Editoriales Antiguos

NÚMERO 141. Podemos y las trompetas que derrumbaron la muralla de Jericó

Elespiadigital | Domingo 23 de noviembre de 2014

El fenómeno de Podemos, sin parangón en el nuevo régimen democrático, es ciertamente avasallador y difícil de asumir por nuestra criticada clase política, que no puede ocultar su desconcierto ni sus temores ante una eventual demolición del gastado sistema de convivencia en el que se enseñorea desde 1978. No hay costumbre; pero la formación liderada por Pablo Iglesias ha asaltado las inexpugnables murallas de la política española casi de forma milagrosa, quebrando la trinchera del bipartidismo apenas con una palabra -la que le da nombre-, hábilmente aireada ‘bajo el ala aleve del leve abanico’, que diría Rubén Darío.

Y, visto lo que el caso tiene de prodigio, porque el actual modelo político quedó ‘atado y bien atado’ en su formulación original, gracias a la astucia de entramar la Carta Magna con la Ley Electoral y los reglamentos del Senado y del Congreso de los Diputados (interesada por parte de quienes entonces pensaban turnarse en el poder, la UCD y el PSOE), tiene mucha similitud con la forma en la que, según se narra en el Antiguo Testamento, las tribus de Israel asaltaron la ciudad de Jericó después de vagar por el desierto en busca de la tierra prometida. Los hechos se describen en el Libro de Josué, capítulo 6, a partir de que los hebreos huidos de Egipto alcanzaran la rica ciudad cananea, protegida por una descomunal muralla.

Desde entonces, historiadores y arqueólogos se han afanado en averiguar la causa por la que se derrumbaron los muros protectores de Jericó, situada en el valle del Jordán (cerca de Jerusalén), buscando una explicación del suceso más allá de lo divino. Y cierto es que unos y otros han manejado bastantes posibilidades realistas de aquella supuesta gesta de los israelíes comandados por Josué, sucesor de Moisés, considerada casi imposible con los primitivos medios de guerra disponibles en la época (el Éxodo y la invasión de Jericó se datan en el decimosexto o decimoquinto siglo a.C.).

Con todo, la versión bíblica de la toma de Jericó, que no deja de ser una preciosa leyenda aunque las Sagradas Escrituras contengan importantes datos históricos, cuenta que Yahveh ordenó a Josué que, llegados a las puertas de Jericó, sus soldados armados marcharan una vez al día, durante seis jornadas seguidas, alrededor de la ciudad, portando el Arca de la Alianza y seguidos por el pueblo en absoluto silencio. La comitiva estaría precedida por siete sacerdotes haciendo restallar en el aire sus atronadoras trompetas.

En la séptima jornada, se girarían siete marchas iguales alrededor de los mismos muros protectores, acompañadas con idéntico alarde de bocinas. Pero de forma que, en el último de los recorridos, el gentío que seguía a los porteadores del Arca de Yahveh y a los siete sacerdotes que hacían resonar sus cornetas de cuerno de carnero, rompería su silencio con un clamoroso griterío, originando una estruendosa conjunción de bulla y algarabía ante la que la muralla inexpugnable de Jericó cedería de forma milagrosa.

Entonces, las tribus de Israel tomaron la ciudad -se lee en el Libro de Josué-matando a filo de espada a todo hombre y mujer, jóvenes y ancianos del lugar, destruyendo todo lo que tuviera aliento de vida. La ciudad entera quedaría arrasada…

Podemos, aupado por los salvajes ataques de la derecha

Que Podemos está derrumbado la muralla del establishment político parece un hecho cierto y sin duda afortunado para quienes no son partidarios del sistema político bipartidista amarrado desde 1978, ni comulgan por tanto con el ‘turnismo’ de poder en el que se alternan el PP y el PSOE, apoyados de forma puntual por las bisagras de los partidos de ámbito autonómico (que en pura lógica debían limitar su presencia a los parlamentos de sus respectivos territorios). Es decir, una presencia -la de Podemos- en la arena política considerada afortunada por quienes rechazan el actual sistema del ‘quítate tú para ponerme yo’, ahormado por Cánovas del Castillo durante la Restauración borbónica, y desgraciada por quienes en él se mueven como pez en el agua (la clase política dominante).

