Editoriales Antiguos

NÚMERO 119. La ‘Operación Cibeles’: ¿Quiénes y por qué la mueven…?

Elespiadigital | Domingo 22 de junio de 2014

Decía uno de los más significados exponentes del Romanticismo español, el malogrado Mariano José de Larra (se suicidó de un tiro en la sien a los 27 años), que “es más fácil negar las cosas que entenderlas”. Y, a fuer de ser ésta una realidad lamentable, decía bien; porque la negatividad mental nunca logra nada: sólo contamina y destruye las fuentes del saber, que es el que nos permite conocer el presente -y poder gozarlo- y también prever el futuro.

Pero si esa negación de la realidad se instala en nuestras mentes, en sí misma se convierte en un problema, en una cuestión de solución dudosa, enredando un conjunto de circunstancias o hechos que dificultan el logro de cualquier fin positivo o avance en el conocimiento.

Quizás por ello el filósofo Francis Bacon (1561-1626) ya había advertido que “un hombre no es sino lo que sabe” y Francisco de Quevedo (1580-1645) afirmado que “el sabio dominará los astros”. Una torpeza -la de negar la realidad antes que entenderla- muy propia de Pedro Arriola, el politólogo augur de Rajoy que le mantuvo en la oposición durante dos legislaturas, a pesar de que entonces la derrota del ínclito ZP estuviera ‘cantada’ en las encuestas al uso, y que, más pronto que tarde, volverá a sentar al PP en las bancadas de la oposición.

Ahora, con los resultados de las elecciones europeas del 25-M recién salidos del horno, Arriola lanzó un absurdo ataque público a Podemos, la marca revelación de esos comicios, acusándola de acoger “a todos los frikis del mundo” (una forma bien torpe de realimentarla), sobre todo en Madrid, donde se ha convertido en la tercera fuerza política. “Todos los frikis acaban planeando sobre Madrid”, insistió.

Una salida de pata de banco, adornada también por el docto Arriola con la profecía de que éxitos como el de Podemos tienden a “diluirse” con el tiempo; pero que, en el fondo, ha llevado el pánico electoral a los círculos burgueses de Madrid y dado rienda suelta a la ‘Operación Cibeles’, justo para frenar un posible gobierno municipal de frikis (los radicales de izquierda según el PP) en la capital del Estado a menos de un año vista. Situación que, desde el antiguo Palacio de Correos ubicado en la Plaza de Cibeles -hoy sede oficial del Ayuntamiento-, podría arrastrar además otra muy pareja en la Comunidad Autónoma.

Cuando los políticos sólo se escuchan a sí mismos

Convertido, pues, en todo un Profesor Bacterio del ‘marianismo’ (el incisivo Federico Jiménez Losantos le bautizó como ‘Profesor Bacterio Arriola’), a este gurú político absurdamente sobrevalorado en el PP le vendría bien recordar el sabio proverbio persa de que “quien habla siembra, y quien escucha recoge”, consejo magistral con versiones muy parecidas en todas las culturas del mundo. Claro está que en su caso dejando que hablen otros algo más documentados y prestando atención a lo que dicen.

Aristóteles sostenía que el oído, en el hombre, es camino para aprender; es, podríamos decir, el sentido que más alimenta el intelecto y, por tanto, el que más enriquece al homo sapiens, sobre todo al zoon politikon, al animal social y político que subyace en todo ser humano. Plutarco advertía después que sí sabemos escuchar sacaremos partido, incluso, de los que hablan mal, mientras su coetáneo Epicteto afirmaba, según la tradición estoica, que saber escuchar es todo un arte…

Lo que pasa es que esa disposición humana, el saber escuchar y el aprender escuchando, es de difícil asunción. Se escucha poco y, de hecho, hasta muchos de los que escuchan suelen hacerlo mal: cuando dos personas conversan, a solas una con otra, casi no escuchan otra cosa que sus propias palabras.

Pero donde las taras del soliloquio y la sordera selectiva se dan con mayor evidencia es en la vida política, lo que no deja de ser algo paradójico considerando que su objeto principal es el liderazgo social. Porque ¿cómo se puede representar -o incluso rebatir- eficaz y éticamente a alguien si no se le escucha…?

