Editoriales Antiguos

NÚMERO 131. Europa endemoniada: ‘Acción y Reacción’ en la crisis de Ucrania

Elespiadigital | Domingo 14 de septiembre de 2014

Cuando el pasado mes de mayo los analistas independientes de la política internacional y los especialistas en geoestrategia ya tenían meridianamente clara la realidad subyacente en la crisis de Ucrania, incluida su instigación  interesada por Occidente, recogimos en una Newslettter algunas opiniones que, en términos muy sencillos y comprensibles, ponían el punto sobre las íes del tema (Conflicto de Ucrania: ¿Nos meterá Rajoy en el mismo lío que nos metió Aznar con la guerra de Irak…?’). Y lo curioso es que muchas de ellas, complementarias entre sí, contradecían la línea editorial de los propios periódicos que las publicaban afanados en el seguidismo estadounidense.

Así, y mientras El País arremetía en sus editoriales contra la política de Putin en el conflicto ruso-ucraniano, en sus páginas se han podido leer no pocos artículos clarificadores como este de José Ignacio Torreblanca, de elocuente título (24/04/2014):

Pobre Rusia

Las acciones de Rusia no son más que la respuesta legítima y, por cierto, sumamente contenida, a las constantes humillaciones sufridas por ese país desde que en 1991 decidiera abandonar el comunismo. Depuestas las armas por el eterno rival ideológico y seguro de su supremacía económica y militar, Occidente se ha dedicado a someter y humillar a Rusia de tal manera que nunca pueda volver a resurgir. Este programa se habría ejecutado valiéndose de una doble pinza formada, en primer lugar, por instrumentos económicos como las inversiones en sectores clave de la economía rusa (materias primas e hidrocarburos), pero de forma más profunda y dañina aún mediante la imposición por parte del FMI de un programa de privatizaciones que habría destruido el Estado social ruso, socavado las perspectivas de una democracia real y creado una clase de oligarcas corruptos sin más principios que el enriquecimiento y el servilismo a Wall Street y la City.

En paralelo al sometimiento económico, Occidente habría seguido una lenta pero inexorable política de aislamiento geopolítico de Rusia. En lugar de disolver la OTAN, que hubiera sido lo lógico teniendo en cuenta la disolución del Pacto de Varsovia, Occidente no cejó hasta que logró que todos los ex socios europeos de la URSS, desde Estonia hasta Rumanía, se integraran en la OTAN. La ambición de la UE no habría sido menor, pues inmediatamente después de la caída del muro absorbió a nada menos que 16 países, muchos de ellos históricos aliados de Rusia, como Bulgaria, o tradicionalmente neutrales, como Austria o Finlandia, creando un mercado interior de 500 millones de habitantes inmensamente rico desde el que imponer las normas y estándares que Rusia debe cumplir si quiere participar en la economía mundial. Y para rematar la jugada, Occidente no sólo machacó al único aliado ruso en la región, Serbia, sino que se dedicó a promover las llamadas “revoluciones de colores” en todo el espacio exsoviético, desde Ucrania hasta Kirguizistán, con el objetivo de lograr aún más aliados para su causa de mantener a Rusia rodeada y sometida.

Lo visto en Ucrania estos últimos meses no sería sino el último hito en esta perversa estrategia. ¿Qué más hace falta para unir con una línea recta los tres puntos que constituyen la oferta europea de un acuerdo comercial a Ucrania, el ensalzamiento como héroes a los derechistas del Maidán y el engaño a Yanukóvich por parte de los ministros de exteriores de la UE, que le prometieron una transición mientras por detrás organizaban un derrocamiento? ¡No es de extrañar que Putin haya dicho basta! ¿De qué nos sorprendemos? ¿De que los demás pueblos del mundo también quieran un trocito de dignidad?

Aunque seguro que hay quien considera este relato un ajustado reflejo de la realidad, está íntegramente formado por falsedades y prejuicios ideológicos. Lo peor: que dando por buena esta versión, hacemos imposible desarrollar una política coherente hacia la Rusia de Putin. En el blog Café Steiner en elpais.com rebato esos argumentos. Les invito a visitarlo y continuar allí la discusión.

Pero es que en periódicos más conservadores, por no decir ‘reaccionarios’, como el ABC, varios columnistas también publicaron análisis y artículos de opinión sobre el caso enfrentados a la manipulación informativa anti-rusa. Uno de ellos -se podrían citar algunos más- es este del escritor Juan Manuel de Prada (21/04/2014), ciertamente irónico:

La tradición rusa

Basta volver la vista atrás veinte años para entender cuál era la Rusia que anhelaba el NOM.

Con su habilidad característica para la intoxicación, el Nuevo Orden Mundial y sus corifeos presentan a Putin (¡horreur!) como una suerte de zar protervo entreverado de chulo profesional, dispuesto a pisotear el Derecho y a atizar guerras con tal de imponer su megalomanía imperialista. Para evitar que la pobre gente cretinizada se entregue a la nefasta manía de pensar, el NOM mantiene bien provistos de tópicos burdos los diversos comederos donde hociquea la «ciudadanía»: en el comedero conservador, conviene repetir a cada poco (¡paveur!) que Putin fue un agente del KGBrrrrr; en el comedero progresista, que Putin es (¡espanteur!) un tremendo homófoborrrrr. Parece increíble que tales caracterizaciones grotescas puedan resultar efectivas; pero el NOM sabe que las meninges de sus súbditos fueron arrasadas hace mucho tiempo; y que las especies más zafias pueden arraigar en los cerebros reducidos a fosfatina.

