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La caída del imperio soviético

Por Elespiadigital
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infoelespiadigitales/4/4/19
domingo 04 de julio de 2021, 14:00h

Crónica de un testigo de excepción

Autor: Boris Cimorra

Categoría: Historia Contemporánea

Editorial: ACTAS

Págs: 549 pp. + 32 de fotos

 

El día 25 de diciembre de 1991, Mijaíl Gorbachov, el líder aperturista que había intentado modernizar el país, sin éxito, dimitió de todos sus cargos entregando el poder y dando por concluida la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La URSS, en un proceso imprevisible poco antes incluso para los más avezados observadores políticos, se había derrumbado estrepitosamente.

Después del carismático Lenin y el férreo Iósif Stalin —sobrenombre que significa «hecho de acero»—, desfilan por las páginas de esta obra los principales personajes de este período histórico hasta llegar a lo que el autor denomina «el quinquenio de los fastuosos funerales», en el que fueron desapareciendo, uno tras otro, los sobrevivientes miembros del Politburó: Alekxéi Kosyguin, Mijaíl Súslov, Leónid Brézhnev, Arvid Pelshe, Yuriy Andrópov, Dmitriy Ustínov y Konstantín Chernenko, representantes últimos de un sistema gerontocrático que, después del largo período de la Guerra Fría con Occidente, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, habían anquilosado aquel gran país.

Ello inauguró un periodo de ilusión y nuevas expectativas, pilotado por Mijaíl Gorbachov, un nuevo líder, joven y capaz, con nuevas ideas, que pronto vio reconocida su labor alcanzando un gran prestigio internacional, pero que fracasó en sus intentos. Una gran crisis endémica, heredada de las profundas carencias de tiempos anteriores, la eclosión de los nacionalismos, a la par que una estrategia política profundamente equivocada, dieron al traste con el proyecto de la Perestroika (Reconstrucción), dando paso, a su vez, a una nueva época de la mano de los nuevos líderes nacionales, especialmente Borís Yeltsyn al frente de la Federación Rusa. Esta es la crónica de aquellos trepidantes acontecimientos, narrados por un testigo de excepción: Borís Cimorra, español criado en Rusia, quien relata con gran meticulosidad, no exenta de dinamismo, y con un estilo periodístico de investigación la historia del gran cambio.

Según cuenta el autor, la idea de este libro surgió de César Alonso de los Ríos quien, conociendo bien mi biografía, o sea que yo había nacido en Moscú y pasado muchos años de mi vida en la Unión Soviética, me dijo, después de haberse producido el descalabro total de la URSS: “Boris, por qué no escribes un libro explicando, siendo tú un testigo presencial, las principales causas que llevaron a este gran país que estaba dominando medio mundo, a resquebrajarse por sí solo, sin ninguna causa catastrófica exterior o una explosión social interior, que lo justificara. Aquí en España conocemos muy poco, salvo algunos tópicos y anécdotas, este monumental fracaso del comunismo en su “alma mater” más grande del universo”. (“Jamás una gran potencia se desintegró tan completa y rápidamente sin que antes hubiese perdido una guerra” - dirá en su momento Henry Kissinger, confirmando las palabras de Cesar Alonso de los Ríos”).

En esta obra se analiza y dibuja con todo lujo de detalles y con la máxima objetividad posible, cómo y porqué había desaparecido, a finales de diciembre de 1991, del mapa mundial el último Imperio más grande del planeta, el “Soviético”, al que componía la Unión Soviética y así llamados países “satélites” del Bloque Socialista: Polonia, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Rumania y la República Democrática Alemana (Alemania Oriental).

A todos estos países los unía la misma estructura política y económica: un único partido en el poder, el Partido Comunista, aunque con diferentes nombres, pero con la misma definición ideológica y organización. Los mismos “patriarcas” encabezando estos países y sus respectivos partidos. Idéntico sistema económico, centralizado y planificado. Y con problemas internos parecidos.

El descalabro final del Imperio empezó en el llamado “Quinquenio de los fastuosos funerales”, 1980-1985, bautizado así por el pueblo soviético debido a que la matriz del Imperio, la URSS, era un país famoso por sus planes quinquenales para el desarrollo de su economía socialista. Y, precisamente, en estos cinco años, unos tras otros fueron muriendo los más destacados miembros, que formaban el “núcleo duro” del Politburó (Buró Político) del PCUS, el máximo órgano del poder en la URSS desde que Stalin fuera elegido secretario general del Partido Bolchevique, después de la muerte de Lenin en 1924.

La galería de estos personajes, con sus biografías y las particularidades más destacadas y hasta divertidas, abre el relato del libro. Ante los ojos del lector van pasando personajes tan famosos del régimen soviético como:

- El “premier” Alexéi Kosýguin, que a lo largo de 16 años - un récord absoluto en la historia de Rusia y de la URSS - estaba encabezando los sucesivos gobiernos soviéticos desde la época de Stalin hasta y durante de la era de Brézhnev. Un hombre serio y duro, responsable del funcionamiento de la economía socialista, centralizada y planificada, y quien le gustaba llamarse a sí mismo el “Ingeniero Jefe de la URSS”.

- El “Cardenal Gris”, Mijail Súslov, el guardián de la pureza de la “Biblia” marxista-leninista. Un destacado miembro del Politburó a quien el mismísimo Stalin, le pedía alguna que otra “estrofa” marxista para su discurso de turno. Un personaje gris, tanto por dentro, como por fuera, seco, asceta, siempre con su traje, gabardina/abrigo y sombrero de color gris - de allí viene el apodo - que luchaba implacablemente contra cualquier oposición o disidencia al régimen soviético y a la doctrina comunista oficialmente establecida en la URSS, sometiendo a una férrea censura los medios de comunicación, las publicaciones literarias, las obras del cine y del teatro, así como la pintura y la música, tanto extranjera como la propia. De su vigilancia férrea e implacable se nutrían los campos del Gulag.