Por supuesto que no es fácil escuchar a todos los ciudadanos, uno por uno, ni tampoco representarlos en su infinita particularidad. Pero es que hay quienes se manifiestan ante la clase política desde hace mucho tiempo, expresando su desesperación con mucha claridad sobre cuestiones muy concretas, con muchas voces a la vez, y recibiendo como respuesta sólo la cicuta del silencio; de forma que al final votan a Podemos y entonces son tildados de frikis por el gran friki del PP, el Profesor Bacterio Arriola.

Y el caso es que como ‘politólogo’, es decir como experto en marketing político, el particular Profesor Bacterio del PP sabe perfectamente que el éxito de su especialidad se mide por la correlación de las demandas de los ciudadanos con las capacidades que han de satisfacerlas. Y, como tal, sólo tendría que preguntar o escuchar de los electores qué necesitan, qué quieren o qué rechazan (dentro por supuesto del marco ideológico del partido), obtener un cuadro estadístico que refleje esa realidad sociológica y motivacional del momento y tratar de desarrollar las políticas adecuadas al respecto. Es decir, entendiendo las cosas antes que negándolas. Así de sencillo.

Para empezar, al PP le bastaría correlacionar la eclosión de Podemos con la España de la vergüenza social bien expuesta diariamente en los medios informativos, a pesar de los esfuerzos oficialistas por ocultarla. Sin ir más lejos, Lucía Méndez describía el panorama en El Mundo (17/06/2014) con esta claridad:

La vergüenza de España

«No sabes lo que es el hambre hasta que pasas hambre. Más de tres millones de personas en España no tienen acceso diario a la alimentación básica». No es un eslogan de Podemos. Es una campaña de un banco que golpea nuestro estómago lleno con el puño cerrado. La Caixa anuncia así una recogida de alimentos para distribuirlos a través de la Cruz Roja entre las familias «en situación de pobreza». Vaya faena. Entre los detalles de la coronación del nuevo Rey y las cuitas del PSOE, de pronto se cuelan de rondón la pobreza y el hambre en esta España de la recuperación.

La defensora del pueblo, Soledad Becerril, ha dirigido una recomendación a las comunidades autónomas para que abran los comedores escolares este verano con el fin de garantizar que los niños españoles –todos– coman, al menos, una vez al día. En el curso lo tienen garantizado. En verano les tienen que dar de comer sus familias y algunas quizá no puedan. Los profesores son quienes saben –y denuncian– que muchos niños van sin desayunar al colegio. Soledad Becerril no es antisistema ni tiene aspecto de haber votado a Pablo Iglesias. Si ha hecho esa petición es porque ella sí sabe que hay un problema real en España que el Gobierno prefiere ignorar porque estropea la foto de la recuperación. Sólo seis comunidades –Canarias, Andalucía, Cataluña, Aragón, Murcia y Extremadura– le han hecho caso. Portavoces del PP de Galicia y La Rioja han reaccionado como damas ofendidas diciendo que en sus comunidades no hay desnutrición infantil. Y si la hay no se le debe dar excesiva «visibilidad» para no «estigmatizar» a quienes sufren estas carencias. Es mejor no hablar mucho de estas cosas. Es desagradable, populista y bolivariano. Da mala imagen de España. Vale que vayan al banco de alimentos a recoger la comida recolectada por La Caixa, pero que lo hagan con discreción.

Y, sin embargo, cada poco tiempo viene alguien a amargar la fiesta oficial con datos, cifras y experiencias propias. Cáritas, Cruz Roja, Ayuda en Acción... Hasta el Instituto Nacional de Estadística (INE) ha certificado que el 21,6% de los españoles vive por debajo del umbral de la pobreza. «Un trozo invisible de este mundo», como la obra teatral de Juan Diego Botto que arrasó en los Premios Max y en la cartelera madrileña. Dicen que hasta la Princesa Letizia, futura Reina, se acercó a ver este drama sobre la inmigración, la marginalidad, la desesperanza y la desigualdad. Pero también sobre la indiferencia del primer mundo hacia quienes con su sola presencia nos estropean los ‘selfies’ de nosotros mismos.

