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El valor geopolítico de los "mediterráneos" del mundo

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
domingo 23 de abril de 2023, 00:00h

Acepto con agrado la invitación del Observatorio para proponerle un resumen de mi artículo "Hegemonía y Mediterráneos", contenido en el número de 1/2021 de Eurasia. Rivista di studi geopolitici[1], que acaba de entrar en imprenta. Pocos días después de la publicación del volumen, de hecho, la Marina, el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera estadounidenses dieron a conocer una estrategia conjunta titulada "Ventaja en el mar[2].

Marco Ghisetti

Marco Ghisetti

Acepto con agrado la invitación del Observatorio para proponerle un resumen de mi artículo "Hegemonía y Mediterráneos", contenido en el número de 1/2021 de Eurasia. Rivista di studi geopolitici[1], que acaba de entrar en imprenta. Pocos días después de la publicación del volumen, de hecho, la Marina, el Cuerpo de Marines y la Guardia Costera estadounidenses dieron a conocer una estrategia conjunta titulada "Ventaja en el mar[2].

La divulgación de este tipo de documentos es un acontecimiento tan significativo como poco frecuente, que sólo se produce bajo los plenos auspicios de la Junta de Jefes de Estado Mayor de Estados Unidos, es decir, la institución que reúne a las más altas jerarquías de las distintas instituciones militares estadounidenses. Para comprender su importancia, la divulgación más reciente de una estrategia conjunta se remonta a 2015, con el documento que dio el pistoletazo de salida oficial a la estrategia de "multilateralismo" seguida por el último gobierno de Obama y por todo el de Trump[3]. De hecho, las directrices esbozadas en las estrategias conjuntas -que "Ventaja en el mar" especifica que se aplicarán "durante la próxima década"- guían las acciones de las instituciones militares estadounidenses independientemente de los distintos inquilinos y gobiernos que se formen en la Casa Blanca.

Pues bien, no puedo dejar de señalar que la nueva estrategia estadounidense sigue perfectamente lo que identifiqué en el artículo "La hegemonía y el Mediterráneo" y, en sus perspectivas aunque diferentes, en los demás artículos del volumen. Por supuesto, esto no se debe a mis contactos dentro del Estado Mayor estadounidense, que me permitieron leer el documento antes de su publicación oficial, sino a que un buen método para comprender las principales directrices por las que se desarrollará la acción de un actor político consiste en combinar las objetividades geográficas con las subjetividades representativas y las contingencias internacionales que caracterizan a ese actor. En los párrafos siguientes resumiré las conclusiones de mi estudio superponiéndolas a la nueva estrategia estadounidense, intentando así ofrecer una interpretación fructífera de cómo caracterizará Estados Unidos su política exterior en la próxima década.

La hegemonía y el Mediterráneo

El artículo "Hegemonía y Mediterráneo" parte de las siguientes premisas teóricas, que unen la geografía marxista francesa (Yves Lacoste) con la escuela neorrealista estadounidense (John J. Mearsheimer):

(1) Existen tres grandes mares mediterráneos en el mundo: el Mediterráneo euroárabe, el Mediterráneo americano (Golfo de México y Florida) y el Mediterráneo asiático (Mar de China Meridional y Oriental). Un actor interno en un Mediterráneo puede alzarse con la hegemonía regional convirtiéndose en el actor más poderoso de la región, unificando y cerrando esas aguas a los actores externos, aumentando así exponencialmente su propio poder. Por otro lado, un actor externo puede proyectar fácilmente su armada en el Mediterráneo y desempeñar la función de "equilibrador de ultramar", es decir, impedir, mediante una estrategia de alianzas con actores locales secundarios y la proyección de su propia armada, que un aspirante hegemónico alcance la hegemonía. Por sus características geográficas, los tres grandes Mediterráneos son las zonas más extensas sobre las que una potencia regional puede imponer su hegemonía. La unificación del mundo bajo un solo Estado es imposible debido a la "fuerza de contención" del agua y a ciertos obstáculos terrestres.

(2) Ser el único hegemón regional del mundo es la mejor condición para un actor político, ya que con ello el Estado consigue una situación de seguridad benigna y multiplica exponencialmente su poder. Por esta razón, una vez alcanzada la hegemonía, el hegemón regional haría todo lo posible por impedir que otro actor hiciera lo mismo con su propia macrorregión, ya que ello implicaría una drástica disminución de su propio poder relativo.