Lo que pasa es que, a pesar de la similitud que puede darse entre la toma de Jericó por Josué y la inicial invasión del sistema político por Podemos, existe una diferencia en la naturaleza y el origen de las trompetas y el vocerío que han ayudar a romper los respectivos muros aseguradores de lo establecido. Ante la fortificación cananea actuaron los ejércitos y los sacerdotes del invasor israelí, pero las trompetas y el vocerío que han facilitado el desembarco de Podemos en la batalla electoral (y su primera victoria política) no son los de Pablo Iglesias y sus huestes, sino los de quienes dominan el espacio invadido; en concreto los medios informativos (incluyendo las cadenas públicas de TVE y Telemadrid) y los comentaristas más próximos al PP, quizás porque, sin llegar a que la nueva formación política constituya su competencia electoral más directa, sí que puede ser decisiva para descabalgar del poder al gobierno y al partido presididos por Mariano Rajoy.

Trompetas y vocerío ciertamente vigorizantes de Podemos que la derecha más torpe y reaccionaria (y rescatando su estilo tufarrero y mandibulario de tiempos pasados) sigue poniendo en juego con inconcebible ahínco. En una Newsletter reciente (nº 137), advertíamos que el ataque del establishment político a Podemos, era el mejor sustrato para su crecimiento electoral; cosa que la realidad reafirma día a día, por no decir edición a edición de los medios de comunicación social que más insisten en la guerra perdida de su descrédito (ese tipo de batallas -de la sinrazón- las suele tener ganadas a la larga el mismo adversario político contra el que se dirigen).

Su continuidad, la constancia en la crítica exacerbada y hasta infundada, el estilo marrullero con la que se ejerce, el tono airado y destemplado (a veces histriónico) con el que una misma galería de  medios y personajes se afanan en la tarea de desacreditar a Podemos y a sus dirigentes, desde luego más sin razón que con ella y creyéndose poseedores de la verdad absoluta, ya son proverbiales. Aunque lo más curioso y llamativo del caso es que ese revoltijo de críticas endemoniadas nazca de quienes desde hace tiempo más empeñados están también en atacar a Rajoy: no hace falta ser muy agudo para identificar con exactitud hacia donde estamos señalando.

Sin ir más lejos, al plantear en nuestra Newsletter de la semana pasada las razones que alientan el ‘¡Váyase, señor Rajoy!’ (la crisis, la corrupción y el secesionismo), consideramos conveniente reproducir un artículo publicado en El Mundo hace más de un año (23/05/2013) por Arcadi Espada, en el que, no sin razón, ponía al Gobierno de Rajoy a caer de un burro con este texto literal:

¡Váyase, señor Rajoy! 

El presidente Rajoy gobierna un país con seis millones de parados y que debe mucho dinero. El presidente Rajoy gobierna un país con una fractura política y emocional respecto del Estado que afecta a dos de sus llamadas nacionalidades históricas. El presidente Rajoy gobierna un país donde su máxima institución está sometida a la sospecha pública de la corrupción y la inmoralidad. El presidente Rajoy gobierna un país donde el principal partido de la oposición no es ni aliado ni alternativa. El presidente Rajoy gobierna un país con una opinión pública invertebrada, producto del crítico desconcierto de los medios y del ascenso del populismo. El presidente Rajoy gobierna un país donde tres de las comunidades más influyentes tienen una mayoría política adversa.

El presidente Rajoy gobierna un país que solo cuenta con una estructura firme y estable: los 185 diputados del Partido Popular, que conforman una mayoría suficiente para aplicar las decisiones políticas. Contra ese último y único núcleo de estabilidad apuntó la noche del martes el expresidente del Gobierno José María Aznar, en una intervención sin precedentes, hecha a partes iguales de política-espectáculo y egocracia, y cuyo sentido último traducía al día siguiente el editorial de este periódico: «Pero si Rajoy no está dispuesto a cambiar de política, debería ser el partido a través de un congreso extraordinario quien se pronunciara sobre el líder y el programa».

El presidente Rajoy gobierna un país que ha tenido que afrontar una tentación permanente: la de cambiar gobiernos desde el macilento cuarto de banderas, las áticas oficinas de los bancos o el fragor rotativo de los periódicos. Para librarse de la tentación a veces el país se ha entregado a ella. El expresidente Aznar coqueteó con la tradición al dar su famoso grito, pronunciado cuando el presidente González apenas llevaba diez meses gobernando. Por suerte tuvo que ganar unas elecciones. Porque cuando los presidentes españoles caen a voces, se trate de don Manuel Azaña o de don Adolfo Suárez, vienen una guerra civil o una asonada, siempre malas cosas.