Basta volver la vista atrás veinte años para entender cuál era la Rusia que anhelaba el NOM. Arrasada por el bolchevismo que había tratado de exterminar hasta el último vestigio de la Rusia tradicional, había caído en manos de gobernantes ineptos, títeres de intereses extranjeros que, con la excusa de desmantelar el comunismo, se dedicaron a poner Rusia en almoneda. En aquel desmantelamiento de la Unión Soviética, la Rusia tradicional fue sometida a todo tipo de vejaciones, entre ellas la declaración de independencia de Ucrania, con regiones que, allá en la noche de los tiempos, habían sido fundadas y pobladas por rusos, o que habían sido ganadas por rusos en combate contra el turco (como Crimea, que luego sería el último reducto blanco frente al bolchevismo). Pero aquella Rusia puesta de rodillas, resignada a convertirse en lupanar, vomitorio o chatarrería del NOM, recupera su dignidad con Putin, que hace suyo el proyecto de revivificación de la tradición rusa impulsado por hombres como Solzhenitsyn, que habían sufrido (¡y cómo!) en sus propias carnes el comunismo y que, sin embargo, no consideraban que la alternativa a aquella ideología criminal que había triturado el alma de Rusia fuese el deletéreo liberalismo occidental (que Solzhenitsyn, por cierto, condenó con igual acritud que el comunismo). Esta revivificación de la tradición rusa exigía, en primer lugar, una recuperación de su fe y cultura milenarias, acompañada de un renacimiento demográfico que combatiese el estado de desmoralización y desencanto que postraba a la sociedad rusa. También de un restablecimiento de las fronteras de Rusia que, a la vez que rechazase los abusos imperialistas de la Unión Soviética, reintegrase pacíficamente parte de Ucrania y Bielorrusia, que son cunas históricas de Rusia. Todo este vasto plan de revivificación de la tradición rusa (tal vez el mayor desafío con que se ha tropezado el NOM) ha tratado de hacerlo realidad Putin, con las limitaciones y las interferencias de intereses espurios propias de todas las empresas humanas, aun de las más nobles.

Imaginemos (pero no es preciso tener demasiada imaginación) que el día de mañana una España hundida en la bancarrota, convertida en carroña para la pitanza de los especuladores globalistas, se desmantela y varias de sus regiones se segregan. Imaginemos que, desde el condado de Treviño o desde el cinturón industrial de Barcelona, surge un movimiento hispanófilo que se rebela contra la opresión de un régimen que trata, bajo máscara democrática, de arrasar sus raíces. Me gustaría que entonces hubiese en Madrid un gobernante valiente como Putin, que no mire para otro lado (aunque, bien lo sé, para esto último es preciso tener demasiada imaginación).

Y no digamos nada de otros comentarios que, desde posiciones militares informadas, no dejaron de redundar en ese entendimiento inteligente de la posición rusa. Entre los numerosos testimonios disponibles, la Red (invento impagable para garantizar la libertad informativa) nos ofreció un incisivo artículo de opinión de Juan Chicharro, general de División de Infantería de Marina, publicado en su blog ‘Proa al viento’ (República.Com 24/03/2014), que también recomendamos leer con detenimiento:

Ucrania desde la geopolítica y España

Que la geografía define la política de los Estados es algo obvio. Y si completamos ésta con la disponibilidad de recursos energéticos, base de toda economía, nos encontramos con un conjunto de factores esenciales para comprender desde la gran perspectiva lo que sucede en el mundo.

El geógrafo británico Mc Kinder describió hace más de cien años su teoría del pivote histórico. En ella dividía el mundo según su particular opinión en una tierra corazón –la isla mundial– constituida por Eurasia y en dos corredores o anillos que la rodeaban: uno interior que iba desde las islas británicas hasta el Japón y otro exterior desde América pasando por el sur de África, Australia y de nuevo América.

De forma sintetizada la teoría de Mc Kinder preconizaba que aquella potencia que dominara la masa euroasiática dominaría el mundo por ejercer el control de su centro de gravedad así como el de las inmensas reservas no explotadas de energía.

Spikman, también geógrafo y teórico de la geopolítica adaptó las teorías de Mc Kinder al mundo posterior al de la Segunda Guerra Mundial. Teorías en gran medida seguidas por los EEUU a partir de la posguerra.

Llegar a la conclusión, o no, de si a estas alturas del siglo XXI, en el mundo globalizado de hoy, dichas teorías siguen siendo válidas requeriría un estudio profundo que se aleja de la inmediatez de estas líneas; sin embargo una visión de los acontecimientos históricos de los últimos decenios nos muestra que casi todos los conflictos se han producido en el anillo interior que rodea a la denominada tierra corazón dándole, quizás, la razón al geógrafo británico.

Vietnam, Afganistán, Irak, Medio Oriente o los Balcanes son ejemplos de guerra abierta en los que siempre nos encontramos a los EEUU y a Rusia detrás de ellos; lo mismo podría decirse de conflictos no abiertos pero generadores de grandes tensiones políticas y sociales como ha sucedido en los países bálticos o en Polonia. Y no nos olvidemos que en un mediato futuro -tal como escribí en un artículo anterior- la pugna se extenderá al control de las inmensas reservas energéticas bajo el polo norte.

La premisa básica de la teoría de Spykman, citado líneas arriba, era que el balance de poder en Eurasia afectaba directamente a la seguridad de los EEUU y que si esta nación quería mantener su supremacía mundial era imprescindible mantener una presencia activa a lo largo de toda la zona geográfica que componía el denominado anillo interior lo que implicaba a su vez mantener una Armada poderosa y por otra parte una presión constante sobre la frontera oeste de Eurasia.

Así nos encontramos, como si de aplicación rigurosa de las teorías de la escuela geopolítica de Spykman se tratara, a la UE y a la OTAN influyendo y presionando en toda esa frontera oeste de la porción de Eurasia que dominaba otrora la Unión Soviética, y hoy Rusia, así como a lo largo del resto del ‘inner crescent’, el anillo interior citado, con todo un despliegue militar de los EEUU materializado por alianzas cuando no por presencia activa en Afganistán, Irak y en todos los mares.

Y si nos detenemos a analizar lo sucedido en la Europa Oriental desde la caída del Imperio Soviético hasta nuestros días, vemos primero como cayeron de la órbita rusa los países bálticos al norte y luego al sur los balcánicos; siempre y en ambos casos con la sombra de los EEUU de una parte y de otra la de Rusia.

Tal parece que los esfuerzos de ambas partes responden a evitar que sea sólo una potencia la que domine la tierra corazón como prescribía Mc Kinder.

Y es en esta cadena de acontecimientos cuando ahora nos encontramos de nuevo a los EEUU y Rusia pugnando por el control de la zona centro de la frontera oeste de Eurasia: en Ucrania. ¿El eslabón que faltaba?

Los sucesos que allí están teniendo lugar responden al paradigma de lo acaecido en la otrora próspera Yugoslavia. Allí si recordamos convivían diferentes etnias bastante mezcladas pero estructuradas en diferentes regiones: Serbia, Croacia, Bosnia… etc.

De repente movimientos nacionalistas auspiciados, cuando no apoyados, por los EEUU y la UE provocaron una sangrienta guerra que rompió en pedazos la nación yugoslava. La influencia rusa quedó maltrecha, y la de los EEUU desde entonces, presente y reforzada ¿Se acuerda alguien de Kosovo?