Da vergüenza pensar que en la España de hoy alguien puede pasar hambre. Da vergüenza que sean los Bancos de Alimentos y las ONG, y no las instituciones públicas, quienes den de comer a los españoles en riesgo de exclusión, que es como se llama ahora a los pobres para no llamarles pobres. Y da más vergüenza que las nuevas formas de pobreza –que incluyen a los que ganan 400 euros para mantener una familia– se excluyan del debate político. No hay ni puede haber una causa más urgente que la de garantizar que todos los niños españoles hagan tres comidas al día. Produce sonrojo y bochorno tener que poner negro sobre blanco una cosa así.

Parece, pues, que antes de arremeter contra Podemos, que desde luego puede no ser un dechado de organización y realismo político, aunque sí una justa expresión de desesperación social, se debería escuchar un poco más la voz de la calle, y más que nadie el Gobierno y el partido que lo sustenta. Y no sólo la voz desorganizada del pueblo, huérfano de representación política real, sino la de todas aquellas organizaciones sociales y profesionales conformadas históricamente como instrumentos decisivos de la convivencia ciudadana.

En los ámbitos más específicos y profundos de la realidad, la sociedad moderna cuenta con órganos de representación intermedia muy informados en sus respectivos entornos de actividad, y legitimados constitucionalmente junto a las patronales y los sindicatos: hablamos de colegios profesionales, reales academias, organizaciones de consumidores y usuarios, fundaciones y sociedades científicas, asociaciones sectoriales… Un amplio conjunto de entes socio-profesionales totalmente compatibles con los partidos políticos, que deberían ejercer como contrapeso de estos y como instrumentos para perfeccionar el sistema de convivencia.

En su libro Pour une république moderne (Gallimard, 1962), Pierre Mendès France los describió como auténticos pilares de la democracia, necesarios para su funcionamiento más allá del papel de los partidos políticos. Y lo hizo con la noble intención de estimular al ciudadano para que participe en la vida pública, sin lo que, en su opinión, no hay democracia posible.

A lo largo de su inteligente ensayo, el estadista francés reitera de diversas formas esta síntesis conceptual: “No ha de olvidarse nunca que la democracia no es un arte de agencia, un mecanismo ingenioso de instituciones exteriores a los ciudadanos, aun en el caso de que éstos se hayan adherido a ellos más o menos pasivamente e incluso los hayan aprobado. Ella [la democracia] debe penetrar la actividad colectiva en todas sus manifestaciones y en todos sus niveles. Reclama una participación del mayor número bajo todos los aspectos y en todos los momentos posibles”.

Antes de acometer su trabajo, Mendès France, que ya había sido Primer Ministro de Francia en 1954/55 (durante la IV República), añadió a su ya notable saber y experiencia el fruto de un gran esfuerzo de observación específica sobre los temas que quería abordar, con objeto de adquirir un conocimiento ‘propio’ de esa realidad.

De hecho, empezaba el capítulo primero del libro advirtiendo: “Durante un año he visitado un gran número de villas y departamentos. No se trataba de correr de una capital a otra para dar una representación por la tarde y partir al alba siguiente. Los mítines que he tenido no eran jamás el objeto del viaje. Iba, principalmente, a encontrar, individualmente o por pequeños grupos, a los hombres que por sus funciones, su vocación, sus actividades, se hallaran adscritos a los negocios de la región o del país”.

Y, a continuación, seguía explicando sus conversaciones “con los dirigentes de las más importantes formaciones y asociaciones profesionales, sindicales y culturales, los representantes de las centrales obreras, organizaciones agrícolas y patronales, grupos de juventud, movimientos de estudiantes, cuadros de los sectores públicos y privados, artistas y universitarios, médicos, magistrados, periodistas, funcionarios, militantes políticos, hombres de izquierda y de derecha… de Grenoble a Lille, de Rennes a Clermont-Ferrand, de Bordeux a Strasbourg…”.

