Editoriales Antiguos

NÚMERO 107. Escollos y tropezones en la antesala de las elecciones europeas

Elespiadigital | Sábado 29 de marzo de 2014

El concluido mes de marzo, cuyo nombre deriva del latín ‘martivs’ -que era el primer mes del calendario romano-, vocablo a su vez derivado del latín ‘mars’, nombre en latín de Marte -el dios romano de la guerra-, ha sido precisamente intenso en relación con la amenaza de enfrentamientos armados que soporta la humanidad casi de forma permanente. Ahora, con el punto de mira puesto en el conflicto de Ucrania: un tema del que El Espía Digital.Com ha venido informando ab initio como auténtico adelantado con no pocas primicias y exclusivas reveladoras.

Ucrania: “Llegó el Comandante y mandó a parar…”

Dice un  proverbio turco que “quien no conozca el precio del trigo y de la sal es más despreciable que un perro”. Y claro está que ésta no es una cita falta de idealidad o elevación, es decir meramente prosaica, sino que, por su propio enraizamiento vital, por su afección a la vida cotidiana, tiene una lectura de alcance notable en el ámbito político; llama o avoca la acción de gobierno a la realidad de la convivencia social en su más amplio sentido.

Un principio básico de la realpolitik cuya ignorancia o desprecio, demasiado frecuentes, suele derivar en graves errores analíticos y en la toma de decisiones nefastas. Práctica bien evidente, por ejemplo, en la posición adoptada por la Unión Europea (UE) frente a la más que discutible ‘causa ucraniana’; una actuación política calificable de muchas formas (injeridora, anexionista, desestabilizadora…), pero antes que nada como inoportuna, incoherente y temeraria.

Inoportuna ante la propia situación interna de la ‘Europa de los 28’, inmersa en una profunda crisis de crecimiento desestructurado y desmedido, indigesto por demás y que no deja de realimentar el euroescepticismo. Incoherente ante el apoyo dado previamente a la proclamación unilateral de independencia de Kosovo frente a Serbia (17 de febrero de 2008) bajo la propia supervisión de Estados Unidos y la UE, con el antecedente de las graves consecuencias producidas por la anterior desmembración poco afinada de la antigua Yugoslavia. Y desde luego temeraria porque ha pretendido romper nada menos que el estatus geopolítico en la Europa Central y del Este de forma gratuita y sin considerar la realidad histórica, cultural, social y por supuesto económica de Ucrania.

Y claro está que, tras promover el amenazador expansionismo de la UE hasta las fronteras rusas -con todo lo que eso representaría en el plano político y  geoestratégico-, alentar un acuerdo de asociación de Ucrania a la UE rechazado por el poder legítimo de la parte asociable e instigar el derrocamiento violento de su Gobierno constitucional por parte de grupos de ultraderecha con el respaldo de Estados Unidos (un Golpe de Estado en toda regla según la lectura rusa), las cosas tendrían que acabar torcidas. Recordando la canción del cubano Carlos Puebla ‘Y en eso llegó Fidel’, lo que ha pasado de forma bien previsible es que, llegada Merkel (la nueva Fürher europea) y sus secuaces a ese extremo, el verso revolucionario que celebró el derrocamiento del presidente cubano Fulgencio Batista en enero de 1959 ahora también se ha visto redivivo en Ucrania: “Se acabó la diversión, / llegó el Comandante / y mando a parar…”.

Toda una contrariedad para una lideresa de armas tomar que, además de dominar el idioma ruso y de haberse educado en la antigua Alemania del Este, adorna su oficina particular con una imagen de Catalina II La Grande, zarina de origen alemán conocida por haber ejercido el poder de forma autocrática y por promover un expansionismo territorial desmedido. Un dato que no se debe despreciar a la hora de considerar el posible interés de Angela Merkel, hoy considerada por la revista Forbes como la mujer más poderosa del mundo, en promover un IV Reich de corte económico, bien alejado de los tiempos en los que los países vencedores de la II Guerra Mundial decidieron mantener Alemania formalmente dividida hasta la caída del ‘Muro de Berlín’ en 1989.

En aquella contienda, Stalin se enfrentó al loco expansionismo de Hitler en la URSS y ahora Putin ha frenado en seco el de la UE tratando de catequizar Ucrania (por no decir ‘merendársela’), también bajo la bandera neonazi de frau Merkel (en el sentido no peyorativo que durante el III Reich tuvo el nacionalsocialismo). De entrada, el líder ruso se ha visto obligado a remover la situación propiciando la adhesión de Crimea a la Federación de Rusia, en perfecta línea con su incorporación al Imperio ruso en 1783 en tiempos de Catalina La Grande y hasta su artificiosa cesión a Ucrania en 1954 (en el marco de la antigua URSS), o con el antecedente de la independencia de Kosovo frente a Serbia.

