusia Camboya, Mongolia, Nepal, Sri Lanka, Turquía

El peso de los BRICS se combina con el desarrollo de la Organización de Cooperación de Shanghai. La OCS se concibió inicialmente como una organización de seguridad regional, encargada de hacer frente a los problemas derivados de la desestabilización de Afganistán. Poco a poco va ampliando sus competencias.

Gráfico 1

Fuente: FMI

Los datos para 2022 son estimaciones. Los datos de 2023 y 2024 son previsiones

Vemos, por tanto, dos dinámicas de expansión diferentes, pero que esta vez están destinadas a confluir. Los BRICS se seguirán expandiendo globalmente, aunque esta expansión afecte a países con distintos niveles de desarrollo. Esto refleja un deseo de autonomía respecto a las instituciones y normas que se consideran dominadas o impuestas por los países del «Norte».

La OCS, por su parte, se desarrolla como resultado de una necesidad de seguridad expresada por una serie de países. Por el momento, a excepción de Bielorrusia, casi todos estos países se encuentran en la misma «región». Pero, hoy se plantea la cuestión de si la OCS debe seguir siendo una organización puramente regional, centrada en Asia Central, o si debe ampliar su área geográfica para incluir el Océano Índico e incluso parte de Oriente Medio. De hecho, está demostrando ser portadora de un proyecto de seguridad alternativo al de las organizaciones vinculadas a Estados Unidos y la OTAN.

Además de la OCS, otra organización regional que ha desempeñado un papel importante en la consolidación de un bloque en torno a Rusia es la Unión Económica Euroasiática. El 1 de enero de 2012, los cuatro Estados (Bielorrusia, Kazajistán, Armenia y Rusia) crearon el Espacio Económico Común, que garantiza el funcionamiento efectivo del mercado común de bienes, servicios, capitales y mano de obra, y establece políticas industriales, de transporte, energéticas y agrícolas coherentes. La Comisión Suprema Euroasiática (formada por los jefes de la Comisión Económica Euroasiática, que sirve de agencia reguladora para los Estados de la Unión) se reúne una vez al año para trabajar en la Unión Aduanera Euroasiática, el Espacio Económico Común y la Unión Económica Euroasiática. La Unión Económica Euroasiática puede considerarse la continuación de esta unión económica. Ha firmado acuerdos con Corea del Sur (2017) y China e Irán (2018).

Desde el inicio de las hostilidades en Ucrania, los BRICS se han convertido, tanto por diseño como por la fuerza de las circunstancias, en una forma de agrupación de un «Sur Colectivo» contra un «Occidente Colectivo». La importancia de los BRICS no sólo en términos de exportaciones, sino también en términos de crecimiento mundial, está bien establecida.

Gráfico 2

Fuente: FMI

El desarrollo ahora rápido, incluso «explosivo», del comercio de Rusia con los países asiáticos y de Oriente Medio, y el fortalecimiento del comercio de China con esos mismos países, pueden ser un indicio de las tendencias futuras. El papel de China y Rusia en materia de seguridad tenderá a crecer, probablemente junto con el de India, en zonas como el Océano Índico, África y Oriente Medio. El reciente acuerdo entre Arabia Saudita e Irán, firmado bajo la égida de China, la política saudí de distanciamiento de Estados Unidos y su acercamiento comercial a Rusia (ya sea en el marco de la OPEP+ o en las relaciones bilaterales) están marcando el camino. Por último, la decisión de utilizar el yuan en lugar del dólar estadounidense en una serie de transacciones de petróleo y gas es un buen indicador de la interacción entre las consideraciones geopolíticas y de seguridad y las consideraciones comerciales.

La infrarrepresentación de los países BRICS en las principales instituciones financieras internacionales también plantea un problema importante, y hace que estas instituciones parezcan ser dominadas por los países del «Norte», legitimando así la construcción de instituciones específicas para los países del «Sur».