En esa misma obra, Mendès France también preconizaba una lúcida innovación política: la necesidad de una segunda Asamblea que representase a los grupos sociales y los intereses profesionales, “fuerzas nuevas a las cuales el Estado debe reconocer un papel y que deben participar en su funcionamiento”

Paréntesis: Hoy, la Asamblea de Francia se conoce coloquialmente como ‘Alta Asamblea’, pero en su origen (la Constitución Termidoriana de 1795 que estuvo vigente hasta 1799) se creó con el significativo nombre de ‘Consejo de Ancianos’ , es decir personas experimentadas a las que se debía escuchar.

Sin embargo, la actual clase política (y sobre todo el ensoberbecido PP) pasa de esta realidad social no partidista y bastante más representativa, desoyendo de forma sistemática a los ciudadanos de a pie, tanto si se pronuncian de forma individual como colectiva. Sólo se escucha a sí misma, dentro de cada partido o, cuando lo impone la aritmética parlamentaria, en el marco pactista exigido para prevalecer en el poder; aunque el país sea, como es obvio, mucho más que sólo partidos políticos y también algo bastante más trascendente.

Los frikis de Podemos y el Profesor Bacterio Arriola

Pero, todavía peor, además de que el Gobierno y el PP sólo se escuchen a sí mismos, no faltan verdaderos súper-frikis populares que arremeten contra la propia sociedad en cuanto ésta vota lo que no les gusta o conviene, como han hecho los electores de Podemos, que por esa torpe vía de acoso y derribo político sólo tenderán a crecer. Nada extraño si su politólogo de cabecera es, como dice Jiménez Losantos, un ejemplar émulo del Profesor Bacterio, el extravagante inventor lunático coprotagonista del comic ‘Mortadelo y Filemón’, capaz de lanzar las ideas y proclamas más absurdas e idear los artilugios más disparatados.

Lo más característico del Profesor Bacterio (en su versión de Pedro Arriola), aparte de su florida barba, es que trabaja en exclusiva para la TIA (el PP y sus zonas de influencia) y que, cuando dispone de algún invento prodigioso o nuevo artefacto secreto, el Súper (Rajoy) ordena a los agentes secretos Mortadelo y Filemón (el Floriano y la Cifuentes de turno) que lo prueben para comprobar su eficacia.

Así surgió una sustancia tan revolucionaria como la ‘Tergiversicina’, el gas que hacía funcionar todo al revés mucho antes de que tergiversar los hechos se convirtiera en una práctica política cotidiana. O la ‘Elasticina’, que convierte en elástico todo aquello a lo que se aplica, y que impregnando los programas electorales permitiría incumplirlos sin mayor problema, y en el caso de los impuestos subirlos o bajarlos y convertirlos en progresistas o en antisociales sin cambiarlos de nombre ni naturaleza. Y no digamos nada de la ‘Herculesmicina’, un producto revolucionario que te convierte, de golpe, en un tipo hercúleo y sobrado, como un Arias Cañete cualquiera…

Lo que pasa es que todos esos inventos del Profesor Bacterio incluyen algún error de cálculo que les hace funcionar mal, provocando situaciones bien rocambolescas, con resultados muy distintos de los previstos. Y eso es lo que ha debido pasar con la ‘Máquina del Cambiazo’, que serviría para mover de sitio a la gente sin que ésta se diera cuenta: de repente ha volatilizado a mogollón de electores del PP y del PSOE y ha hecho aterrizar a otro no menor en Podemos, aunque los voceros de la TIA-PP hayan atribuido el fenómeno a que unos se han quedado en casa porque sí y que otros acaban de llegar de ‘Frikilandia’…

Y lo peor del caso es que, según parece, ciertos agentes operativos de la organización están dispuestos a eliminar a los frikis de Podemos nada menos que con el ‘Sulfato Atómico’ del mismo Profesor Bacterio: una loción milagrosa pensada para aniquilar insectos pero que, bien al contrario, les hace crecer de forma gigantesca, hasta convertirlos en una amenaza para la humanidad.

Y ahí está el agente Floriano vicesecretario de la TIA-PP, bombardeando la Frikilandia de Podemos con ‘Sulfato Atómico’ concentrado y acusando a sus líderes de “intentar utilizar el dolor y el sufrimiento de la gente”, sólo para conseguir “un puñado de votos” utilizando “falsas promesas” imposibles de aplicar.

