Editoriales Antiguos

NÚMERO 157. Mariano Rajoy y la suerte de ‘Don Tancredo’

Elespiadigital | Domingo 15 de marzo de 2015

Que Rajoy tiene un sentido del tiempo político especial, es tan cierto como que es uno de sus atributos personales más perniciosos. Pero desajustar la acción política en el marco cronológico exigido por la realidad de los acontecimientos, es un mal que, aun cuando haya afectado a más de un inquilino de La Moncloa, en su caso se acompaña de derivas que lo agravan de forma significada.

A su renqueante sentido de la oportunidad, hay que añadir su desinterés por la acción política puntual, de forma que, conjugando ambos factores, lo que cosecha son fracasos y descalabros manifiestos. Y de esta forma nos referimos a la querencia del presidente Rajoy a practicar en el ruedo de la política la suerte de ‘Don Tancredo’, que en realidad es una suerte de quietud y anti-toreo puro, con rectificaciones que, cuando llegan, se revelan por sí mismas fuera del tiempo adecuado, y por tanto llegan mal.

Esa mala interpretación del tiempo político, unida a su afición por ejercer el ‘tancredismo’, camuflando la acción de gobierno en inmovilismo o en hechos tardíos, ha llevado a Rajoy al mal lugar que ocupa en estos momentos en términos de valoración social: puesto a merced del morlaco electoral, o embrocado en cuadrado sobre corto como dicen los iniciados en el arte de la tauromaquia. Es decir, a punto de ser corneado a placer hasta por los cabestros y bueyes de tiro, que ya es decir.

Porque esa forma ‘marianita’ de pretender dominar el tiempo ad eternum, y combinarlo con la ingravidez política, choca con la realidad de que los acontecimientos tienen vida propia, soliendo presentarse además de forma imprevisible.

El problema de Rajoy es que, a fuerza de no querer mover pieza en temas sustanciales, ni querer adelantar acontecimientos siquiera en el orden de lo más pedestre o cotidiano, estos terminan por desbordarle. Así, cada vez que se ve (o se vea) obligado a apearse del pedestal de ‘Don Tancredo’ y poner pie en el ruedo a destiempo, la cogida es segura.

Y el fenómeno es tan implacable como reiterado. Lo mismo da que se trate de las candidaturas electorales (secuestradas de forma absurda hasta última hora), de la reforma fiscal, de la lucha contra la corrupción política, de las reformas institucionales, de los ceses ministeriales… Cuestiones políticas que, por no haberse tratado en el tiempo debido, al final hay (o habrá) que afrontar con el pitón en la ingle y en la puerta de la enfermería.

Así se llegó al fracaso de Arias Cañete en las pasadas elecciones europeas, a que Esperanza Aguirre haya puesto firmes a Mariano Rajoy y a María Dolores de Cospedal con su nominación como candidata a la alcaldía de Madrid (de forma ineludible o forzada por una realidad electoral evidente), al cese tardío de la ministra Ana Mato, a la defenestración del ministro Alberto Ruiz-Gallardón, a envainar la reforma de la llamada ‘ley del aborto’, a enmendar el ‘tasazo’ y el IVA cultural…

Y, en fin, a que los institutos demoscópicos anuncien el fin del sistema político bipartidista. O a que se haya tenido que montar el ‘tinglado del miedo’ para tratar de estigmatizar a Podemos y a Ciudadanos ante la opinión pública, en una práctica ciertamente degradante de la democracia.

Rajoy, último culpable de no regenerar el sistema político

Ahora, según el barómetro del mes de marzo de Metroscopia (para El País), Podemos, PSOE, PP y Ciudadanos (por ese orden de respaldo electoral) se encuentran cerca de un cuádruple empate ante unos eventuales comicios legislativos y muy lejos todos de poder alcanzar una mayoría absoluta como la que hoy respalda al Gobierno de Rajoy. Un hecho que, sin preocupar especialmente al electorado, y suponiendo sólo una hipótesis del resultado final, sí que refleja el estado de ánimo hoy predominante en la ciudadanía, con el perjuicio que, en términos también de hipotética inestabilidad política, se pueda trasladar a los mercados y a la dinámica de la crisis.

 

Las respuestas de los entrevistados entre los días 3 y 4 de marzo vuelven a colocar a Podemos a la cabeza de sus preferencias, con un 22,5% en estimación de voto, cinco puntos menos que en el barómetro del mes anterior, pero manteniéndose en posición de cabeza por tercer mes consecutivo. Y a pesar de estar soportando una campaña mediática en su contra de grandes proporciones, que en sí misma queda, por ello, bastante cuestionada.