Pues bien, esta opinión de Arcadi Espada hoy no parece incompatible con su descalificación de Podemos como “excrecencia” política en el programa de Telecinco ‘Un Tiempo Nuevo’ (15/11/2014), de forma injusta y grosera, hasta el punto de tener que ser llamado al orden por la conductora del espacio y abucheado por el público presente en el estudio televisivo. Toda una vergüenza para la profesión periodística y una ayuda inestimable, sin duda alguna, para que la falsa imagen demoniaca de la formación liderada por el eurodiputado Pablo Iglesias se vaya diluyendo rápidamente ante la sociedad española (y reconvirtiéndose en el cauce más eficaz para sanear el sistema político, antes que para el absurdo de convertirlo al chavismo, al stalinismo o al esclavismo etarra, como se ha llegado a decir).

Y máxime cuando las intervenciones públicas de todos y cada uno de los directivos y portavoces de Podemos se caracteriza por sus buenas formas, su franca disposición a debatir cualquier tema, su facilidad de exposición y su respeto por las posiciones de sus interlocutores y oponentes políticos. Una lección de educación democrática y de ética y estética política que choca con los exabruptos y las bocanadas de odio e intolerancia torpemente expelidas por la mayoría de sus detractores.

Y siendo notablemente curioso que los vocingleros que arremeten contra Podemos parezcan más interesados, según claman, en que esta emergente formación política se reconvierta en ‘casta’ (afirman con desvergüenza que ya lo es), antes que en luchar para que ésta desaparezca...

Enfrentar dialécticamente a Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón, Carolina Bescansa o Tania González, por ejemplo, con María Dolores de Cospedal, Carlos Floriano o con ministros/as como Mato, Báñez, Montoro, Fernández Díaz… y con tantos otros miembros directivos o altos cargos del PP, es sin duda demoledor para el partido del Gobierno y cada vez más acreditador de Podemos. Y algo muy parecido se puede decir de algunas posiciones editoriales francamente contradictorias con mucho de lo que han publicado con anterioridad y que chirrían hasta dentro de sus propias redacciones…

En el seguimiento de los despropósitos mediáticos contra Podemos (algunos olvidan que convivimos en un Estado democrático, quizás porque también están acomodados en el Estado de la corrupción), ya denunciamos la brutal editorial de El País (19/10/2014) en la que, criticando su proceso de organización (el mismo que se le exigía sustanciar poco antes) se lanzaba esta insidia rastrera contra el partido emergente: “Cuanto más se les escucha, más suenan a lo mismo: populismo, personalismo, manipulación”.

Y ahora nos vemos en la desagradable necesidad de tener que volver a denunciar otra de las editoriales de El País (17/11/2014), llena también de presunciones falsas, incoherencias argumentales y ayudas de favor a un PSOE acabado del que el propio medio informativo ha sido fiel defensor en los momentos más oscuros del ‘felipismo’ y el ‘zapaterismo’.

Se titula de forma verdaderamente tendenciosa ‘Paisajes calcinados’ y se subtitula con esta frase tergiversadora: “Pablo Iglesias propone acabar con el sistema de la Constitución sin explicar qué quiere construir”. Y se oculta, por supuesto, que lo pedido por Pablo Iglesias es “un proceso constituyente para abrir el candado del 78”, algo absolutamente legítimo y democrático y en la práctica ya dicho de forma más o menos similar por otros partidos políticos (entre ellos el PSOE, aunque desde luego no haya aclarado para nada su proyecto de Constitución Federal) y por infinidad de columnistas y líderes de opinión, como se ha venido leyendo con insistencia en muchas páginas del propio medio informativo (y no digamos en El Mundo).

Aquí tienen nuestros lectores el texto completo y literal de marras para que puedan cotejar su venenoso y contradictorio contenido:

Con la elección de Pablo Iglesias como secretario general y su equipo al frente de Podemos se acelera la conversión de un movimiento de perfil asambleario y antijerárquico en una organización ya muy parecida a un partido clásico. La estructura fuerte y centralizada que han adoptado se compadece mal con la transversalidad y modernidad pregonadas. Pero más allá de esa contradicción, lo relevante del primer discurso del líder indiscutido de Podemos ha sido su denuncia del “candado del 78”, en referencia al sistema político creado por la Constitución.