En Ucrania está sucediendo exactamente lo mismo. Desde Occidente se incide sobre lo que separa al pueblo ucraniano: las diferencias entre los pro occidentales y los pro rusos. La finalidad de unos y otros es en definitiva, desde la perspectiva de la teoría geopolítica, el control de la frontera oeste del anillo interior “frontera” de la tierra corazón.

Hay un aspecto muy a considerar en todo este conflicto que es el de la manipulación de la opinión pública. Como siempre sucede. Sirva como ilustrativo de ello la experiencia personal vivida allá por la primavera de 1999 cuando los ataques de la OTAN a Serbia. No recuerdo el día exacto pero sí cuando un misil de la OTAN impactó directamente en la Embajada de China en Belgrado en horas de trabajo. Las imágenes de la CNN y por supuesto las de TVE mostraban el destrozo, pero enfatizando en que no había habido víctimas. Por el contrario la TV serbia mostraba imágenes espeluznantes de cadáveres y heridos.

¿Dónde estaba la verdad? No lo sé. Pero evidentemente la opinión de los serbios y la de los españoles era bien diferente según, claro está, las imágenes que vieran. En Ucrania me temo que está pasando lo mismo.

Y en este contexto leo que los EEUU proponen medidas económicas sancionadoras contra Rusia lo que no deja de ser curioso ya que el posible impacto de éstas sobre la economía norteamericana sería mínimo -los acuerdos comerciales entre los EEUU y Rusia no alcanzan el 1% del total- mientras que Europa es dependiente en un elevado grado del gas ruso que pasa directamente por Ucrania. No así España que se surte del norte de África pero, ¿y el más de un millón de turistas rusos con alto poder adquisitivo que visitan anualmente nuestro país? ¿Y cuál es la posición de España en todo este conflicto?

Según sabemos y observamos la común con la de la UE. Incluso quizás con más vehemencia al mostrarse del todo contraria al referéndum habido en Crimea; tal vez por sentir similitud posible con lo que pueda acaecer en España.

Francamente, son dos problemas bien diferenciados y no acabo de entender la postura española. Tal vez es que los principios o conceptos de algunos en los que se basa la unidad española no son lo suficientemente fuertes y necesitan ampararse en situaciones que piensan pueden ser análogas. Hace falta ser ignorante.

Pues bien. Ni Cataluña es Kosovo ni el País Vasco es Crimea. Para nada. Son problemas completamente diferentes que nada tienen que ver.

Y por otro lado leo que los EEUU -¿completando una posición retrasada de apoyo al despliegue o influencias en el anillo interior de Mc Kinder?- proponen que España se convierta en su aliado principal para el sur de Europa y el Mediterráneo. Propuesta muy bien acogida en general. Al fin y al cabo ya lo somos. La base naval de Rota, el despliegue de los destructores que participan en el escudo antimisiles o el de hasta 1.100 ‘marines’ en Morón son pruebas fehacientes de ello, por si no lo fuera suficientemente ya nuestra intervención en Bosnia, Líbano, Irak, Afganistán, en el Mediterráneo oriental o en el Índico.

Es una buena noticia y seguro que ahora los EEUU nos apoyarán en el hipotético caso de un no deseable conflicto a propósito de Ceuta y Melilla y desde luego, también, en nuestra reivindicación de nuestros derechos sobre Gibraltar. Siendo sus aliados principales en el sur no hay razón para que no le digan a sus ‘primos’ británicos lo buenos y fiables aliados que somos.

Lejos está del pensamiento estratégico norteamericano la aplicación de la doctrina ‘Monroe’ por la que nos ‘robaron’ Cuba y Puerto Rico, además de Las Filipinas; como también lo está la más cercana en el tiempo –ayer- cuando apoyaron a Marruecos para ‘echarnos’ del Sáhara. ‘Fairy tales’… que dicen los anglos.

¡Ojo! Las Fuerzas Armadas de los EEUU tienen todo mi respeto y grandísima admiración. Son inmejorables. Pero mi consideración por su política es otra cosa bien diferente. En fin…

¿Seguirá siendo válido el pensamiento geopolítico de Spykman derivado del de Mc Kinder? Tal vez todo cuanto he escrito sólo sean coincidencias y casualidades fruto de la imaginación.

Finalmente, y aun a costa de sobrepasar la extensión habitual de nuestras Newsletters, tampoco nos resistimos a reproducir el avance del libro de Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y acreditado especialista en la Europa central y oriental, titulado ‘Rusia frente a Ucrania’ (Editorial La Catarata, 2014), que ya publicamos antes de su lanzamiento:

Rusia frente a Ucrania [extracto]

(…) A duras penas es imaginable que Rusia sea una potencia meramente regional. Basta con echar una ojeada a su ubicación, en el centro de las tierras emergidas del norte del planeta, para percatarse de que sus movimientos tienen por fuerza que ejercer efectos sobre el panorama entero del planeta, y ello incluso en los momentos de mayor postración. Un Estado que cuenta con fronteras con la UE, que considera que Oriente Próximo es su patio trasero, que sigue desplegando una parte de sus arsenales en la linde con China, que mantiene contenciosos varios con Japón y que choca con EE UU a través del estrecho de Bering no puede ser una potencia regional. Pero Rusia arrastra, por añadidura, una singularísima condición geoestratégica. Con fronteras extremadamente extensas, a caballo entre Europa y Asia, se trata de una potencia continental que debe encarar por igual enormes posibilidades y riesgos evidentes. Agreguemos que estamos ante un Estado que es un productor principal de hidrocarburos, que disfruta de derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU y que cuenta con un arsenal nuclear importante. Una de las consecuencias plausibles de todo lo anterior es el hecho de que nos hallamos ante uno de los pocos Estados del planeta en los cuales las influencias externas son limitadas o, en su defecto, resultan ser poco eficientes.

Por lo demás, si Rusia se beneficia de evidentes potencialidades, arrastra también taras no menos relevantes. Recordemos que, al menos en lo que respecta a su territorio europeo, es un país geográficamente desprotegido, que carece llamativamente de una salida permanente y hacedera a mares cálidos, que está ubicado en latitudes demasiado septentrionales como para permitir el despliegue de una economía diversificada, que cuenta con ríos que en la mayoría de los casos discurren de sur a norte y a duras penas pueden ser objeto de un uso comercial estimulante o, en fin, que atesora una riqueza ingente en materias primas que se encuentran, sin embargo, en regiones tan alejadas como inhóspitas.