Dicho esto, el artículo investiga la situación en los tres grandes Mediterráneos del mundo, que puede resumirse telegráficamente de la siguiente manera:

(a) el Mediterráneo americano está hegemonizado por Estados Unidos. Actualmente son la única hegemonía regional del mundo, lo que les proporciona un multiplicador de poder. A Estados Unidos le interesa impedir la aparición de un segundo hegemón regional, ya que ello equilibraría drásticamente el reparto del poder mundial y pondría fin a su abrumador poder. Además, las características geopolíticas particulares de Norteamérica hacen de Estados Unidos la "verdadera isla contemporánea", el "heredero necesario del imperio marítimo británico", un Estado que disfruta de una "posición insular a escala continental", característica que lo hace especialmente proclive a la dominación talasocrática: una dominación hacia la que se lanzó ya a finales del siglo XIX y que coronó con la victoria en la Segunda Guerra Mundial, cuando derrotó a cualquier otro aspirante hegemónico y afianzó también su armada en el Mediterráneo europeo y asiático. Por último, uno de los componentes clave de ese dominio talasocrático se basa también en la promoción y defensa de valores y sistemas políticos y económicos funcionales a la promoción del expansionismo comercial estadounidense, sin el cual el sistema económico estadounidense implosionaría.

(b) El Mediterráneo asiático se caracteriza, tras la derrota del Japón imperial y de la Unión Soviética -contra los que EEUU está lanzando su potencial bélico-, por la presencia de un nuevo retador hegemónico: China. Aunque China aún no ha publicado una estrategia global para su macrorregión, la forma en que Pekín se refiere a Taiwán como una "provincia rebelde" que volverá a la patria o al Mediterráneo asiático como el "Mar de la China Meridional", abrazado por una "línea de nueve rayas" que demarca las "aguas territoriales chinas" sobre las que Pekín goza de "derechos históricos exclusivos", delatan cuáles son las intenciones de China de imponer su propia Doctrina Monroe en la zona, ni más ni menos que lo que hizo EE.UU. en América.

Por otra parte, el crecimiento económico, político y militar de China sólo puede tentar a Pekín a imponer su propia hegemonía regional, que sólo puede producirse mediante la expulsión de la marina estadounidense del Mediterráneo asiático. Sin embargo, para un actor externo, una Doctrina Monroe china o con características chinas no sería tan diferente del proyecto japonés de crear una zona de coprosperidad común asiática. Si Estados Unidos renunciara a su función de "equilibrador de ultramar" en Asia, China podría alzarse plenamente con la hegemonía regional, decretando un drástico equilibrio en la distribución internacional del poder y el fin de la unipolaridad estadounidense. Además, una China erigida en hegemónica no se quedaría encerrada en Asia, sino que avanzaría aún más rápido hacia Europa a través de su propio proyecto de Nueva Ruta de la Seda, con el que intenta unir los dos extremos de Eurasia (el Mediterráneo asiático y el europeo). Por esta razón, una disminución drástica de la presencia estadounidense en Europa redunda en interés de China a largo plazo. Con una China regionalmente hegemónica, a EEUU le resultaría aún más difícil y costoso contrarrestar el expansionismo chino en otros teatros internacionales a través de su propia armada, e incluso podría ver amenazada su propia hegemonía en las Américas.

(c) El Mediterráneo europeo se caracteriza por la ausencia de un retador hegemónico, pero también por una mayor inestabilidad. Toda la costa norte forma parte de la Alianza Atlántica, constituyendo así un protectorado estadounidense. Además, las clases dirigentes europeas tienden a creer que sus propios intereses coinciden con los "atlánticos y occidentales". En consecuencia, promueven y protegen las políticas de fraccionamiento estadounidenses en lugar de buscar la hegemonía regional. Las costas meridionales del Mediterráneo europeo se caracterizan por ser el lugar donde los países mediterráneos luchan entre sí para aumentar su propio poder en detrimento de otros Estados mediterráneos, promoviendo de hecho aún más las políticas de fraccionamiento estadounidenses. Lo contrario ocurre en las costas orientales, donde, tras la resistencia del régimen sirio de al-Assad, a la política estadounidense de fraccionamiento se ha unido otra igual y opuesta llevada a cabo por las potencias telúricas de Rusia, Irán y China. Estas tres potencias tienen interés en impedir un mayor fraccionamiento del mundo que favorezca a Washington y, en su lugar, pretenden unificar la región bajo su influencia y expulsar la influencia estadounidense para caracterizarse como potencias hegemónicas regionales.