Pablo Iglesias hace del desprecio a los demás una de sus armas políticas, sea hacia “la casta” o los “viejos de corazón”. Parece deseoso de tirar a la papelera el sistema construido tras la dictadura, precisamente el que reconoció y protegió las libertades y el que trasladó la soberanía desde las manos de un caudillo a las del pueblo, que desde entonces la ha ejercido de forma continuada en elecciones libres. Podemos intenta atacar los fundamentos de este sistema sin explicar lo que pretende construir en su lugar o con qué quiere reemplazarlo. Y esto plantea un interrogante bastante serio acerca de los dirigentes de una fuerza que, según los sondeos de opinión, cuenta con expectativas de ocupar un espacio considerable en el futuro tablero político.

Lo que Iglesias llama “régimen” en España no es un sistema totalitario, ni un mundo regresivo, inviable y decrépito. Cuestión distinta es la crisis que sufre esta democracia, y que desde luego necesita caminos de salida. Casi todas las instituciones han perdido la iniciativa y los partidos que las dirigen muestran un alarmante grado de agarrotamiento. Lo que tiene que cambiar es el miedo a abordar las reformas necesarias, que deben plasmarse en la Constitución misma, en la regeneración ética de la vida pública y en corregir el excesivo grado de desigualdad que se está produciendo entre los ciudadanos.

Hay ansias evidentes de cambio en amplias capas de la sociedad, porque la crisis deja la impresión de que muchas personas se han quedado sin capacidad de influencia sobre las decisiones políticas. Lo que era una crisis económica y social se ha trasladado de lleno a la política al verse afectada por una corrupción sistémica: el combustible para el incendio. Pero no hay que confundir los deseos de reformar el sistema con los de destruirlo, ni convocar al electorado a tender una suerte de cordón sanitario sobre todo el sistema político.

Frente a la acometida de Pablo Iglesias contra el consenso del 78 y la de Artur Mas para desbordarlo, los dirigentes del PSOE en fase de renovación, Pedro Sánchez y Susana Díaz, lanzan una propuesta de reforma de la Constitución sin renegar de la existente y señalan al Parlamento como el espacio institucional que debe acoger el debate. Podemos hará bien en precisar sus propuestas, en vez de refugiarse en ensoñaciones de paisajes calcinados sobre los que empezar desde cero.

Dice El País, y lo dice con falsedad manifiesta, que Podemos intenta atacar los fundamentos de este sistema sin explicar lo que pretende construir en su lugar o con qué quiere reemplazarlo”. Y antepone gratuitamente que su denuncia del ‘candado del 78’ se refiere “al sistema político creado por la Constitución”, como si fueran revolucionarios y anti-demócratas declarados.

Pero lo cierto es que, como está comprendiendo todo el mundo (menos quienes -claro está- carecen de entendederas para ello), Podemos no cuestiona en modo alguno el sistema constitucional ni el “Estado social y democrático de Derecho” consagrado en la Carta Magna. Muy al contrario, lo que pretende es rescatar el texto constitucional de las malversaciones formales y las desviaciones e interpretaciones torticeras a las que ha sido sometido por una clase política consciente de su malpraxis y en aras de intereses personales y grupales espurios, convertida en el instrumento vital de lo que sin duda se puede llamar el ‘Estado de la corrupción’.

Al pretencioso diario El País (sostenido gracias a un favor de refinanciación que supera los 5.000 millones de euros), le parece mal que Podemos haya nacido como “un movimiento de perfil asambleario y antijerárquico”, pero ahora le parece peor que se organice de forma “muy parecida a un partido clásico”. Y afirma, de nuevo sin el menor fundamento: “La estructura fuerte y centralizada que han adoptado se compadece mal con la transversalidad y modernidad pregonadas”.