Tabla 2

Participación de los países BRICS en las instituciones financieras internacionales

 

Banque Mondiale

IDA

MIGA

FMI

Quota pour les DTS

 

 

Número de votos

%total

Número de votos

% total

Número de votos

% total

Número de votos

% total

Millones

% total

Brasil

54,264

2.11

478,0

1.66

2,83

1.3

111,9

2.22

11,0

2.32

Rusia

67,26

2.62

90,65

0.31

5,752

2.64

130,5

2.59

12,9

2.71

India

76,777

2.99

835,2

2.89

1,218

0.56

132,6

2.63

13,1

2.76

China

131,426

5.11

661,0

2.29

5,754

2.64

306,3

6.08

30,5

6.41

RAS

18,698

0.73

74,37

0.26

1,886

0.86

32,0

0.63

3,1

0.64

Total

348,425

13.56

2,139,1

7.41

17,44

8.0

713,2

14.15

70,6

14.84

                       

Significado de las siglas: AIF, Asociación Internacional de Fomento; OMGI, Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones; FMI, Fondo Monetario Internacional; DEG, Derechos Especiales de Giro (gestionados por el FMI).

Fuente: Liu Z. & Papa M., «Can BRICS De-dollarize the Global Financial System» in Elements in the Economics of Emerging Markets, Cambridge University Press, enero 2022, Tabla 5, p. 56.Fuente: Liu Z. & Papa M., «Can BRICS De-dollarize the Global Financial System» in Elements in the Economics of Emerging Markets, Cambridge University Press, enero 2022, Tabla 5, p. 56.

La emergencia de la desglobalización y sus consecuencias

Estamos, en efecto, y desde hace varios años, en presencia de un fenómeno de » desglobalización » o » desmundialización «. Así lo han reconocido el FMI y otras instituciones internacionales.

Por lo tanto, desde la década de 2010 se ha producido un importante retroceso del multilateralismo, tal y como señalan las organizaciones internacionales. Ahora se adopta la forma de los llamados » re-shoring » o » friendly shoring » y, en general, de medidas proteccionistas que preocupan cada vez más a las instituciones del «Norte»[2]. Estas medidas proteccionistas no se limitan a las restricciones a las importaciones, sino que ahora afectan cada vez más a las restricciones a las exportaciones, que a menudo se adoptan en zonas consideradas «estratégicas».

Este fenómeno va acompañado de un estancamiento, incluso un retroceso, del comercio mundial en porcentaje del PIB, un estancamiento que parece remontarse a la crisis financiera de 2007-2009. En retrospectiva, esta crisis parece haber sido una gran crisis de la globalización, de la que no se aprendieron todas las lecciones.

Ahora nos enfrentamos a un mundo que ya no puede regirse por un único conjunto de reglas a-políticas. El fin de la globalización se mide esencialmente por el retorno de la POLÍTICA (y no de la «política») a las relaciones internacionales, es decir, a la «relación amigo/enemigo». La desglobalización que se desarrolla ante nuestros ojos está impulsada por el retorno de las naciones, y la crisis del multilateralismo no fue otra cosa que el retorno de la política a escala mundial.

El fenómeno de la globalización, y lo que se convirtió en un «hecho social», es un doble movimiento: la combinación, pero también el enmarañamiento, de los flujos de mercancías y de los flujos financieros Y el desarrollo de una forma de gobierno (o gobernanza) en la que lo económico parece destinado a primar sobre lo político. En efecto, la «globalización» se caracteriza por un doble movimiento en el que las empresas intentan primar sobre los Estados y sobre la política. Este proceso conduce a la negación de la democracia. En este punto, sin embargo, ahora podemos observar un retorno al control estatal de estos flujos, un retorno victorioso de la Política. Este movimiento se denomina retorno de la Soberanía Estatal.

Hay que recordar que este fenómeno fue iniciado por Estados Unidos.

En realidad, este desafío al multilateralismo lo inició uno de los países que más había hecho por imponerlo: los Estados Unidos. De hecho, la globalización dio sus primeros pasos con la introducción de medidas, como la Foreign Corrupt Practices Act, una ley aprobada en 1977, que cobró toda su importancia con una enmienda de 1998 y su agresiva aplicación a partir de la década de 2000, y la Foreign Account Tax Compliance Act de 2010. La retirada de EEUU del acuerdo de Viena con Irán (Plan Integral de Acción Conjunta), desempeñó también un papel acelerador. Su objetivo no era exclusivamente aislar a Irán mediante sanciones económicas también permitió golpear a Francia y Alemania (El temor a las represalias derivadas de la aplicación extraterritorial de la legislación estadounidense, de hecho incitaron a varios países a adoptar «contramedidas» concertadas).