“No me creo que, con la formación que tienen algunos de sus líderes, no sepan que lo que están prometiendo es falso”, dijo mientras vomitaba el preparado del Profesor Bacterio por los micrófonos de RNE (12/06/2014). “Y si saben que es falso y lo prometen con intención de engañar”, prosiguió, “están usando la demagogia y ese es muy mal camino en política”.

No obstante, tras tomarse una buena dosis de ‘Elasticina’ mezclada con algo de ‘Tergiversina’, el 007 Floriano expresó acto seguido su “respeto” por Podemos y sus votantes, afirmando que son “un partido nuevo con ideas muy antiguas” que cuando se han aplicado “han traído menos libertad y menos bienestar para la gente”. Así, les ha pedido que sean buenos chicos y que, en lugar de ofrecer “compromisos falsos” a la gente que les apoya “de buena fe”, se pongan todos ellos a “empujar para resolver los problemas que tiene España” (¿quizás afiliados o votando al PP o al PSOE…?).

Pero quien para dejar a Podemos hecho unos zorros tiró del arsenal más letal del Profesor Bacterio Arriola (otra fumigación de ‘Sulfato Atómico’ acompañada de una descarga de la ‘Máquina del Cambiazo’), fue Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en la Comunidad de Madrid y especie de Miss Moneypenny del Súper ascendida a agente operativo de la TIA-PP. En una entrevista concedida a la COPE (17/06/2014), arremetió de forma impertérrita contra Podemos como una verdadera Juana de Arco luchando contra las tropas anglo-borgoñonas en el sitio de Orleans, afirmando nada más y nada menos que sus propuestas “son incompatibles con muchas cosas del Estado de Derecho”, que no enumeró, añadiendo: “En la esencia de su programa lo que quieren es acabar con nuestra democracia”.

Cifuentes insistió también en que partidos como Podemos tienen un efecto negativo en la imagen exterior de España (peor al parecer que la propia corrupción del PP, del PSOE y de las altas instituciones del Estado), criticando que alentaran manifestaciones en Madrid (¿para qué se quieren entonces los derechos constitucionales?) y que hicieran “una utilización partidista del descontento ciudadano” (¿?). Y aclaró que le parece positivo el hecho de que estos “grupos antisistema” se decidan a participar y a estar “dentro” del propio sistema (¿?).

El día anterior, durante un desayuno informativo convocado por Nueva Economía Fórum, Cifuentes ya había señalado que los “cambios radicales” exigidos por Podemos pretendían “dejar a un lado los grandes consensos” (se entiende que entre PP y PSOE) y, además, “en base a un programa que aúna a partes iguales ‘populismo’ y ‘demagogia’, y cuya aplicación dañaría irreversiblemente nuestra credibilidad internacional”. Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, remató: “La disminución del apoyo electoral de los dos partidos mayoritarios ha derivado en una fragmentación del mapa político que, de acentuarse en elecciones futuras de alcance local y nacional, podría llegar a incidir negativamente en la gobernabilidad, la estabilidad y la integridad de España” (más de la misma sinvergonzonada política o el caos).

Total, que, según Cifuentes, Pablo Iglesias y sus frikis se van a cargar, entre otras muchas cosas, a toda la clase política del país: ¿Pero no decía el Profesor Bacterio Arriola, su maestro inspirador (y el de Floriano), que iban a “diluirse” como un azucarillo en un vaso de agua…?

De momento, lo que se está diluyendo a tenor de los resultados del 25-M es el bipartidismo PP-PSOE y sus propias bases electorales, que en el caso del partido asesorado por el genio Arriola perdió nada menos que 2,6 millones de votos (un 16%) sobre los resultados que obtuvo en las elecciones europeas previas de 2009. Aunque queda por ver cuál será su próximo ‘gadget-bacterio’, del que, según experiencias previas, se puede esperar cualquier cosa menos la que él se haya propuesto.