¿Es que acaso el Grupo Prisa pretende que los seguidores de Podemos, hartos de lo que hay, se reintegren -carnet en boca- en la podrida realidad de los dos partidos mayoritarios, PP y PSOE, que además son los que se han cargado las virtudes esenciales de la Constitución…? ¿Quiere que, negándose como PP y PSOE se han negado hasta ahora a revitalizar o perfeccionar la Carta Magna (machacada por el desviacionismo de sus desarrollos legislativos), la iniciativa sanadora quede en las exclusivas manos de ese mismo sistema ‘anti-ciudadano’ o, incluso, sólo en las del partido socialista, que a estas alturas de la historia quiere recuperar el federalismo a ultranza (más allá todavía del actual autonomismo) que ni siquiera se pudo imponer durante la Primera República…?

Por poner otro ejemplo significativo, El Mundo también lleva años exigiendo  a través de infinidad de editoriales y artículos de opinión de sus más significados comentaristas y del propio presidente de su Consejo Editorial, el profesor Jorge de Estaban, una “reforma profunda de la Constitución”. Pero no deja de ser incomprensible que si ahora eso mismo lo exige Podemos, lo protagoniza y lo puede exhibir como un logro político, la reforma reclamada ya no parece valer…

Sigan así, unos y otros, acosando a Podemos con más prejuicios (e incluso odio) que razones, y verán cómo ese mismo vocerío y esos trompetazos terminarán derruyendo los debilitados muros de resistencia del sistema, dando paso franco a Iglesias para que alcance la Presidencia del Gobierno… Al final, quienes no toleran el chocolate, tendrán que tomarse taza y media, y quienes se resisten a la reforma constitucional la verán cumplida con más radicalidad de la necesaria.

Lo inapelable hoy en día es que en democracia un elector equivale a un voto y que el número de descontentos con el bipartidismo (PP-PSOE) crece como las setas, cuando la humedad y la temperatura adecuadas despiertan los micelios de su letargo.

“Los perros ladran, la caravana pasa”

A Podemos se le recrimina incluso que no tenga programa electoral, aunque es bien sabido que lo está elaborando y que tiene tiempo para hacerlo. Pero se olvida que, en la Transición, y durante unos cuantos años, el PSOE tuvo una gran y decisiva actividad política sin haber presentado su programa, cosa que hizo in extremis forzado por su comparecencia en los primeros comicios legislativos del 15 de junio de 1977, obteniendo 118 diputados.

Y también se olvida que aquellas primeras elecciones democráticas fueron ganadas por UCD (166 diputados) con un programa de andar por casa que prácticamente se limitaba a un eslogan ratonero, basado en la personalidad de Suárez (‘Votar Centro es votar Suárez’); en un mediocre himno de apoyo (‘Vota Centro, vota Suárez, vota Libertad’), y en la gran popularidad que consiguió el líder de UCD gracias al éxito del ‘Habla, pueblo, habla’ con el que el grupo Jarcha había calentado seis meses antes la campaña para la Reforma Política.

Todo ello teniendo en cuenta, además, los sucesivos programas electorales que el PSOE y el PP han incumplido de forma reiterada y con la mayor desvergüenza del mundo…

De hecho, las ‘opiniones’ de los medios que acosan a Podemos, y de la ‘cuadra’ de comentaristas agresores que cobijan en sus páginas, chocan demasiado con las ‘informaciones’ y ‘análisis’ que facilitan otros muchos de sus colaboradores habituales, más fieles a la realidad de los hechos. Sin ir más lejos, Anabel Díez analizaba la clausura de la Asamblea Ciudadana de Podemos, desarrollada bajo el lema ‘Sí Se Puede’ y abierta en la Red durante dos meses (15 de septiembre al 15 de noviembre), en la que entre otras cosas se eligieron sus órganos de gobierno, con gran ecuanimidad; advirtiendo que, ahora, la formación de Pablo Iglesias sabe que se les pondrán la lupa sobre la letra porque la música ya no será suficiente (El País, 15/11/2014):

¿Quién teme a Podemos?

Ha nacido un nuevo partido en España, Podemos, con un secretario general, Pablo Iglesias, elegido por algo más de 95.000 votos a distancia sideral del segundo, con 900 votos, de los 62 que lo han intentado. Todo nuevo pero con chispazos y recuerdos de etapas anteriores cuando los partidos de la izquierda, singularmente, PSOE y PCE, y después Izquierda Unida, levantaron una expectación y un entusiasmo de gran intensidad. También entonces, como ahora, se anunciaron peligros y desastres sin fin en el supuesto de que los socialistas, como fuerza con más posibilidades de tocar poder, llegaran a tener un apoyo mayoritario de la sociedad.