Por tanto, Estados Unidos será considerado históricamente como el país que inició la destrucción de un orden del que era el principal beneficiario.

Sin embargo, la destrucción del antiguo orden plantea una serie de problemas:

  • ¿Será el nuevo orden el resultado de la aparición de una nueva «superpotencia» (como con Estados Unidos, que sucedió a Gran Bretaña), o asistiremos a la configuración gradual de un orden internacional sobre una base multipolar?
  • La construcción de un orden mundial basado en la multipolaridad plantea a su vez la cuestión de si pueden surgir términos y conceptos comunes entre estos diferentes polos. ¿Entrarán en una lógica en la que la cooperación domine sobre la competencia, o la competencia (en forma de policentrismo activo) primará sobre la cooperación?
  • ¿Cuál es el ritmo del cambio? ¿Podría producirse de forma «catastrófica» tras una nueva crisis (o guerra) internacional o, por el contrario, se caracterizará por un periodo de transición relativamente largo que permita a las instituciones potencialmente competidoras encontrar formas de trabajar juntas y regular?

Estas cuestiones resumen la complejidad de los problemas planteados por el fin de un «viejo orden» y el surgimiento de un «nuevo orden». Incluso en el caso del surgimiento del orden posterior a la Segunda Guerra Mundial, el periodo de su aplicación se extiende desde 1944 hasta principios de los años cincuenta, con la aparición del movimiento de descolonización, la estabilización progresiva del FMI y del GATT.

También sería un error simplista si contraponemos la construcción de un nuevo orden mundial mediante una acción concertada de los países a la construcción de un nuevo orden mundial con la aparición de una nueva potencia dominante. En el primer caso, es evidente que algunos países tienen más peso que otros, y en la aparición de una nueva potencia dominante, los elementos de concertación estarán necesariamente presentes. Lo que parece descartado es que se repita la situación de 1990-1992 con la emergencia, aceptada entonces, de Estados Unidos como potencia universalmente dominante.

Un caso de aplicación del Policentrismo: el sistema monetario internacional.

Hay que decir que el orden monetario internacional también se ha resquebrajado. Desde el final de los Acuerdos de Bretton Woods en 1973, éste se ha basado en un sistema que puede describirse como patrón dólar. Este sistema siempre ha sido relativamente disfuncional, pero lo ha sido cada vez más desde la década de 2000.

La tesis de Michel Aglietta del «fin de las monedas clave»[3], sustituidas por monedas multinacionales ha sido, por el momento, un fracaso. La dimensión de «bien público» de una moneda internacional, aunque innegable, no ha sido suficiente para engendrar la creación de una auténtica moneda internacional. La cuota del euro, que fue precisamente un intento en este sentido [4], sigue siendo significativamente inferior a la cuota de las monedas europeas en las reservas de divisas de los Bancos Centrales antes de 1999.

Cuadro 3

Fuente: COFER, FMI (a través de la presentación de J. Sapir)

Esta incapacidad del euro para estar a la altura de las ambiciones de sus partidarios se ha atribuido a varias causas: la falta de un punto de referencia político en el que apoyarse y los problemas relacionados con la estructura de gobernanza, el dilema de Triffin invertido (la eurozona tiene generalmente un superávit comercial con el resto del mundo) y las sucesivas crisis que han sacudido la eurozona.

Si tanto el dólar como el euro están cayendo, se debe al aumento de «otras monedas» utilizadas como reservas por los bancos centrales. Por lo tanto, es evidente, y así ha sido desde 2010, que asistimos a una tendencia a la fragmentación del sistema monetario internacional, tendencia impulsada en parte por preocupaciones geopolíticas de seguridad.

Cuadro 4

Fuente: COFER, FMI, a través de la presentación de J. Sapir

El aumento de «otras divisas» en las reservas internacionales, un claro indicador de la fragmentación del sistema monetario internacional, se aceleró con la crisis de Covid-19. Pero ya existía antes de la pandemia. Lo importante es que la participación del dólar estadounidense aceleró su caída con la crisis sanitaria y después, tras un pequeño repunte vinculado al inicio de las operaciones militares en Ucrania (repunte que está relacionado con el papel de EE.UU. como líder de la OTAN) empezó a caer bruscamente de nuevo, a pesar de este papel dirigente. Se trata de un punto importante, aunque de difícil interpretación en estos momentos: ¿está pagando los Estados Unidos la relativa ineficacia de la OTAN en Ucrania, o está sufriendo el dólar las consecuencias de la diversificación de las monedas de pago en el marco de lo que debe llamarse un proceso de «desdolarización»?