Como ha explicado José Juan Toharia, catedrático de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid y presidente de Metroscopia, si el mes pasado los consultados enviaron al PSOE a la tercera posición, esta vez sube al segundo puesto, con un 20,2% de los votos y una ventaja de casi dos puntos sobre el PP. Además, la bajada del PP de dos puntos, con un 18,6%, y la subida de seis puntos de Ciudadanos, con un 18,4%, aproxima ambos partidos hasta rozarse solo con un diferencial de dos décimas.

Por otra parte, la permanencia en el tablero político de los dos grandes partidos, aunque muy a la baja, y la irrupción fortísima de los dos nuevos, arrastra hacia abajo a Izquierda Unida y UPyD, fuerzas políticas que se ven  dramáticamente perjudicadas por el impulso de cambio que muestran los ciudadanos. Su intensa labor de oposición no ha hecho mella en los encuestados (quizás por su desprecio del sistema), que en este sondeo les dan un 5,6 y un 3,6, respectivamente, dentro de un marco de alta participación, en el que un 74,6% ya declara que piensa ejercer su derecho al voto.

También hay que considerar que una semana antes de realizarse esta encuesta, los ciudadanos dieron como perdedor a Mariano Rajoy (por décimas) frente al líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el debate del estado de la Nación. Siendo cierto que, hasta ahora, en este tipo de confrontación parlamentaria el presidente del Gobierno siempre había sabido jugar con las obvias ventajas de dicha condición.

En su análisis de la situación, Toharia sostiene que los españoles llevan ya cuatro años reclamando una regeneración a fondo de los partidos existentes o, alternativamente, la aparición de partidos nuevos. Y esto último es lo que, en su opinión, está ocurriendo: Podemos primero, y Ciudadanos después, han hecho una irrupción fulgurante, desconcertante sólo para quienes  no haya seguido con atención el pulso ciudadano y hayan ignorado las múltiples señales que marcaban la cercanía de un final de etapa.

Si bien es cierto -prosigue Toharia- que el 84% de los españoles se sigue identificando con el actual sistema democrático, al mismo tiempo un abrumador 70% se muestra insatisfecho con su actual funcionamiento. La ciudadanía lleva años solicitando, sondeo tras sondeo, reformas que no son atendidas (de forma especialmente llamativa en la presente legislatura de mayoría absoluta); y lleva también años sintiéndose abochornada con las interminables noticias sobre casos de corrupción política que afectan a las dos formaciones que sustentan el modelo, en efecto escandalosos por su entidad y por su impune perduración.

 

La cuestión de fondo y a destacar en estos momentos, no es otra que la última responsabilidad de Rajoy por no haber sustanciado ningún tipo de regeneracionismo político, traicionando, con su mala utilización del tiempo y su permanente evocación de ‘Don Tancredo’, a los 10.866.566 votantes que pusieron en sus manos la mayoría absoluta necesaria precisamente para acometer, sin excusas ni dilaciones, esa tarea reformadora del sistema.

De hecho, la consolidación de las formaciones políticas nuevas, que quiérase o no simbolizan renovación y aire limpio, frente al agotamiento del sistema y a las organizaciones que niegan la realidad circundante, tienen su mayor razón de ser en el ‘tancredismo’ de Rajoy, convertido en el más torpe representante de la derecha española. En consecuencia, ahí se cebará la venganza electoral que, como toda venganza, nace entre otras cosas de la realidad ignorada; empezando de forma inmediata el próximo 22 de marzo en las elecciones andaluzas.

Ahora, a siete días de la cita con las urnas, tanto Metroscopia (El País) como Sigma Dos (El Mundo) ajustan sus estimaciones de resultados, tratando de presentar una única forma de gobierno estable mediante acuerdo PSOE-Ciudadanos, sin plantear la alternativa PSOE-Podemos que todavía sería más sólida. En fin, que cada cual sigue yendo a lo suyo… hasta que el pueblo andaluz hable de verdad por sí mismo, razón por la que ya no merece la pena comentar más intentos de última hora para influir en la actitud de los votantes.

Lo que queda claro en todas las encuestas es el fracaso del PP en Andalucía, que podría perder más de un tercio de su anterior apoyo electoral, bajando desde el 40,7% de los votos obtenidos en 2012 hasta el 25,1% según Metroscopia.

Después de ese irreparable batacazo popular, comenzarán las reacciones y arrepentimientos del establishment, reconociendo la necesidad del ‘cambio’. Quizás ‘Don Tancredo’ y su cuadrilla de ‘marianitos’ desciendan entonces del limbo político para entender la realidad social, aunque, claro está, ya sea a destiempo, de forma que, muy probablemente, acto seguido seguirán siendo devorados en las urnas. Tiempo al tiempo, que queda poco.

Fernando J. Muniesa