Ahora con Podemos ocurre lo mismo y su líder, Pablo Iglesias, ha empleado sus primeros minutos de inauguración del cargo para hablar del miedo. “El miedo y la sonrisa están cambiando de bando”. Lo ha dicho con su tono nada estridente sino como declaración de principios lo que no invalida que muchos receptores, en efecto, puedan sentir inquietud. Con su puesta en escena tranquila, extremadamente contenida, ha aclarado quién debe temer a Podemos: la casta, los poderes financieros, las marionetas sin rostro, los que no pagan impuestos…

Nada extraño ni nada ajeno a lo que defienden y proclaman los partidos de la izquierda española aunque quizá en su vertiente más clásica. Nada inédito les resultó este discurso a dos socialistas invitados personalmente al acto de nacimiento de Podemos por su líder Pablo Iglesias. El portavoz de la corriente crítica del PSOE, José Antonio Pérez Tapias, que pugnó con Pedro Sánchez por la secretaria general, y el socialista madrileño Enrique del Olmo, aspirante a la alcaldía de Madrid aunque no lo ha conseguido ante la victoria de Miguel Antonio Carmona, atendieron “con mucho interés” lo que ha ocurrido en un teatro del viejo Madrid. Agitar el miedo es una mala estrategia, ha aconsejado Pablo Iglesias. Y tiene razón a juzgar del cambio drástico que han experimentado los partidos en cuyos caladeros quiere pescar Podemos. A más advertencias y descalificaciones hacia Podemos por sus vinculaciones con la Venezuela de Chávez, más apoyos ha ido cosechando si se observa lo que ha ocurrido desde las elecciones del 25 de mayo hasta los sondeos de hace unos pocos días. En algunos es primera fuerza en intención de voto, en otros la tercera aunque con un potencial difícil de calcular.

De lo dicho hoy resultaría difícil alarmarse por cuanto que no ha habido concreción de qué medidas piensa tomar este partido para “cambiar el modelo productivo de España”, ni tampoco para garantizar que los servicios públicos esenciales sean para todos los ciudadanos por el hecho de serlo. “Lo que da miedo es no llegar a final de mes; lo que da miedo es la pobreza infantil”. Ante aseveraciones de esta naturaleza resultaría extraño que alguien estuviera en contra, ni de derecha ni de izquierdas. Si algo caracteriza al líder del nuevo partido es su proverbial capacidad de atar los cabos sueltos. Su desapego hacia la caracterización de ser de derecha o de izquierda ha precisado en el acto inaugural que los problemas afectan a todos aunque las soluciones tengan titulares de izquierda. Ahora empieza la hora de la verdad para Podemos y lo sabe su líder y los 62 miembros del consejo ciudadano elegidos a través de Internet por casi 80.000 personas. Ahora saben que se les pondrá la lupa sobre la letra porque la música ya no será suficiente. Hoy ha sonado con poemas de Miguel Hernández y canciones de Mercedes Sosa y Luis Llach. Sí se ha visto entusiasmo y esperanza. “La sonrisa ha cambiado de bando”, ha proclamado Iglesias.

Y, acto seguido, exactamente al día siguiente (16/11/2014) y también en El País, la misma periodista completaba su análisis sobre la Asamblea de Podemos con este otro texto:

Ahora, a la espera de la letra

Se equivocaron, para después rectificar. Los partidos que saludaron la llegada de Podemos a la vida política ordinaria, tachándola de populista, de demagogo y de simpatizar con regímenes poco respetuosos con los usos democráticos, han comprobado con dolor que ese no es el camino. Podemos no ha dejado de crecer, según los sondeos, desde que en las elecciones europeas de mayo obtuvo cinco diputados. “Ahora empieza lo más difícil; y más difícil será cuando gobernemos”. Este fue el aviso que dejó Pablo Iglesias, minutos después de ser elegido secretario general de la nueva formación, en un discurso tan ligero como cargado de ilusión y esperanza. Desde hoy mismo pretenden trabajar para no ser una opción a la que se elija por rechazo a todas las demás sino por sus méritos propios. La puesta en escena del nacimiento del partido, con Pablo Iglesias a la cabeza y sus 62 compañeros del consejo Ciudadano, parecía preparada para desterrar prejuicios y temores.