- El todopoderoso y más longevo en el cargo del Secretario General del PCUS, Leonid Brézhnev, un amante de las condecoraciones, de la caza y de las carreras por las avenidas moscovitas, cortadas por la policía de tráfico, en las más de 40 coches de su colección de las marcas extranjeras más famosas, aparcados en el garaje del Kremlin. Un líder, reacio a cualquier cambio o reforma sustancial, que llevó la economía soviética durante los 18 años de su reinado - sólo Stalin le superó en la permanencia en la cúspide del poder en la URSS - a un estancamiento y la degradación total.

- El otro guardián, Arvid Pelshe, no tanto de la ortodoxia marxista, como su camarada en el Politburó, Súslov, sino de la “moral comunista”. Este letón de nacionalidad, a lo largo de 17 años había encabezado el Comité de Control del PCUS, un órgano creado para vigilar el cumplimiento de las normas de buena conducta de todos los comunistas soviéticos y para velar, también, por el adecuado cumplimiento, a todos los niveles, de las decisiones tomadas por los órganos directivos del Partido.

- El espía número uno del país, Yuriy Andrópov, Jefe de la KGB -, un luchador incansable de cualquier brote de disidencia o de las actividades contrarias al régimen soviético. Tenía una fama de “intelectual”, entre de sus colegas del Politburó, y de amante de la música clásica.

- El creador del “escudo nuclear” soviético, el mariscal Dmitriy Ustínov, que a lo largo de 43 años pertenecía a los círculos del poder donde se tomaban las decisiones cruciales para el desarrollo del ejército soviético y el diseño de la política de defensa del país.

- El finalista en esta carrera en la cúspide del poder soviético, Konstantin Chernenko, el que menos tiempo permaneció en el Olimpo del Politburó - solo 11 meses -, pero durante 18 años era la mano derecha de Brézhnev, ocupando el cargo del Jefe de la Organización del Partido. Fue el último Secretario General enterrado en la necrópolis para las más destacadas figuras del Régimen Soviético, en la Plaza Roja, frente a la Muralla del Kremlin y al lado del Mausoleo de Lenin.

El lector encontrará unos episodios llenos de dramatismo, como los sucedidos, en agosto de 1991, cuando los altos cargos del Partido y del Gobierno, contrarios a la Perestroika, intentaron dar golpe de estado para desbancar a Gorbachov y acabar con las reformas democráticas. O cuando surgieron unos sangrientos enfrentamientos entre las élites nacionalistas de las Repúblicas, que formaban parte de la Unión Soviética, pidiendo la independencia y la separación de la URSS, y cómo el gobierno “central”, el Kremlin, intentaba reprimir estas reivindicaciones “separatistas”.

O que decir del episodio, cuando los líderes de las tres Repúblicas más importantes de la URSS, Boris Yeltsin (la Federación Rusa), Leonid Kravchuk (Ucrania) y Stanislav Shushkévich (Bielorrusia), el día 8 de diciembre de 1991, en una residencia vip de descanso para la alta nomenclatura soviética, situada en un exótico lugar de Bielorrusia, en plena naturaleza virgen, llamado Visculí – a 350 kilómetros de la capital -, casi a escondidas y a espaldas del presidente de la URSS, Mujail Gorbachov, firmaron un documento que había denunciado el Acuerdo de la formación de URSS, elaborado hacia 69 años por los entonces líderes de estas mismas tres Repúblicas. Con este ilegal Protocolo de Viskulí, la Unión Soviética, como sujeto de derecho internacional y realidad geopolítica había dejado de existir.

Y, por supuesto, en el libro se está dando el minucioso análisis de los errores de la Perestroika y de las principales causas que la habían llevado a un absoluto fracaso, culminado con el citado Protocolo de Visculí.

Perfil de autor

BORIS GUTIÉRREZ CIMORRA (firma como Cimorra) nació en 1944 en Moscú, en la antigua Unión Soviética. Se graduó en el Instituto de Aviación de Moscú. Durante años compaginó su trabajo como ingeniero aeronáutico con colaboraciones periodísticas en revistas y programas de radio de difusión tanto nacional como internacional con destino al lector y al oyente de habla hispana. En 1972 pasa a trabajar definitivamente en Radio Moscú, la cadena que emitía programas para América Latina. En 1977 se instaló definitivamente en España con su familia e inició una nueva carrera profesional en el mundo de las finanzas y del comercio exterior, que le situó, en 1985, de nuevo en Rusia, esta vez como representante de una importante empresa financiera española en aquel país en vías de la Perestroika. En 2010 comienza su experiencia en el campo literario con la publicación de su primer libro, La voz que venía del frío, dedicado a su padre, periodista español exiliado en la Unión Soviética, que se convirtió, bajo el seudónimo de Jorge Olivar, a lo largo de 37 años ininterrumpidos ante los micrófonos de la emisora moscovita, en la voz más escuchada en los hogares españoles durante la época franquista. En 2014 edita su segundo libro, Hasta el último maravedíLas orejas de Oro. En 2015 publica su tercera obra literaria, Hasta el último maravedí - 2 o La apertura española, una continuación del libro anterior sobre el mismo tema: cómo el oro español se convirtió en el «oro de Moscú»..