Gráfico 5

Fuente: COFER, FMI, a través de la presentación de J. Sapir

En este contexto, la perspectiva de una «moneda BRICS» es interesante, pero este proyecto es, y será, complejo de realizar. Planteará el problema de implicar a países de tamaños económicos muy diferentes. Esta moneda, si ve la luz, será además una «moneda común» y no una «moneda única» según el modelo del euro. Por otra parte, aún no se ha decidido si esta moneda se utilizará únicamente para las transacciones dentro de los BRICS (en cuyo caso sería una especie de cámara de compensación para el comercio entre los países interesado), o si será una moneda capaz de gestionar el comercio entre los países BRICS (incluidos los nuevos miembros) y el resto del mundo. Este proyecto sólo puede ser parcial y a largo plazo, y no verá la luz hasta dentro de varios años. No obstante, es sumamente interesante y añade una piedra más al policentrismo monetario que se está implantando en la actualidad.

El dólar lleva mucho tiempo perdiendo influencia, pero lentamente. Es un testimonio del dilema de Triffin, y ha ido acompañado de una reducción de la cuota de la economía estadounidense en la economía mundial. Por razones institucionales, como su uso masivo como unidad de cuenta en muchos mercados de materias primas, y por razones de conveniencia práctica.

Globalización y desoccidentalización del mundo

La «desglobalización» a la que asistimos se traduce en una fragmentación de la escena internacional en «bloques» más o menos antagónicos. Las hostilidades en Ucrania han tendido a endurecer los antagonismos, como se desprende de las propuestas de transformar el G-7 en una «OTAN» económica. Pero estas hostilidades no crearon el fenómeno. Se venía gestando desde 2014 y con la expulsión de Rusia del G8, así como la creciente disputa comercial entre China y Estados Unidos y el asunto «Huawei».

Esta fragmentación es claramente visible en el ámbito monetario y financiero. Es sin duda donde el potencial de conflicto es mayor. De hecho, la fragmentación actual hace improbable que surja un nuevo «Bretton Woods» (1944) o incluso nuevos «Acuerdos de Jamaica» (1971), lo que implicaría la aparición de algún tipo de consenso internacional. Tal consenso no está descartado. Pero sigue siendo muy improbable en la actualidad, y requerirá que los distintos bloques lleguen a compromisos conscientes si quieren lograrlo.

Sobre este punto, hay que decir que la amenaza de una «confiscación» de los activos rusos congelados por las decisiones de Estados Unidos y la Unión Europea supone un riesgo importante para los flujos financieros internacionales y la IED. En efecto, si se pasara de una «congelación» a una «confiscación», aparte de que Rusia tomaría sin duda medidas recíprocas, el mensaje que se enviaría al «resto del mundo» sería que los países que componen el «Occidente colectivo» no respetan la propiedad ajena.

Cabe señalar que Estados Unidos ya ha realizado gestos de este tipo, aunque mucho menos potentes simbólicamente, en relación con Irak (donde podría afirmarse que el Estado iraquí había desaparecido tras la invasión estadounidense) y Afganistán. Una medida de este tipo pondría en entredicho la seguridad de los capitales y las inversiones (en particular, las inversiones de los fondos soberanos) a escala mundial, y provocaría una ruptura de los flujos financieros y de IED entre los países del «Occidente colectivo» y el resto del mundo.

La decisión de los países productores de hidrocarburos de Oriente Medio de empezar a «salir» de la zona del dólar, decisión que puede vincularse a la amenaza de confiscación de activos rusos, es sin duda la forma más significativa de esta fragmentación monetaria.

La » des-globalización » es también en gran medida una » des-occidentalización del mundo, que se refleja sobre todo -pero no exclusivamente- en la contracción de la influencia de Europa.