No aspiran a ser conciencia de los gobernantes sino a gobernar. El Proyecto que propondrán se nutrirá de propuestas compartidas con la Izquierda Unitaria Europea, el grupo en el que están en la Cámara de Estrasburgo. La mayoría de los ciudadanos, subrayan, nada tiene que temer. “El temor y la sonrisa han cambiado de bando”, ilustró Iglesias. Los del bando de “la casta” son pocos, y Podemos se dirige al menos a  esos nueve o diez millones de votantes que le pueden dar la victoria. Por eso no se quieren encuadrar, aunque su iconografía sea de izquierdas.

No es posible aún examinar a Podemos por sus hechos, ni por sus obras. La elaboración del programa empieza ahora, aunque algunos de los epígrafes que adelantó Iglesias habrán martilleado los oídos del PSOE, IU, Compromís, Equo y UPyD, porque se parecen mucho a lo que llevan defendiendo esos partidos en estos tres años de legislatura.

La clave puede estar en la credibilidad del emisor y en la capacidad que pueda tener Podemos para convencer a los ciudadanos de que ellos son protagonistas de un tiempo nuevo. A la espera de la letra, la música de la que se rodea Podemos es de muchos. Lluis Llach, Mercedes Sosa. José Antonio Labordeta, poemas de Miguel Hernández… Como en la Transición.

Por su parte, Josep Ramoneda, otro destacado analista del mismo medio informativo que Anabel Díez, puntualizaba las informaciones relativas a la concluida Asamblea de Podemos, precisando que la cuestión de fondo que suscita su espectacular emergencia política (y también el fenómeno del soberanismo) nada tiene que ver con cuestionar la Transición, sino con lograr un nuevo pacto que haga posible una sociedad democrática digna de ese nombre (El País 18/11/2014):

Matar al mensajero Podemos

La gran novedad de Podemos es que surgidos de movimientos sociales con alta carga antisistema han pasado rápidamente a disputar el poder político a los partidos del sistema y con las reglas del sistema. Para decirlo con la palabra que han puesto de moda, la anticasta llama a la puerta de la casta, no tanto para echarla abajo como para disputarle el reparto del poder. Este paso, insólito en la política posmoderna europea, genera desconcierto.

Obviamente inquieta al establecimiento político y económico, que contemplaba a los movimientos sociales acampando en las afueras del recinto político institucional como algo inofensivo. El éxito de las movilizaciones contra los desahucios fue el primer susto, pero el Parlamento ya se encargó de no traducir políticamente lo que les llegó. Pero sobre todo es interesante la incomprensión que se detecta entre las generaciones formadas en los mitos revolucionarios de los 60 pero también en algunos sectores de los movimientos sociales de los que surgió Podemos.

En los años setenta, los movimientos revolucionarios entraron en el trágico ‘impasse’ de la violencia como en la Italia de los años del plomo y la Alemania de la Baader Meinhof, o simplemente fueron desapareciendo de la escena. Muchos viejos militantes migraron hacia partidos de orden como eran ya aquel momento los comunistas europeos y la socialdemocracia. A algunos de estos les ha sorprendido que desde unos movimientos sociales se diera el paso directo y sin intermediarios a la política institucional.

Desde el otro lado, desde la cultura radical de los insensibles a las tentaciones del poder, de los que quieren cambiar la sociedad desde abajo, generando nuevas formas de convivencia y de relación social, al salto de Podemos le persigue el fantasma de la traición, el miedo a que acaben comportándose como los demás, lo que genera una mezcla de complicidad y de compasión. De modo que el debate se acaba convirtiendo en una pugna entre los que temen que se convierta en casta, y que, una vez más, la ilusión se derrumbe y la derrota se instale entre los progresistas; y los que están deseando encontrar las primeras pistas que confirmen que ya van camino de ser casta, que, por tanto, pronto serán de los nuestros, ya estarán neutralizados, se acabó el peligro.