Hay quien, en otro orden de cosas, se pregunta por qué Rusia forma parte del grupo que integran las economías emergentes y que conocemos con el acrónimo de BRIC. La pregunta es legítima por cuanto Rusia no es ni una economía emergente, ni un Estado que muestre una realidad en ebullición, ni un país del Tercer Mundo que haya dejado atrás viejos atrancos. Al cabo, y por añadidura, hay diferencias fundamentales entre el modelo ruso y el que se revela en los otros espacios mencionados. Si una de ellas es el peso, mucho mayor, que tienen en Rusia, sobre el total de las exportaciones, las que se refieren a la energía, otra la aporta un gasto militar porcentualmente mucho más elevado. Para que nada falte, y a diferencia de China, India y Brasil, Rusia es un país con población envejecida y en crisis demográfica abierta. A la postre las razones que medio justifican la presencia de Moscú entre los BRIC remiten a las dimensiones del país, a su poderío militar, a la riqueza en materias primas y, en cierto sentido, a la voluntad de contestar, en un grado u otro, la hegemonía occidental.

Los acontecimientos recientes en Ucrania ratifican, por otra parte, un diagnóstico cada vez más extendido: tendremos que acostumbrarnos a lidiar con conflictos sucios en relación con los cuales será cada vez más difícil mostrar una franca adhesión a la posición de alguno de los contendientes. Conflictos como los de Palestina o el Sáhara occidental, que provocan reacciones de inmediata solidaridad con palestinos y saharauis, van a ser más bien infrecuentes en la etapa en la que nos adentramos. Y es que sobran los motivos para guardar las distancias ante la conducta de todos los agentes importantes, autóctonos y foráneos, que operan en Ucrania. El registro de los naranjas es tan lamentable como el de los azules: unos y otros comparten sumisiones externas, querencias represivas y oligarcas beneficiarios. Pero no es más halagüeño el balance que aportan las potencias occidentales, decididas a mover pieza en provecho de sus intereses más descarnados, y una Rusia que sigue jugando la carta de un imperio que impone reglas del juego en sus países vecinos.

No parece, en paralelo, que nos encontremos ante una reaparición de la guerra fría. Al respecto cabe invocar dos argumentos principales. El primero señala que en el momento presente no se enfrentan dos cosmovisiones y dos sistemas económicos diferentes. Aunque el capitalismo occidental y el ruso muestren modulaciones distintas, es fácil apreciar una comunidad de proyectos e intereses. El segundo de esos argumentos subraya que existe una distancia abismal entre el gasto en defensa de las potencias occidentales y el que mantiene Rusia. Son varios los Estados miembros de la OTAN que, cada uno por separado, han decidido preservar un gasto militar más alto que el ruso. Pero por detrás se aprecian también enormes disparidades en el tamaño de las economías: no se olvide que el PIB ruso, en paridad de poder adquisitivo, es un 15% del de la UE. Y hay enormes distancias, en suma, en lo que se refiere a población y peso en el comercio mundial. Mientras la Unión Europea cuenta con 500 millones de habitantes y corre a cargo del 16% de las exportaciones registradas en el planeta, y China tiene 1.300 millones de habitantes y protagoniza el 8% del comercio mundial, Rusia está poblada por algo menos de 145 millones de personas -un 2,4% de la población total- y realiza un escueto 2,5% de las exportaciones.

Pareciera, en fin, como si Rusia no hubiera recibido agravio alguno y se comportase como una potencia agresiva ajena a toda contención. La realidad es bastante diferente. En lo que al mundo occidental se refiere, Rusia lo ha probado casi todo en el último cuarto de siglo: la docilidad sin límites del primer Yeltsin, la colaboración de Putin con Bush hijo entre 2001 y 2006, y, en suma, una moderada confrontación que era antes la consecuencia de la prepotencia de la política estadounidense que el efecto de una opción propia y consciente. Moscú no ha sacado, sin embargo, provecho alguno de ninguna de esas opciones. Antes bien, ha sido obsequiado con sucesivas ampliaciones de la OTAN, con un reguero de bases militares en países cercanos, con el descarado apoyo occidental a las revoluciones de colores y con un displicente trato comercial. No es difícil, entonces, que, en un escenario lastrado por la acción de una UE impresentablemente supeditada a los intereses norteamericanos, Rusia entienda que está siendo objeto de una agresiva operación de acoso, y ello por mucho que las diferencias no las marquen ahora ideologías aparentemente irreconciliables, sino lógicas imperiales bien conocidas…

En la senda de intoxicación propia del ‘Gendarme Universal’

Con todo, las críticas internas sobre la posición fijada por Estados Unidos en la ‘cuestión ucraniana’, no tardaron en ser significativas. Por ejemplo, el periodista Ethan Miller suscribía la siguiente crónica lanzada por la Agence France-Presse el pasado 23 de julio:

Excandidato presidencial revela qué hechos omitirán los medios de EEUU sobre Ucrania

Sin el “cambio de régimen” patrocinado por EEUU en Ucrania es poco probable que se hubieran producido los disturbios posteriores, que costaron centenares de vidas, cree el excandidato a la presidencia y excongresista estadounidense Ron Paul.

“Tampoco habría tenido lugar el accidente de Malaysia Airlines”, aseguró en una columna publicada por la página web de su fundación, el Instituto Ron Paul por la Paz y la Prosperidad. El texto está dedicado a la estrategia a la que recurren constantemente los medios de comunicación norteamericanos de omitir los hechos reales con el fin de denigrar a Rusia.

En los pocos días transcurridos desde el trágico accidente del vuelo malasio en el este de Ucrania “los políticos y los medios de Occidente se unieron para aprovecharse al máximo del desastre en su propaganda”, admite el líder del ala moderada de los republicanos. “Tenía que ser Rusia, tenía que ser Putin, dijeron”.

“Mientras las agencias de información occidentales se apresuran a reproducir la propaganda de su gobiernos respecto a lo ocurrido, hay cosas que no contarán”, supone el político. Así, dice, omitirán el hecho de que la crisis en Ucrania comenzó a finales del año pasado después de que la UE y los manifestantes apoyados por EEUU conspiraran para derrocar al presidente legítimo ucraniano, Víktor Yanukovich.

No contarán que el Gobierno de Kiev posterior al golpe, según los observadores de la OSCE, ha matado a 250 personas en la región independizada de Lugansk desde junio, entre ellos las 20 víctimas de un bombardeo del centro de la capital regional perpetrado el día después del accidente del MH17, exclama Ron Paul. La mayor parte de estas víctimas mortales son civiles y en total casi igualan el número de los muertos en el siniestro del avión.