A la luz de estas conclusiones, el artículo concluye investigando las dos tendencias diferentes y principales de "fraccionamiento" e "integración" que persiguen, respectivamente, Estados Unidos, por un lado, y China, Rusia e Irán, por otro[4]. Estas dos tendencias iguales y opuestas están convirtiendo el Mediterráneo europeo y asiático en "espacios de descarga" de las tensiones internacionales, es decir, donde se jugarán las partidas más importantes por la dominación mundial: la de seguir siendo el único hegemón regional del mundo frente a la de arrebatar la unipolaridad a Estados Unidos.

China es actualmente el principal aspirante, ya que es el único Estado capaz de lograr la hegemonía regional y, a partir de ahí, elevarse al mismo nivel que Estados Unidos. Por consiguiente, el principal interés de Estados Unidos será sabotear los diversos proyectos de integración que se están llevando a cabo a caballo entre el Mediterráneo europeo y el asiático (es decir, un interés de fraccionamiento), mientras que el interés de China, Rusia e Irán es poner sus macrorregiones bajo su influencia y expulsar a Estados Unidos (es decir, un interés de integración).

La ventaja en el mar

Así reza el artículo "La hegemonía y el Mediterráneo". Pues bien, la estrategia naval estadounidense que acaba de publicarse confirma plenamente lo señalado en el artículo.

La estrategia de "la ventaja en el mar" confirma que "Estados Unidos es una nación marítima. Nuestra seguridad y prosperidad dependen de los mares",[5] que Rusia y China (con el añadido de Irán) son las principales amenazas porque como resultado de sus "agresivos desarrollos navales y modernizaciones militares" podrían intentar e incluso conseguir expulsar a EEUU de ciertos mares y de la gestión de ciertos "puntos neurálgicos estratégicos" (estrechos, istmos, bases y rutas navales), arrebatándole la supremacía marítima. En concreto, la mayor amenaza la representa China, ya que "ha puesto en marcha una estrategia y un enfoque revisionistas[6] que apuntan al núcleo del poder marítimo estadounidense [es decir,] pretende corroer la gobernanza marítima internacional, denegar el acceso a los centros logísticos tradicionales, inhibir la libertad de los mares, gestionar el uso de los cuellos de botella neurálgicos, disuadir nuestra participación en disputas regionales y sustituir a Estados Unidos como colaborador preferente en países de todo el mundo". Además, mientras que la flota estadounidense está dispersa por todo el mundo, la de China se concentra en el Pacífico, donde "pretende establecer su propia hegemonía regional [y] también está ampliando su alcance global [con la] Nueva Ruta de la Seda", siendo capaz de proyectarse tan lejos de sus costas como nunca antes había podido hacerlo.

Además, la estrategia de la "ventaja en el mar" identifica el Ártico (también en cierto modo un "Mediterráneo", como se señaló en el tema de "Eurasia") como una zona que acaba de abrirse a la competencia marítima entre EEUU, Rusia y China. Por este motivo, los estrategas estadounidenses consideran que, dado que Estados Unidos es una "potencia marítima", no puede permitir que sus competidores rivales utilicen en su beneficio el poder marítimo que obtendrían con el dominio del Ártico. Advantage at Sea" escribe textualmente: "no podemos ceder influencia[...]. En las próximas décadas se producirán cambios en la región ártica que tendrán un impacto significativo [en] el equilibrio de poder mundial"; una zona, el Ártico, en la que la Marina estadounidense sufre actualmente un gran retraso tecnológico y estratégico con respecto a Rusia y China.

Los mediterráneos de Eurasia como "espacios de descarga

Según los estrategas estadounidenses, Estados Unidos no sólo es una nación marítima que deriva su poder del dominio sobre el mar, sino que el propio poder que puede extraerse del mar ha aumentado en la actualidad, ya que al integrar el poder naval con otros dominios no puramente militares es posible "multiplicar la influencia tradicional del poder marítimo para producir una fuerza total más competitiva y letal". En este sentido, se puede entender el imperativo categórico de la estrategia conjunta que acaba de publicarse: reafirmar y defender el dominio marítimo estadounidense en los viejos y nuevos teatros marítimos explotando su armada y saboteando cualquier proceso de integración significativo.