La ‘Operación Cibeles’, con Esperanza Aguirre en la recámara

La cuestión de fondo es que en las propias declaraciones de Cristina Cifuentes sobre la amenaza de Podemos en las próximas elecciones “de alcance local” (y luego en las de alcance nacional), latía la ‘Operación Cibeles’, en la que ella sería parte afectada. Porque, a la vista de cómo han respondido en las urnas europeas los frikis madrileños, las dos mayorías absolutas municipal y autonómica del PP penden de un hilo y apuntan a una mayoría de izquierdas; y ella es una de las personas que se barajan para sustituir a Ana Botella en la candidatura a la Alcaldía de Madrid (Lucía Figar podría ser otra candidata ‘comodín’, bien para el Ayuntamiento capitalino o bien para la CAM en sustitución de Ignacio González).

El propio Arriola, junto con el también ‘sociólogo’ José Ignacio Wert (que aun siendo el ministro del Gobierno peor valorado socialmente es otro destacado politólogo del ‘marianismo’), reconoce que la batalla electoral de Madrid del próximo mes de mayo será la más crucial para el futuro político de Rajoy y del PP. Ambos expertos son partidarios de posponer la decisión sobre las cabezas de lista correspondientes y de subordinarla a la evolución general de la crisis económica y social como balance de la legislatura y fuente de la argumentación electoral: es decir, de reaccionar a última hora (y por supuesto mal), que es lo que, además, entra en la apocada lógica de Rajoy.

Lo que pasa es que un grupo notorio de empresarios y profesionales instalados en diversos ámbitos de actividad (comercio, turismo, restauración, construcción, abogacía…), relacionados con algunos periodista de cierto renombre y conocedores de las interioridades del PP, todos ellos conservadores y creyentes de que Madrid es un centro emblemático de irradiación política, económica y cultural, se encuentran muy preocupados ante la posibilidad de que dentro de muy poco el primer ejemplo de ‘frente-populismo’ radicalizado (bipartito o tripartito) se instale de golpe en la capital del Estado. Y generando además un efecto dominó o de mancha de aceite en las subsiguientes elecciones generales.

Y en ese grupo informal de líderes sociales y de opinión, que se reúnen entre ellos en almuerzos habituales, es donde ha tomado cuerpo la idea de poner en marcha la ‘Operación Cibeles’, integradora de una preocupación compartida y con el objeto, un poco ingenuo, de influir directamente en Mariano Rajoy para que considere la candidatura de Esperanza Aguirre al Ayuntamiento de Madrid. Todos los implicados (alguno dispone de datos demoscópicos propios y no publicitados), entienden que únicamente la lideresa Aguirre es la candidata capaz de garantizar una mayoría absoluta del PP en el Ayuntamiento de Madrid y, por extensión, salvar también el gobierno de la CAM.

Así, su compromiso consiste en hacer saber su opinión a la cúpula del PP (unos llegando a Rajoy, otros a María Dolores de Cospedal y otros a sus contactos más directos del Gobierno) y su decisión de apoyar a Esperanza Aguirre de forma incondicional, si ella es la nominada. Y con la necesidad de tomar la decisión de forma rápida para poder preparar una campaña electoral con tiempo suficiente, unir al partido y estructurar todas las candidaturas de la región mediante los pactos que sean necesarios entre el PP madrileño y la dirección nacional del partido.

Claro está que todo pasa por aclarar el papel político de Ana Botella, cuya apuesta electoral parece claramente perdedora, y por limar las diferencias entre Aguirre y Rajoy en favor del éxito del partido. No obstante, existen muchas dudas sobre si Rajoy (que es quien tiene la última palabra y es como es), antepondrá la necesidad de contar con una candidatura segura a su enfado personal con Esperanza Aguirre; dicho con más crudeza, si preferirá perder las elecciones con gente de su absoluta confianza o ganarlas con quien dentro del propio partido le ha meneado la silla en más de una ocasión.

Lo que pretenden los adheridos informalmente a la ‘Operación Cibeles’ (que en el fondo va a funcionar como una corriente de opinión) es que la anterior mayoría popular de Madrid se mantenga unida y empujada a las urnas por Aguirre, en vez de situarse en la abstención, más que discutir las teorías de Profesor Bacterio Arriola sobre la dilución política de Podemos. Podemos no es el problema -opinan-, sino una triste y lógica consecuencia del problema, mucho más cercano a la falta de liderazgo político nacional, a una errada interpretación de la realidad social y a una pésima e infructuosa gestión de la crisis económica.