Tampoco se dirá en los medios que EEUU ha apoyado fuertemente al Gobierno ucraniano en estos ataques contra civiles, calificados por una portavoz del Departamento de Estado de “mesurados y moderados”, adelanta el autor.

El caso es que es muy difícil conseguir información precisa sobre el derribo, y por lo tanto cada uno usa la que tiene para sus propios fines, dice el excongresista. “A estas alturas sería imprudente decir que lo hicieron los rusos, o el gobierno ucraniano, o los rebeldes. ¿Es tan difícil exigir simplemente que haya una auténtica investigación?”, se pregunta.

Ron Paul compara la situación mediática en torno al siniestro del vuelo MH17 con lo que pasaba en la prensa estadounidense después de los supuestos ataques con gas tóxico contra civiles en la ciudad siria de Guta el pasado agosto. Las tropas de Bashar al-Assad estaban a punto de realizar un gran avance contra los insurrectos patrocinados por Occidente, por eso EEUU urgió un ataque que fue atribuido inmediatamente y sin ninguna investigación a las autoridades sirias.

Solo la presión que ejercida sobre Obama por la oposición los obligó a dar un paso atrás, y ahora se sabe que las reclamaciones estadounidenses sobre el ataque de gas eran falsas, recuerda el político.

Mientras tanto, altos funcionarios de la inteligencia de EEUU afirman que sus servicios no han encontrado ningún indicio de que Rusia estuviera implicada en el derribo del MH17 en el este de Ucrania.

(Ver http://www.ronpaulinstitute.org/)

Mucho se ha escrito ya sobre la desvergüenza que supuso la campaña de intoxicación informativa desarrollada por Estados Unidos a nivel mundial para justificar la Guerra de Irak de 2003 (‘Operación Libertad Iraquí’), con la excusa falsaria de unas inexistentes ‘armas de destrucción masiva’ en manos de Saddam Hussein, que jamás se encontraron. Y ahora tenemos, de entrada, la barbaridad de acusar a Rusia y/o los pro-rusos ucranianos de derribar el Boeing 777 de Malaysia Airlines, cuando todo indica que fue objeto de un ametrallamiento desde uno de los dos aviones de combate ucranianos que operaban en la zona (ver ‘Verdades y mentiras en torno a la tragedia del Boeing 777 de Malaysia Airlines (vuelo MH17’).

Poco se puede añadir al respecto, porque ese tipo de intoxicaciones y prácticas desinformativas, son de sobra conocidas y se muestran de forma especial en cada conflicto internacional que afecte interesadamente a Estados Unidos. Son inherentes a su forma de entender la política exterior y a su afán por ejercer de ‘Gendarme Universal’.

Una práctica ciertamente lamentable para alentar una guerra civil y que Ucrania y sus padrinos occidentales deberían rectificar, aplicándose a buscar soluciones pacíficas al problema y a entender mejor las razones de la historia, el sentimiento de sus ciudadanos pro-rusos, las consecuencias de la propia contienda y las incontrolables derivas de los enfrentamientos asimétricos. O cuando menos las inevitables respuestas de la otra parte, atendiendo de forma comparativa al conocido principio de acción y reacción descrito por Newton.

Otra vez metidos en camisas de once varas

Ya en el pasado mes de mayo, antes incluso de que Ethan Miller publicara el artículo citado, Marcus Papadopoulos, experto británico en relaciones internacionales y editor del portal electrónico Politics First, evaluó la crisis en Ucrania en una entrevista concedida a RIA-Novosti después de que el comandante militar de la OTAN, Philip Breedlove, anunciara que los países miembros de la Alianza desplegarían sus tropas de forma permanente en Europa del Este.

En relación con esta intención expansiva de la OTAN, Papadopuolos aseguró que no se trataba de ninguna sorpresa: “Desde el colapso de la Unión Soviética, la OTAN, liderada por Estados Unidos, se ha venido expandiendo en dirección Este, hacia la fronteras occidentales de Rusia”. Y señaló que “la crisis en Ucrania fue provocada por Estados Unidos”, ya que, en su opinión, Washington viene buscando desde hace veinte años que Ucrania rompa sus relaciones con Rusia.

“Actualmente Washington proclama que es necesaria la expansión de la OTAN y el despliegue de un sistema de defensa antimisiles en Europa para garantizar la protección del Continente. Sin embargo, hay que preguntar al Gobierno de Estados Unidos por qué Rusia no ha sido invitada a colaborar con la Alianza Atlántica como país europeo y por qué no fue apoyada su propuesta de crear un sistema global antimisiles conjunto”, dijo el analista británico.

Y afirmó premonitoriamente: “Lo más seguro es que tarde o temprano Washington comience a explicar con declaraciones falsas que la creación de un sistema de defensa antimisiles se debe a que Rusia es una amenaza para la paz y la seguridad en Europa, junto con Irán y Corea del Norte”. El editor de Politics First concluyó entonces que la OTAN usa la excusa de la crisis en Ucrania con el objetivo de limitar la influencia de Rusia en Europa y neutralizar las fuerzas nucleares estratégicas rusas.

Lo cierto es que, justo cuando se sustanciaba el alto el fuego pactado entre Kiev y los separatistas pro rusos del Oeste de Ucrania (acuerdo auspiciado por Putin), el New York Times (convertido en un enloquecido y obsceno ‘periódico de la guerra’) se lanzaba a atizar una intervención militar a gran escala en Ucrania, apoyado en comentarios de analistas furibundos como Ben Judah: “Occidente tiene que ser honesto con Ucrania. Hablamos como si este país fuera uno de los nuestros, que un día se convertirá en miembro de la Unión Europea y la OTAN. Ese es el deseo de Kiev, pero Occidente no está dando a Ucrania los medios para luchar en esta guerra”.

La ‘lógica’ ideada por el establishment que sostiene el periódico, define la resistencia en el Este de Ucrania como una invasión rusa. Y, según escribe Judah, “demanda que enviemos asesores militares occidentales a Kiev, y que les demos a los ucranianos información de inteligencia y el apoyo de nuestros satélites. Y debemos enviarles cañones, tanques, aviones no tripulados y equipos médicos por toneladas. Incluso tenemos que estar dispuestos a desplegar tropas de la OTAN si los tanques rusos marchan hacia Crimea, como muchos temen, para construir un puente de tierra que una la parte continental del sur de Rusia”. Es más, afirma que “las fuerzas especiales estadounidenses y británicas deben ser enviados a plantar la bandera y proteger los aeropuertos de Kiev y Odessa”.