La irrupción de Podemos, como el soberanismo catalán y como la corrupción, son síntomas de enfermedades profundas de una sociedad en que el pacto social se ha quebrado y de un régimen político agotado, que tiene a sus órganos vitales muy tocados. Algunos piensan que estos síntomas se podrían reducir con analgésicos fuertes y que descalificando a Podemos antes de que llegue, desarticulando al soberanismo con medidas constitucionales extremas y exhibiendo mano dura contra la corrupción con una exhibición de inútil arsenal legislativo, volvería la calma y lo esencial quedaría salvaguardado por unas cuantas décadas más. Pero, la enfermedad que estos síntomas revelan ya está en las pantallas no sólo de los presuntos médicos sino de todos los ciudadanos. Y cada vez será más difícil tratar de entretener al personal con los síntomas para que no se vean los tumores.

Las preguntas están en la calle. ¿Es posible recomponer el pacto social para acabar con la fractura de la desigualdad y avanzar hacia una política fiscal eficazmente redistributiva? ¿Es posible abrir el sistema político de modo que dos partidos no gocen de un poder casi absoluto sobre un entramado institucional en que todos los sistemas de control están bajo su tutela? ¿Es posible seguir hablando de democracia cuando las decisiones políticas se toman en función de los movimientos de los mercados y la opinión de los ciudadanos queda limitada al voto cada cuatro años? ¿Es posible que la política y la ley sean realmente los instrumentos para defender los intereses de los ciudadanos que no tienen poder?

Estas son las cuestiones que hay que afrontar si se quiere realmente reformar un régimen gastado, como propone Pedro Sánchez. El debate no es en torno al pacto de la Transición. El debate es cómo lograr un nuevo pacto que permita reconstruir el régimen político para hacer posible una sociedad democrática digna de este nombre para los próximos 30 años. Y para ello es imprescindible abrir el candado con que PSOE y PP y sus colaboradores periféricos, CiU entre ellos, han ido cerrando el régimen hasta asfixiarlo. El PP está instalado en el inmovilismo, el PSOE quiere reformar y Podemos, desde un punto de vista, y el soberanismo desde otro, buscan ciertas rupturas.

No es un debate muy distinto del de la Transición. Por eso muchos comparan el recorrido de Podemos con el del PSOE de Felipe González. En cualquier caso, es un debate excelente para las próximas elecciones generales, en un tiempo en que la utopía ha cambiado de bando, el dinero cree que no hay límites y que todo le está permitido, en este Jauja llamado globalización, y los que vienen de la radicalidad, en cambio, buscan medidas concretas para salvar la fundamental: la dignidad de las personas y sus condiciones de vida. Pero de momento, lo que prima es la prisa de PP y PSOE por matar al mensajero Podemos.

El abanico de comentarios razonables y razonados sobre Podemos, sobre su realidad presente y sobre su futuro, se está abriendo mucho más que el de los comentarios descalificadores, a menudo rayanos en la mezquindad. Sobre estos últimos, nosotros sólo añadiremos que también responden al miedo (por no hablar de terror), esa perturbación del ánimo por un riesgo real, o fingido por nuestra imaginación, que, según los casos, puede llegar a descubrir las almas innobles, cerrar los oídos del entendimiento y también a despertar la memoria perdida y recordar los errores cometidos…

Como advierte un proverbio árabe bien conocido en el medievo español, si “los perros ladran, la caravana pasa”. El genial Goethe lo recordó en su poema ‘Labrador’ (1808): “… Pero sus estridentes ladridos / sólo son señal de que cabalgamos”. Pues eso: los ladridos de la jauría política al paso de Podemos, las bocinas y el vocerío increpante de sus monteros, son la mejor evidencia de que cabalga en la dirección correcta.

Concluimos reafirmando la idea de que nadie está en posesión de la verdad o de la razón absolutas, lo que tampoco impide compartir o criticar las opiniones de unos y otros. Pero también conviene recordar a quienes acosan desmedidamente a la gente Podemos (que se labrará su mejor o peor futuro por sí misma), esta sabia advertencia de Benjamín Franklin: “Si no quieres escuchar a la razón, ella castigará tu locura”.

Seguiremos hablando del fenómeno de Podemos. Pero de momento, viendo cómo lo encaran el PP y el PSOE (que probablemente seguirán atados al regeneracionismo falsario), auguramos que terminará liderando la izquierda española (ante una derecha ganadora pero no gobernante); y no tanto por efecto del rechazo social que generan los actuales partidos mayoritarios, que son los exclusivos responsables del hundimiento del sistema, sino por el aire fresco con el que Pablo Iglesias y sus seguidores empiezan a ventilar la vida pública. 

Fernando J. Muniesa