  • La «aldea global» (Mc Luhan) ya no habla sólo inglés. Asistimos a un aumento de las representaciones divergentes del «Sur» frente a las del «Norte». Este aumento de las representaciones divergentes es también el resultado del auge de los medios de comunicación del «Sur» (India, Indonesia, Singapur, pero también Sudáfrica, Nigeria, Kenia, y también Brasil y Argentina). Desde este punto de vista, cabe establecer una comparación entre la situación en el momento de la operación internacional de Kuwait (1991), cuando las representaciones estadounidenses (a través de la CNN) eran ampliamente dominantes, y la situación actual, marcada por una pluralidad de medios y vectores de información, con la rápida aparición de medios y vectores procedentes del «Sur». Los países del «Occidente colectivo» tendrán que acostumbrarse a dejar de ser dominantes en la información, e incluso a estar cada vez más marginados.
  • Europa, en el sentido de la Unión Europea, es sin duda la más afectada por este fenómeno porque ha abdicado de toda autonomía política y no ha logrado construir un «poder blando» global. Desde este punto de vista, la crisis del proceso de avance hacia el federalismo europeo es evidente. Aunque con cada nueva crisis económica (la crisis de la deuda tras la crisis de las subprime, la crisis de Covid-19, la crisis energética) se intenta llevar a la UE hacia un modelo federal, cada uno de estos intentos sólo sirve para poner de relieve el problema de la crisis de legitimidad del modo de gobernanza de la UE y la aleja cada vez más del ámbito genuinamente político para llevarla hacia ámbitos técnicos, en los que la aplicación de cualquier medida vuelve a tropezar con una cuestión de legitimidad política.

Las perspectivas de crecimiento mundial no hacen sino reflejar esta tendencia a la «des-occidentalización» del mundo y su des-europeización.

Cuadro 3

Tasas de crecimiento por grupos de países desde la crisis de Covid-19

 

2019

2020

2021

2022

2023

2024

 

Mundo

2,80%

-2,80%

6,30%

3,40%

2,80%

3,00%

 

Economías avanzadas
De las cuales:

1,70%

-4,20%

5,40%

2,70%

1,30%

1,40%

 

Unión Europea

2,00%

-5,60%

5,60%

3,70%

0,70%

1,60%

 

Zona EURO

1,60%

-6,10%

5,40%

3,50%

0,80%

1,40%

 

Estados Unidos

2,30%

-2,80%

5,90%

2,10%

1,60%

1,10%

 

Japón

-0,40%

-4,30%

2,10%

1,10%

1,30%

1,00%

 

Economías emergentes y en desarrollo

3,60%

-1,80%

6,90%

4,00%

3,90%

4,20%

 

De las cuales:

 

Economías emergentes

de Asia

5,20%

-0,50%

7,50%

4,40%

5,30%

5,10%

 

Economías emergentes

de Europa

2,50%

-1,60%

7,30%

0,80%

1,20%

2,50%

 

2023 and 2024 are forecasts. 2022 are estimates. Source: IMF, World Economic Outlook, Appendix A, https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2023/04/11/world-economic-outlook-april-2023#statistical

Es de esperar que la creación de «bloques» antagónicos permita, no obstante, que continúen los flujos comerciales y financieros entre ellos. En este caso, pasaríamos de un mundo «global» o «globalizado» a un mundo multipolar pero «conectado».

Sin embargo, el flujo de mercancías, finanzas e información no se detendrá, pero ya no estará dominado por los países del «Norte».

El impacto dentro de los países.

Los cambios en el orden mundial a los que hemos asistido desde finales de 2019 han supuesto el fin del contrato social implícito que dominaba en los países desarrollados.

  • La fuerte subida de precios iniciada a mediados de junio de 2021 está poniendo en crisis un modelo social basado en la financiarización acelerada y en el mantenimiento de la estabilidad de precios, posible gracias a los flujos de importaciones a bajo coste.
  • Esto condujo a la constatación, más o menos rápida y en mayor o menor medida según los países, de que el modelo de crecimiento asociado a la des-industrialización ya no podía mantenerse.
  • La conciencia de los límites ecológicos del antiguo modelo de crecimiento – límites que con demasiada frecuencia se reducen a la cuestión del cambio climático, pero que en realidad incluyen la cuestión de los residuos y la contaminación del suelo y el agua – también se vio agudizada por la conmoción social causada por la pandemia del COVID-19.