El belicismo del New York Times es la punta de lanza del imperialismo militar estadounidense. Su capacidad de intoxicación ha sido decisiva en el período previo a la invasión de Irak y más tarde de Libia; apoyó el esfuerzo por derrocar al gobierno de Al-Assad en Siria utilizando a Al-Qaeda; ha defendido la declaración económica de la guerra contra Rusia y ahora no se priva de reclamar acciones militares que corren el riesgo de inducir una guerra mundial, claro está que lejos de su territorio…

Y ese es el tipo de demencia bélico-expansionista al que ya nos tiene acostumbrado Estados Unidos desde hace tiempo (alentada por su poderosa industria de defensa). Como ha sucedido con otras experiencias de nefasto recuerdo, ahora la élite financiera que controla la política exterior de la Casablanca está decidida a enfrentarse a Rusia en su propia frontera. Las ONG de Soros y otras fundaciones están ocupadas en esta tarea espuria de guerra económica encubierta no sólo en la periferia de Rusia, sino ya también en el interior del propio país.

En paralelo, la reciente cumbre de la OTAN en la ciudad galesa de Cardiff (4 y 5 de septiembre) se ha concretado en la aprobación de un paquete de medidas destinadas a ampliar la presencia de la Alianza en Europa del Este. El ‘pretexto’ no es otros que el de la ‘crisis ucraniana’ y su intempestivo resumen es el siguiente:

  • Creación de una Fuerza Conjunta de Alta Disponibilidad

Es decir, una nueva fuerza de respuesta rápida en Europa del Este, con una ampliación de la infraestructura humana y logística necesaria para garantizar la eficacia de la medida.

El secretario general de la organización, Anders Fogh Rasmussen, detalló que las nuevas tropas estarán integradas por varios miles de soldados listos para un rápido despliegue, contingente que Bronis?aw Komorowski, presidente de Polonia, fijó en 5.000 efectivos. Polonia, Rumania y los países bálticos ya ha manifestado su disponibilidad.

  • · Fuerza Conjunta Extraordinaria 

Bajo la iniciativa del Reino Unido, se creará también otra fuerza de respuesta rápida -la Fuerza Conjunta Extraordinaria- que supondrá la posibilidad de una movilización temporal de hasta 10.000 efectivos y su despliegue en la región por tierra, mar y aire. Estará compuesta por tropas de siete Estados miembros: el propio Reino Unido, Dinamarca, Noruega, Países Bajos y los países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania. Canadá también expresó interés en participar.

  • Maniobras

Otro punto clave del futuro programa de la OTAN de ‘calentamiento’ en Europa, es reforzar cooperación con más Estados vecinos de Rusia, sobre todo con Ucrania; pero también con Georgia, Finlandia y Moldavia. Se tratará de maniobras conjuntas a gran escala con programas de entrenamiento. Solo este mes de septiembre habrá tres simulacros conjuntos: uno en Letonia y dos en Ucrania.

El de Letonia, el ‘Steadfast Javelin 2’, empezó el 2 de septiembre y cuenta con la participación de unos 2.000 soldados de nueve países. El ‘Sea Breeze 2014’, que son unas maniobras conjuntas de las Armadas de Ucrania y Estados Unidos en el noroeste del mar Negro, se inició el 8 de septiembre y ha contado con la participación de unos 280 efectivos estadounidenses y la participación de buques de guerra de Canadá, España, Rumania y Turquía, mientras Georgia, Noruega, Suecia y Francia se limitaron a enviar enviado observadores.

Y a partir del 15 de septiembre el ‘Rapid Trident’ desarrollará en los alrededores de la ciudad ucraniana de Yavoriv un ejercicio de entrenamiento que contará con 1.000 tropas de la OTAN incluidos unos 200 paracaidistas (también con presencia española).

  • Modernización del Ejército de Ucrania

Aunque la Alianza Atlántica como tal no aprobó una ayuda militar a Kiev, varios de sus miembros sí que confirmaron una cooperación a nivel bilateral. Este paquete se incluye programas de rehabilitación para las tropas ucranianas heridas y de asistencia en cuestiones de seguridad cibernética, logística y comunicaciones. Además, la OTAN se comprometió a asesorar al Gobierno ucraniano sobre cómo realizar reformas en el sector de Defensa y suministrarle varios tipos de equipamiento, acordándose unos fondos de ayuda por un monto inicial de 15 millones de euros.

Todo ello distorsionando además el planteamiento inicial de la cumbre, en la que estaba previsto que los temas principales fueran el futuro de las operaciones de la OTAN en Afganistán, la colaboración entre aliados en industria de defensa (la ‘Smart Defense’) o los últimos detalles sobre la configuración de la Fuerzas de Reacción Rápida, los acontecimientos han hecho que algunos puntos de la agenda se tenga que modificar. Alterados también por el fuerte impulso del ‘yihadismo’ en Oriente Medio y África, como demuestra la fortaleza del ISIS y su Estado Islámico en Siria e Irak o las milicias de Boko Haram en Nigeria, entre otros problemas emergentes.

Y, como es lógico, esta toma de posición de Estados Unidos, no tardó en tener contestación por parte de Rusia, no sólo en el campo de la doctrina militar, alterada ahora por el la presencia de la OTAN en el Este de Europa  (creando por ejemplo una unidad especial para la defensa específica de Crimea), sino lanzando afinadas alertas políticas sobre la “tosca” ingeniería geopolítica diseñada por Washington y sus “graves consecuencias”. Así, el embajador de Rusia ante la ONU, Vitali Churkin, afirmó inmediatamente que el curso de Estados Unidos hacia el cambio de regímenes en varios países está socavando la seguridad mundial y el sistema de coordenadas o de equilibrio internacional.

En una entrevista concedida al canal Rossiya 1, el diplomático ruso definió la situación de conflictos generalizada en Oriente Medio y África como un “caos desmesurado”, precisando: “En Libia, todo se ha desintegrado, el país se encuentra en un estado de caída libre. Libia desencadenó una reacción igual en Mali”. También señaló que “la República Centroafricana se ha desintegrado por sí misma”, y que “Sudán del Sur obtuvo su independencia con apoyo estadounidense, pero las fuerzas políticas dentro el país resultaron incapaces de colaborar y, de hecho, la guerra civil continúa”.