Pues bien, dado que Estados Unidos es y se ve a sí mismo como una potencia marítima cuya seguridad y prosperidad dependen de su supremacía naval y de su capacidad para tener libre acceso a los diversos mares del mundo, y dado que los mayores desafíos al dominio estadounidense son los actores euroasiáticos (China, Rusia, Irán), los diversos mediterráneos del continente euroasiático -tanto los principales como los mediterráneos europeo y asiático y otros más pequeños como el Báltico o el Azov, añadiendo el Mediterráneo Ártico- serán los lugares donde, tal y como afirma la estrategia de la "ventaja en el mar", EEUU centrará su armada y sus esfuerzos fraccionados para impedir que los retadores regionales cierren esas aguas mediterráneas a la influencia y el poder marítimo estadounidenses. Y por esta razón, para entender la estrategia de la superpotencia estadounidense "para la próxima década" -una década en la que las altas esferas de las instituciones militares estadounidenses creen que "nuestras acciones en esta década conformarán el equilibrio del poder marítimo para el resto del siglo"- no se puede prescindir de un conocimiento profundo de la condición y la situación geopolíticas de los diversos "mediterráneos de Eurasia", es decir, de aquellos lugares que -debido a la doble tendencia de "fraccionamiento" (Estados Unidos) e "integración" (China, Rusia, Irán)- se están convirtiendo en "vertederos" de tensiones internacionales, es decir, donde se jugarán las partidas más importantes por el dominio mundial en la década que acaba de comenzar.

En este sentido, el número 1/2021 "Los Mediterráneos de Eurasia" que acaba de publicar Eurasia. Rivista di studi geopolitici[7] ofrece un estudio en profundidad de esos lugares y de la forma en que se están convirtiendo en "vertederos" de tensiones internacionales; lugares en los que -repitiendo por última vez las palabras de la cúpula militar estadounidense- las acciones que lleven a cabo los principales actores internacionales en esta década "configurarán el equilibrio de poder marítimo mundial para el resto del siglo". El conflicto entre las grandes potencias en estas aguas desembocará, por tanto, en la victoria de la talasocracia estadounidense o en su desaparición. No se puede entender la gran dinámica de poder internacional que tendrá lugar en la década que acaba de comenzar sin tener esto en cuenta.

[1] Marco Ghisetti, Hegemonía y Mediterráneo, en Eurasia. Journal of Geopolitical Studies, vol. 1/2021, pp. 35-51

[2] Advantage at Sea.Prevailing with Integrated All-Domain Naval Power, se puede encontrar en: https://media.defense.gov/2020/Dec/16/2002553074/-1/-1/1/TRISERVICESTRATEGY.PDF

[3] Una estrategia cooperativa para el poder marítimo del siglo XXI

[4] Una primera perspectiva entre estas dos tendencias, desarrollada posteriormente en "Hegemonías y Mediterráneos", se presentó aquí: https://www.eurasia-rivista.com/integrazione-e-frammentazione-libano-e-bielorussia/

[5] Citamos directamente el documento oficial. Nuestras traducciones.

[6] Para una crítica de la acusación de "revisionismo internacional" lanzada contra China, Rusia e Irán, véase: Marco Ghisetti, Rusia, China e Irán: ¿potencias revisionistas?, Opinio Juris, 2020, https://www.opiniojuris.it/russia-cina-e-iran-potenze-revisioniste/ .

[7] El nuevo número de "Eurasia" puede consultarse en: https://www.eurasia-rivista.com/negozio/lxi-i-mediterranei-delleurasia/

Marco Ghisetti es licenciado en Política Mundial y Relaciones Internacionales y en Filosofía. Ha trabajado y estudiado en Europa, Rusia y Australia. Se ocupa principalmente de geopolítica, tanto práctica como teórica, teoría política y filosofía política, con especial atención a las corrientes neo-eurasiaristas y al pensamiento comunitario. Colabora con la revista geopolítica Eurasia y el Observatorio de la Globalización.

La geopolítica angloamericana y el mar

Andrea Scarano

"Talasocracia" es el interesante ensayo de Marco Ghisetti sobre las relaciones de poder mundiales relacionadas con la tierra, el agua y el aire

Las descripciones metódicas de los espacios, los equilibrios y la distribución del poder entre los Estados se encuentran entre las principales modalidades de un enfoque geopolítico de las relaciones internacionales.  Si este tipo de análisis conserva su validez frente a las profundas transformaciones económicas, tecnológicas y militares de nuestro tiempo es una de las cuestiones que plantea Marco Ghisetti (autor de Talasocracia - Los fundamentos de la geopolítica angloamericana, publicado en 2021 por Anteo edizioni), comparando el pensamiento de los "pioneros" y clásicos del tema - Mahan, Mackinder y Spykman - que vivieron el cambio de los siglos XIX y XX, sin olvidar los desarrollos más recientes.