Pero estos cambios no se limitan a las economías desarrolladas. El «nuevo orden mundial» implica un cambio de modelo de desarrollo para los países del «Sur colectivo»:

  • Para Rusia, lo que está en entredicho es la estrategia de desarrollo adoptada desde la década de 2000, basada en vínculos de dependencia recíproca con las economías europeas (energía/productos manufacturados). El modelo de venta de energía barata a cambio de inversiones industriales e importaciones de bienes manufacturados y tecnología ha quedado invalidado. Rusia no está sola en este sentido. India y China podrían enfrentarse a retos similares en los próximos meses o años.
  • ¿Hasta qué punto la INDIA responderá a la creciente presión de Estados Unidos? ¿Podría surgir un modelo «neo-nacionalista» que reviva las políticas de los años 50 y 70?
  • ¿Qué perspectivas tiene CHINA ante la escalada del conflicto comercial con Estados Unidos?
  • ¿Está ganando terreno un modelo de «soberanía económica»? ¿Cómo se desarrollarán los «modelos» específicos de industrialización en TURQUÍA e INDONESIA, pero también en países como Argelia, Egipto, Nigeria y África Occidental?

(En general, los BRICS han tendido a ser menos abiertos en los diez años transcurridos desde la crisis de 2008-2010. Los países BRICS han tratado de reducir su dependencia del comercio internacional, y este proceso debería acelerarse de forma natural en las circunstancias actuales, marcadas por la creciente politización del comercio internacional. Esto refleja la necesidad de estos países de construir y desarrollar sus mercados nacionales. Pero también refleja la constatación de que los intercambios económicos pueden ser explotados por la «potencia dominante» y que, más allá de cierto límite, pueden resultar una fuente de vulnerabilidad. ¿Darán lugar estos cambios a un nuevo «pacto social para la producción»?)

¿Estamos volviendo al «sentido común» proteccionista tras los excesos del «libre comercio»?

Conclusión

  • Desde principios de 2022, asistimos a una aceleración de las transformaciones que ya estaban en marcha en la economía mundial desde hacía al menos una década. Estas transformaciones suponen el fin del orden mundial surgido a principios de la década de 1990.
  • Esta sentencia de muerte adopta la forma del ascenso de las organizaciones no occidentales (BRICS, OCS) en la vida internacional, el cuestionamiento brutal del libre comercio generalizado y del sistema monetario internacional. Este cambio en el orden mundial adopta la forma de una des-occidentalización del mundo y pretende, con razón o sin ella, tener sus raíces en el movimiento de descolonización de los años cincuenta y sesenta.
  • Pero estas transformaciones afectan también al pacto social, implícito o explícito, que funcionaba en la mayoría de los países desarrollados y en desarrollo. Esto hace imposible que los países desarrollados continúen por el camino que han seguido desde principios de los años noventa.
  • Este cambio significa que los países emergentes y en desarrollo tendrán que liberarse de la financiarización de las actividades y no tratar de imitar la trayectoria pasada de los países desarrollados. En ambos casos, es evidente que el Estado tendrá que desempeñar un papel más importante -directa e indirectamente- en la actividad económica y en la estructuración de la sociedad.

NOTA

*El dilema de Triffin es el conflicto de intereses económicos que surgen entre los objetivos nacionales e internacionales para los países cuyas monedas sirven como monedas de reserva mundial. Este dilema fue identificado por primera vez en la década de 1960 por el economista Robert Triffin, quien señaló que el país cuya moneda sirviese como reserva mundial, debía proporcionar suficiente liquidez global para estimular la actividad económica mundial, pero, por otro lado, esta emisión de moneda contribuiría a provocar dudas sobre su capacidad de mantener la convertibilidad de la moneda respecto al oro.

El uso de una moneda nacional, como es el dólar norteamericano, como moneda de reserva mundial conduce a una tensión entre su política monetaria nacional y global. Esto se refleja en los desequilibrios fundamentales en la balanza de pagos, en concreto el déficit de su balanza por cuenta corriente, ya que unos objetivos requieren una salida de dólares de Estados Unidos, mientras que otros requieren un flujo de entrada.

* Economista francés