Churkin presentó el caso del Estado Islámico como el “colmo” de esa nueva situación geopolítica, definiéndola como “un desafío sin precedentes". Y, en relación con la inestabilidad de Irak, subrayó que los “estadounidenses se retiraron del país dejando las cosas prácticamente a medias”.

Para el representante de Rusia ante la ONU, estos ejemplos prueban la tesis reiteradamente declarada por su país: “La ingeniería geopolítica tan tosca, el cambio de regímenes sin consideración de implicaciones, conlleva consecuencias muy graves”. Sus declaraciones concluyeron poniendo de relieve que muchos miembros de la ONU están preocupados por el desequilibrio que se está produciendo en el sistema geopolítico “al que nos hemos acostumbrado en los últimos 20 años y que suponía se basaba en la cooperación entre los actores principales en la resolución de los asuntos internacionales”

Dejémoslo aquí, porque la evolución del conflicto de Ucrania, con posiciones bien marcadas por todas las partes, ya muestra su profundo trasfondo de intereses económicos y de expansionismo del modelo económico neoliberal. Un sistema en sí mismo generador de la actual crisis europea, incapaz siquiera de auto chequearse (antes al contrario parece huir ciegamente hacia adelante) y por tanto de reconducirse o limitar sus daños sociales, que es lo que está en juego.

“Occidente ha perdido la razón y el sentido”

El ‘caso de Ucrania’, o el conflicto ruso-ucraniano, no es otra cosa que una derivada más de la ‘guerra económica’ desatada por el complejo OTAN-UE contra el resurgimiento de Rusia apoyado en sus fuentes de energía y en su influencia sobre la Europa oriental y su integración en el Grupo BRICS. Un expansionismo económico tutelado o acompañado por una utilización de la OTAN poco afinada; es decir impuesto de alguna forma baja la amenaza de las armas y que es el endemoniado origen de la nueva desestabilización europea.

Lo absurdo de este enfoque ha sido puesto en evidencia por el político francés Jacques Myard, alcalde de Maisons-Laffitte, afiliado a la Unión por un Movimiento Popular (UMP) y miembro de la Asamblea Nacional por el Departamento de Yvelines. En una entrevista concedida al canal BFMTV, ha declarado que el incumplimiento del contrato de suministro de los dos portahelicópteros ‘Mistral’ encargados por Rusia a la industria francesa es un error que mancha la reputación de Francia (una ‘sanción’ con la que Francia se juega más de 1.200 millones de euros y arruinar el prestigio de su industria naval).

Según él, la posibilidad de que Ucrania y Georgia puedan incorporarse a la OTAN muestra que “Occidente ha perdido la razón y el sentido”. También señaló que Occidente apoya erróneamente al Gobierno ucraniano, “que está matando a sus ciudadanos” y que "tacha de terroristas a los que buscan autonomía”, afirmando que esto es algo que ya “se le imputaba al Gobierno sirio, respaldando a los que se oponían al presidente sirio Bashar al-Assad” y preguntándose “dónde está la lógica”.

Myard acusó al presidente francés Francois Hollande de seguir ciegamente la línea de Washington y llamó a defender los intereses de Francia y quitar las sanciones impuestas a Rusia, postura participada por otros diputados de la UMP. En esta misma línea crítica se ha pronunciado otros muchos políticos franceses, desde el ex primer ministro François Fillon a la líder del  Frente Nacional, Marine Le Pen.

De hecho, este tema de las represalias económicas contra Rusia, no sólo son poco efectivas en sí mismas (el ‘caso Mistral’ no preocupa en absoluto a los militares rusos), porque no afectan esencialmente a su economía y porque a ese nivel de potencias son fácilmente vulnerables, sino que generan un efecto boomerang contra sus propios declarantes. De acuerdo otra vez, hablando comparativamente, con la tercera ley del movimiento de Newton o principio de acción y reacción: “Si un cuerpo A ejerce una acción sobre otro cuerpo B, éste realiza sobre A otra acción igual y de sentido contrario”.

Atendiendo a este símil, hay que destacar que, aunque los pares de acción y reacción tengan el mismo valor y sentidos contrarios, no se anulan entre sí, puesto que actúan sobre cuerpos distintos. Y esto es algo que se puede comprobar a diario en numerosas ocasiones. Por ejemplo, cuando se dispara un arma de fuego, la fuerza del gas producido por la combustión de la pólvora hace que la bala se proyecte, pero al mismo tiempo el arma retrocede. O cuando una gran manguera contra incendios dispara un cañón de agua, es necesario sostenerla con firmeza, porque esa misma salida de agua empuja la manguera en sentido contrario de manera visible…

Tras soportar la ya larguísima secuencia de sanciones económicas (pero a la postre inocuas para el sancionado), que siendo respondidas por Rusia sólo con un veto a la importación de algunos productos agroalimentarios europeos ha sacudido la recuperación económica de la UE (‘tensiones geopolíticas’ implícitamente criticadas por el BCI y el FMI), la diplomacia rusa ha contestado de forma inmediata a la UE con este comunicado oficial:

En Moscú han prestado atención a la carta conjunta del Presidente del Consejo Europeo Herman van Rompuy y el Presidente de la Comisión Europea José Manuel Barroso publicada en Bruselas sobre las medidas restrictivas con respecto a Rusia, así como a la información difundida en los medios de comunicación sobre la armonización en el Comité de los Representantes Permanentes de los Estados miembros de la Unión Europea de un nuevo conjunto de sanciones contra nuestro país.

De hecho, el anuncio de la próxima ampliación de las sanciones antirusas ha sido la primera reacción de la UE a la reunión del Grupo de Contacto para  regularización de la situación en Ucrania que tuvo lugar ayer en Minsk [5 de septiembre] y a los compromisos alcanzados allí, los que permiten llevar la vida de todos los ucranianos en el curso pacífico.

De este modo, la Unión Europea ha demostrado que sus autoridades todavía están vagando en el mundo “a través del espejo” político y enviando en realidad una señal del apoyo directo al "partido de guerra" en Kiev, que no está satisfecho con los resultados de la reunión en Minsk.

En vez de buscar febrilmente como dar un golpe más doloroso a las economías de sus países y Rusia, la UE haría bien ponerse al apoyo a la restauración económica de Donbass y la recuperación de la vida normal en la región.

En cuanto a la nueva lista de las sanciones de la UE, en caso de ser aprobadas, la reacción de nuestra parte va a seguir indudablemente.

Por su parte, el primer ministro de Rusia, Dmitri Medvédev ha advertido del riesgo que supone para la seguridad internacional la adopción de nuevas sanciones contra su país, según recoge una entrevista publicada por el periódico Védomosti (08/09/2014).