Potencias marítimas y potencias terrestres

El hecho de que la disquisición no concierna exclusivamente a los círculos académicos resulta evidente en el curso de una narración basada en gran medida en la centralidad del dominio del mar y el control de sus centros neurálgicos, en el contraste entre potencias navales y terrestres, en la perenne necesidad de Estados Unidos -potencia "insular" de facto, heredera del Imperio Británico- de expandirse en busca de nuevos mercados y de dotarse, tanto en tiempos de paz como de guerra, de una flota eficaz también por razones de defensa nacional.

La relevancia de factores como la geografía como elemento permanente, el carácter ilusorio de la idea de que los conflictos de intereses entre naciones "civilizadas" no pueden desembocar en guerras y el peso decisivo de la acción humana introducen en el debate categorías imperceptiblemente móviles como el "corazón de la tierra", la zona pivotante del continente asiático que de hecho puede extenderse hasta Alemania, sin salida al mar y fulcro del poder terrestre, reserva inagotable de materias primas de donde proceden las recurrentes amenazas a la supremacía de Washington.

El análisis de la relación especial entre esta última y Londres ofrece elementos de reflexión sobre la elección casi apriorística de Inglaterra (geográficamente "parte de Europa") de boicotear sistemáticamente la idea de un continente unificado también porque -como recordaba hace años Jean Thiriart- ello habría provocado la creación de una fuerza capaz de invadirla. En este sentido puede interpretarse la advertencia de Mackinder - partidario convencido en 1943 de una alianza ampliada a la Unión Soviética y a Francia como "cabeza de puente" - de que Estados Unidos debía participar activamente en las políticas de equilibrio auspiciadas por el Reino de Su Majestad, orientadas a oponerse al enemigo terrestre alemán bajo la apariencia de potencias anfibias.

La antinomia entre los pueblos marítimos, democráticos e idealistas, por un lado, y los pueblos terrestres, autoritarios y organizadores, por otro, no enmascara, sin embargo, ciertas debilidades, que se ponen de relieve cuando Mahan argumenta, por ejemplo, que los embargos económicos y alimentarios se traducen en bajos costes de vida y sufrimiento y que la apertura global a los procesos comerciales y vitales europeos genera automáticamente beneficios para toda la humanidad; o cuando Mackinder alaba la tendencia británica a establecer alianzas con países más débiles sin dejar claras sus intenciones divisorias y, lo que es peor, las masacres perpetradas contra los irlandeses.

La introducción del término Eurasia -la gran unidad geográfica formada por un centro, una media luna interior (la península europea, el suroeste asiático, India y China) y una media luna exterior (Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y Australia)- como concepción del mundo íntimamente ligada a la idealización del hombre "continental" va acompañada del despliegue de tres cuestiones cruciales la división en dos mitades físicamente muy desiguales, la delimitación de Europa a lo largo de una línea divisoria -la de los Urales- considerada por muchos insatisfactoria, y la compleja disputa en torno a la identidad de Rusia, esencialmente suspendida entre un sustrato europeo y un elemento tártaro-asiático.

La suposición de que el país pertenece a una civilización euroasiática ha sido recientemente revisitada y en parte ideologizada por la corriente de pensamiento neo-eurasianista que, en nombre de la cooperación económica, política y militar de dos actores "obligados" por la historia y la geografía a compartir un destino común, se opone enérgicamente al "deslizamiento" del viejo continente hacia un estado de subalternidad respecto a Estados Unidos y la OTAN; una perspectiva que refleja exactamente la que defiende, desde el lado opuesto del océano, la expansión hacia el este de Europa y de la Alianza Atlántica, utilizadas como avanzadillas "democráticas".

La nueva hegemonía estadounidense

La naturaleza profundamente anárquica de la comunidad internacional y la lucha constante por el poder como brújula de la política exterior de las naciones son las piedras angulares que guían la elaboración de Spykman de la estrategia de "contención" de la URSS con la Segunda Guerra Mundial en marcha; una visión extremadamente realista atribuye a los distintos países prioridades divergentes, al equilibrio planetario (susceptible de cambiar como un campo magnético sujeto a cambios de fuerza relativa o a la aparición de nuevos polos) los rasgos de inestabilidad y a Estados Unidos, facilitado por una situación geográfica envidiable, un papel dominante.