Los errores interpretativos sobre Podemos

Desde la sede central del PP, el ‘arriolismo’ lanza todo tipo de ataques indiscriminados contra Podemos, tan insustanciales como revitalizadores de su crecimiento, con etiquetas de populismo, demagogia, violencia verbal, comunismo, maoismo, adhesión a regímenes tiránicos como los de Cuba y Venezuela, inexperiencia, ignorancia, ingenuidad, malicia antidemocrática, utopismo, frikismo… Pero, con semejante arrebato, que siempre tendrá su respuesta puntual con el consiguiente aprovechamiento mediático (de momento los ‘círculos’ funcionales de Podemos han crecido en un 50% y disparado el número de simpatizantes), y con una permanente actitud de negar la realidad antes que entenderla, lo que el PP evidencia es un gran nerviosismo político, en línea con el mismo alarmismo ya encarnado en la ‘Operación Cibeles’.

De hecho, Podemos es un fenómeno sociopolítico inédito en España y en plena ebullición. Y, por ello, quienes pretendan analizarlo y predecir su evolución sólo desde una perspectiva convencional de la ciencia y/o la teoría política, se pueden equivocar de cabo a rabo.

Para empezar, está por ver que su objetivo sea, como aseguran algunos, ganar a IU la batalla dentro de la izquierda política, porque ahí está el PSOE descomponiéndose a chorros y distanciando del partido a la juventud más progresista, que no va a ser retenida por el ‘más de lo mismo’ que ofrecen las alternativas de renovación interna. O el PSOE se radicaliza (y entonces tendería puentes con Podemos) o pasará a la historia como pasó la extinta UCD.

Según Metroscopia (El País 03/06/2014), los votantes de Podemos se auto-sitúan en una posición 3,7 de la escala izquierda-derecha, mientras que colocan a IU en la 3,4, y al PSOE en la 5,2. Además, el 34% de esos votantes había optado por el PSOE en las elecciones europeas de 2009, cosa que también hizo un 30% en las generales de 2011. Y si, de acuerdo con la misma fuente, se tiene en cuenta que un 66% de los votantes de Podemos tiene más de 35 años, un 65% cuenta con estudios medios, un 35% los tiene superiores y el 50% trabaja, cabe suponer que pueden equidistar tanto de IU como del PSOE o que conformen un movimiento socio-político transversal…

Claro está que, en todo caso, ese posicionamiento teórico y relativo de Podemos en la discusión entre la izquierda y la derecha políticas (en modo alguno absoluto) se puede interpretar en una doble aplicación: como punto de retorno de los votos fugados o como fuente de un mayor crecimiento. Aunque debatir sobre la posible sustitución de ese supuesto ideológico recurrente, ya un tanto obsoleto, por movimientos más o menos populistas, tampoco nos parezca adecuado al caso.

Así, también se pueden equivocar quienes piensan que las simpatías o el caladero de votos de Podemos se limitan a la izquierda, despreciando bases sociales que hasta ahora se han mantenido como abstencionistas y a las clases medias que ahora se ven desplazadas hacia abajo. Porque lo cierto es que IU no ha decrecido en las pasadas elecciones del 25-M, sino que en paralelo con Podemos ha crecido de forma significativa (otra cosa es que de no haber existido dicha opción hubiera crecido mucho más).

Otros analistas afirman que las elecciones europeas, catalogadas como de ‘segundo orden’, no siempre anticipan los resultados de las generales, porque la falta de consecuencias directas sobre los gobiernos nacionales lleva a que los pequeños partidos obtengan muchos votos y los grandes partidos los pierdan (pudiendo recuperarlos en las elecciones nacionales). Pero esa presunción está absolutamente condicionada por el contexto y la coyuntura de cada país, siendo evidente que el propio Rajoy planteó los resultados del 25-M como un plebiscito sobre su gestión política de la crisis (¿o es que las campañas electorales de unos y otros se han planteado acaso en clave europea…?