En sus declaraciones, el jefe del Gobierno ruso subrayó: “Sabemos que las sanciones primero son económicas, luego siguen las respuestas políticas, que son siempre asimétricas. Y esto es más terrible que la restricción de suministros: puede producir la quiebra del sistema de seguridad en el mundo. Al mismo tiempo, expresó su confianza en que los que sutilmente definió ‘socios occidentales de Moscú’ no desean socavar la seguridad internacional, dado que -según su opinión- “entre la gente que toma las decisiones no hay locos”.

Y lo cierto es que la nueva ronda de sanciones consensuada el pasado 5 de septiembre por la UE contra Rusia, tratando de aplacar torpemente las tensiones generadas por la crisis ucraniana con una práctica pirómana de la política, que ahora sobre todo amenazan la economía comunitaria, podrían ser levantadas ‘si el alto el fuego pactado en el Este de Ucrania resulta estable y verificable’. Es decir, que más o menos Merkel y sus satélites pretenden mantener una puerta abierta para salir del embrollo en el que se han metido, pero apurando la jugada de forma extrema.

Medvédev recordó que Rusia no quiso responder a las primeras medidas de sanción económica occidentales y que la decisión de vetar la importación de alimentos de los países que las adoptaron se tomó como una pequeña respuesta que “cuenta con el respaldo de la absoluta mayoría del país”, Y destacó que las sanciones occidentales pueden resultar hasta beneficiosas para la economía rusa, recordando el caso de China, que se vio afectada por medidas similares y que “la obligaron a movilizar sus recursos internos sin romper los lazos con el exterior”.

La realidad es que, como afirmó el político francés Jacques Myard, en el caso de Ucrania “Occidente ha perdido la razón y el sentido”. El problema es si la UE, con Angela Merkel a la cabeza, es capaz de recuperar ambas cosas y rápido; porque, puestos a jugar a la ‘guerra económica’, el suministro de gas ruso a pocas semanas de que el invierno condicione la vida en muchos países comunitarios (empezando por la propia Alemania), imprescindible para no desestabilizar la economía europea, es una bomba devastadora y sin contramedidas en las exclusivas manos de Putin.

Salvando las distancias, el frío y la combativa respuesta rusa ya vencieron a los ejércitos de Napoleón y de Hitler. Ahora pueden vencer fácilmente al nuevo imperialismo económico representado en la conjunción OTAN-UE. El frío será otra vez el gran problema, cuando empiecen a congelarse algunas ciudades de la Europa oriental y sus habitantes, y a paralizarse una gran parte de su actividad industrial…

Con todo, el acuerdo de aplicar nuevas sanciones a Rusia (las más duras aprobadas hasta la fecha) ha entrado finalmente en vigor el viernes 12 de septiembre, fecha en la que fueron publicadas en el boletín oficial de la Unión Europea, tras haberse postergado durante unos días. Si bien es cierto que la fórmula acordada para preservar el proceso de paz incluye la revisión de las medidas a fin de mes con posibilidad de derogarlas si se considera conveniente-, en función de cómo evolucione la situación.

Un planteamiento tan ambiguo como peligroso, habida cuenta de la enérgica capacidad de decisión de Putin y de lo que su país se juega en el plano geoestratégico y en su economía de futuro. Alemania, que sería el país más afectado por las previsibles represalias rusas, ha sido sin embargo la gran impulsora de este ‘paso hacia adelante’ en la confrontación con Rusia, mientras otros miembros de la UE, entre ellos España, mostraron sus dudas sobre la oportunidad de estas nuevas sanciones.

Este nuevo hito del endemoniado proceso de acción y reacción abierto por la UE, incide de forma especial en el sector de la energía. Así, el capital europeo no podrá financiar a empresas petroleras controladas al menos en un 50% por el Estado ruso, con una facturación anual de un billón de rublos (31.000 millones de euros) y que obtenga la mitad de sus ingresos de la venta de crudo, órbita en la que se sitúan tres de las grandes compañías rusas: la división petrolera de Gazprom, Rosneft y Transneft, gestora de oleoductos.

Además, se endurecen las condiciones que ya se habían establecido para financiar a las empresas rusas y se amplía la relación de personas a las que se prohíbe la entrada en los países comunitarios a tenor de su supuesto papel desestabilizador en el conflicto de Ucrania, congelándose sus activos en territorio europeo.

Ahora, sólo queda ver cuál es la respuesta de Moscú, que sin duda será de grueso calibre y con efectos más inteligentes sobre la economía real de la UE y de algunos de sus países-miembro más beligerantes (para empezar afectará al sector del automóvil, a la industria textil y al tráfico aéreo, de interés estratégico en la economía europea. Estemos, pues, atentos, a las consecuencias de esta última ‘jaimitada’ europea, justo en momentos en los que se vislumbra una tercera recesión económica.

De entrada, nada más confirmarse las nuevas sanciones contra Rusia impuestas de forma paralela por la UE y Estados Unidos, el mismo 12 de septiembre Putin advirtió desde Dusambé, capital de Tayikistán, en donde asistía a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que perjudicarán directamente a sus promotores, mientras que las dificultades que generan para Moscú “son mínimas”. Y subrayó que “la política sancionadora siempre causa daños concretos a los que recurren a ese instrumento” y que en este caso no se producirá “una excepción”.

Sobre las nuevas sanciones conjuntas de Estados Unidos y la UE dijo que “parecen extrañas”, pero que, en caso de que algunos países no quieran cooperar con Moscú, “siempre hay alternativas”. Y confirmó que el Gobierno ruso estudiará nuevas “medidas de respuesta”

Las preguntas a responder son muy evidentes: ¿Por qué la clase política nos han metido en este lío de Ucrania…? ¿A quién o quiénes beneficia y con qué costo para los demás…? ¿Por qué los políticos de la UE y de sus Estados miembro no se aplican a solucionar los grandes problemas que preocupan verdaderamente a sus electores…?

El poeta italiano Arturo Graf llamaba a la perfección de la convivencia democrática con esta sentencia: “Con suma frecuencia, la política consiste en el arte de traicionar los intereses reales y legítimos y crear otros imaginarios e injustos”. Pues hoy por hoy en eso están nuestros políticos, emulando al enloquecido Saturno devorando a su hijo, ignorantes de que cualquier acción política debe prever las réplicas correspondientes, a veces letales.

Fernando J. Muniesa