La insuficiencia del dominio marítimo para garantizar una posición hegemónica es, por otra parte, la principal justificación de la teorización del "derecho" de la administración de las barras y estrellas a establecerse militar y permanentemente tanto en los territorios de ultramar como en la zona fronteriza euroasiática, ejerciendo una función de "equilibrador de ultramar" donde el choque de potencias amenaza cíclicamente con agravarse.

La identificación de una línea de fractura entre el viejo y el nuevo mundo es tan pertinente para la inclusión del Reino Unido en el primero como para la hipótesis -considerada todo menos remota- de una alianza entre Japón, Alemania, Italia y la URSS, acreditada por las intenciones de Stalin de trabajar por un armisticio con los alemanes tras la batalla de Stalingrado y por precedentes sintomáticos, como los acuerdos Molotov - Ribbentrop y el pacto de no agresión japonés-soviético.

La promoción por parte de las dos superpotencias de la independencia de las colonias de los imperios europeos después de 1945 es interpretada por el autor como una política destinada a sustituirla por una forma de dominación más sofisticada, dirigida a Estados formalmente libres pero fuertemente dependientes económicamente.

En esta perspectiva, la recreación de algunos pasajes históricos cruciales -desde las características de la Doctrina Wilson hasta la necesidad de dominar los mercados europeos manifestada desde la crisis de 1929, de la obstinación por la rendición incondicional de las potencias del Eje a la necesidad de atar a sí mismo el proceso de reconstrucción de posguerra mediante el Plan Marshall y la división de Europa en dos- constituye el marco en el que Estados Unidos persiguió primero el objetivo de destruir definitivamente la supremacía de esta última y después el de integrarla en el sistema de mercado capitalista, en un estado de subalternidad que también era flagrante desde el punto de vista militar.

Es significativo recordar cómo, menospreciando las justificaciones ideológicas comunes utilizadas para desentrañar el sentido de las guerras libradas en el siglo XX por los EE.UU. en Corea y Vietnam, Henry Kissinger se refirió precisamente a razones geopolíticas dentro del temor más general de que Japón pudiera vincularse políticamente a la URSS, deslizándose en las arenas movedizas preconcebidas por la "teoría del dominó".

Por último, pero no por ello menos importante, está la dimensión cultural de la primacía de la talasocracia, basada en un concepto problemático como el de "Occidente", geográficamente incierto, instrumental para los proyectos de incorporación mediterránea y para la estabilización de las relaciones de poder consolidadas desde los albores de la Guerra Fría, basadas en la aceptación acrítica del americanismo como destino por parte de los europeos.

La fortaleza del yen y la economía de la competencia china

Si, tras el hundimiento del comunismo, la ampliación de la OTAN hacia el este cumplió sin duda la función de desvitalizar los mecanismos de funcionamiento de la UE, la capacidad de Estados Unidos para erigirse en único hegemón regional y obstaculizar a los demás actores que pretenden hacer lo mismo ha encontrado una nueva confirmación en la representación de los "tres Mediterráneos" identificados por Yves Lacoste: el "americano", avanzadilla del expansionismo en el Atlántico y el Pacífico; el "europeo", facilitado por el aplanamiento de las oligarquías continentales y la penetración de la política de divide y vencerás en sus orillas meridionales; el "asiático", donde en el pasado Estados Unidos se impuso a costa de Japón y hoy se enfrenta a la competencia de China. En este último caso, la colaboración con los países de segunda fila de la zona (reacios a acabar en la órbita de influencia de Pekín) se configura como un intento de responder a las rutas de la nueva Ruta de la Seda, un signo significativo no sólo de la apertura al capital y al comercio internacional, sino también de un cambio radical de perspectiva respecto a la atención prestada a la importancia del mar.

Conclusiones

No siempre fluido en términos estilísticos, el trabajo de Ghisetti se enriquece con el análisis de los documentos estratégicos angloamericanos elaborados en 2020-21, que prefiguran un desafío al impulso de integración continental y de cooperación entre Rusia China y (en segundo plano) Irán, y el refuerzo expreso de las fuerzas militares ucranianas, como "extensiones" naturales de un proceso de desestabilización iniciado al final de la Guerra Fría en el espacio euroasiático y en el Cáucaso, "el corazón de la tierra" que amenaza potencialmente los equilibrios existentes.

Acusada de determinismo y a veces incluso de avalar "impulsos" autoritarios, la geopolítica parece en la era de la globalización más bien una disciplina -como también sostiene el autor- capaz de proporcionar herramientas apreciables para comprender y prever las acciones de los actores políticos, en parte condicionados todavía por la influencia de los clásicos.