No hace falta ser ningún ‘Arriolin’ para comprender el contexto de insatisfacción con el Gobierno de Rajoy y con la oposición de Rubalcaba, de rechazo social a los partidos convencionales y de contrariedad con las políticas públicas en el que se han celebrado las pasadas elecciones europeas, generando los resultados que han generado al margen de cualquier idea o sentido sobre la propia política europea. Y por eso, en esta coyuntura concreta sólo cabe considerar dichas elecciones en plena correlación con la política nacional, incluyendo el fenómeno de Podemos.

Porque Podemos no nace de la nada, sino del hartazgo social de una corrupción política e institucional y de un entendimiento de la democracia  en el fondo profundamente injusto, incapaz de auto regenerarse. Antonio Lucas lo ve así, definiendo Podemos como “un populismo de nueva era, en el que ya no regalan relojes en los mítines sino promesas de justicia”, casi como un demonio vengador, en el artículo de opinión publicado también en El Mundo (17/06/2014):

Y así llegó el demonio

Hay una carga de desprecio mediática a la tropa de Podemos, como si fuesen allanadores que han entrado en la democracia amenazando con infiernillos de acampada. El discurso de Pablo Iglesias, jefe apache de ese margen que ha encontrado el sitio, está sacando punta a los nervios de la política compostada. Raúl del Pozo trazó el domingo la mejor carta náutica de lo que supone la balsa de Podemos en el ojo del naufragio. Esta peña trae un discurso imposible, pero necesario. No fabrican eslóganes de saldo, saben que tienen agarrados por el escroto a los partidos de siempre. Sencillamente dicen aquello que muchos quisieran decir si tuvieran micrófono. Es un populismo de nueva era, donde ya no se regalan relojes en los mítines sino promesas de justicia.

Han venido, como advertía Rimbaud, a robar el fuego del fuego. Son producto del desprecio y el abuso de los partidos mayoritarios con su señoritismo de casa de putas y sus modales de mafia blindada. Utilizan palabras de ahora. Han entendido el ruido de una parte de la calle. Salen de la topera de esa lejana izquierda asamblearia que en los 90 se gestaba en los barrios y en las aulas de algunas universidades, aquel ‘Mayflower’ de la protesta 4G. Denuncian la democracia en porciones y saben que los milagros no se repiten nunca. Son pequeños y bravos. No temen nada porque no deben nada a nadie. Si la cosa no les funciona volverán al paro, a las aulas, al curro, a las televisiones o a sus casas, depende.

Algunos aventadores de estricnina les acusan de estar a pienso de Venezuela e Irán. Otros, de extremistas peligrosos. Incluso de agitar una «verborrea de pobres contra ricos» que incuba un discurso de quiebra con el régimen representativo. Pero Podemos es, principalmente, una bengala del asco popular ante el gótico floreado de la mentira y de los políticos de consejo de administración. Tiene más de convulsión que de amenaza. Más de bálsamo social que de atalaje de viejas hoces y martillos.

La democracia es más completa con Podemos dentro. Y hoy la están entendiendo mejor los grupos pequeños, los que podrían detener los relojes con un parlamento ingobernable. Está muy bien el canguelo que han generado. Aquí cuatro maulas creyeron tener la cosa bien atada y un puñado de chavales enseriecidos, al salir de clase, les ha jodido el póker porque los rottweiler del sistema no supieron ver lo invisible, ni escuchar lo inaudible: aquello que sucedía bajo sus ventanas. Y así llegó el demonio.

En nuestra modesta opinión, no hay que volverse locos tratando de ver y convertir el fenómeno de Podemos en una especie de laboratorio político o de experimentación antropológica, entre otras razones porque también se podrían dar otros fenómenos similares en el ámbito de la derecha más extrema. Si de verdad se quiere ‘estabilizar’ el sistema, lo más sensato y sencillo sería reconocer y evitar las causas que lo pueden desestabilizar, porque ya sabemos que no hay efecto sin causa que lo provoque.

Claro está que, volviendo al pensamiento de Larra, “es más fácil negar las cosas que entenderlas”. Dicho de otro modo, a veces, como le sucede al Profesor Bacterio Arriola, lo más difícil es comprender la realidad. Con el caso de Podemos y su secuela de la ‘Operación Cibeles’, tiene una buena ocasión para empezar a ejercitarse en esa saludable práctica.

Fernando J. Muniesa