Y hay que recordar que aquella declaración unilateral de la independencia kosovar, del 8 de octubre de 2008, se vio acompañado con la aprobación de una resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas para que la Corte Internacional de Justicia se pronunciara sobre si la iniciativa era o no era compatible con el Derecho Internacional, concluyendo en su dictamen el alto tribunal de La Haya que no lo violaba y que también concordaba con la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad de la ONU…

Y, así, en ese torpe, gratuito y avasallador enfrentamiento con Rusia, hemos visto de nuevo una UE poco realista, políticamente inoperante y demasiado burocratizada, apoyada por unos Estados Unidos empeñados -como siempre- en meterse donde no les llaman y enfrentada al Putin de la decisión y la acción conjugadas con la fuerza. En definitiva, una patochada política sin duda extemporánea en el gallinero que hoy supone la Europa ‘a 28 bandas’, y que en pleno periodo electoral para la renovación de su Parlamento no ayudará en lo más mínimo a fortalecer su imagen institucional, sino más bien al desánimo y la abstención de los votantes.

Ya veremos en qué queda el embrollo ucraniano, sin olvidar los posibles efectos extensivos de ‘mancha de aceite’, dentro y fuera de Ucrania. Pero, de momento, un análisis muy superficial del caso indica que, amenaza por amenaza, Putin ganará; mientras Merkel y Obama (entrometido ‘Gendarme Universal’), dicho sea con todo respeto, se la tendrán que envainar. Y tener bien presente que donde las dan, las toman.

La ácida despedida de Monseñor Rouco Varela

Marzo también ha sido un mes de importantes connotaciones eclesiales. Hace un año, exactamente el 13 de marzo de 2013, el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, un hombre modesto, compasivo, generoso, amante de la pobreza material y de la grandeza de espíritu, se convirtió en el Papa Francisco, el líder de la todopoderosa Iglesia Católica, reemplazando al Papa Emérito Benedicto XVI en una operación de suma inteligencia, propiciada con toda probabilidad por el mismo titular retirado del solio pontificio, un hombre abrumadoramente sabio aunque tan sencillo como su sucesor.

Dos grandes figuras del Papado -Benedicto y Francisco-, muy semejantes en su esencialidad humana y vocación como verdaderos ‘hombres de Dios’, es decir de hombres al servicio del hombre, pero divergentes en lo asumido de forma accesoria; podríamos decir que iguales en su genoma pontificio pero distintos en el fenotipo, en su manifestación visible en un determinado ambiente. Y, desde luego figuras muy alejadas ambas de lo que ha venido representando públicamente y hasta hoy mismo la Conferencia Episcopal Española (CEE), ente integrador de la Iglesia en nuestro país.

El 12 de marzo, Monseñor Antonio María Rouco Varela era sustituido por Monseñor Ricardo Blázquez al frente de la CEE, siendo significativo que en la votación preceptiva el nuevo presidente de la Conferencia obtuviera 60 de los 79 votos emitidos por los obispos españoles, aparentemente en plena sintonía con las exigencias de la Nueva Iglesia que representa el Papa Francisco (un dirigente religioso que se ha ganado de forma inmediata el afecto general de creyentes y no creyentes).

Lo lamentable del caso -pero previsible- ha sido la ácida despedida pública de Rouco Varela como presidente del Episcopado español, concretada en el discurso que pronunció el 11 de marzo en la jornada previa a la propia elección sucesoria. He aquí una perla ejemplar de su aspereza: “El nivel intelectual del discurso público es más bien pobre, afectado por el relativismo y el emotivismo”.

Un último dardo dirigido contra toda la clase política, impropio en boca de la máxima representación eclesiástica española en tiempo pre-electoral y de despedida institucional, poco afortunado además en quien personalmente nunca ha exhibido talla intelectual alguna. Y, peor aún, en quien siempre ha querido someter el poder civil al de la Iglesia Católica con una larga lista sobre sus espaldas de pronunciamientos en contra de los métodos anticonceptivos, el divorcio, la Constitución de 1978, la intervención pública para promover la formación ética de los ciudadanos, la despenalización del aborto…

Ahora queda por ver si su sucesor, Monseñor Ricardo Blázquez, se conforma con un mero cambio en las formas, es decir en la estética episcopal, que sin duda se producirá y no sería poco, o si además profundiza en las reformas que necesita la Iglesia Católica en nuestro país; es decir más en su ética y en las cuestiones de fondo. Para empezar, su renombramiento al frente de la CEE (ya ocupó su presidencia entre 2005 y 2008) sólo ha generado parabienes que no molestan a nadie: bienvenidos sean…

Lo que pasa es que, tras cargar en su primera declaración pública como máximo representante episcopal contra los corruptos y abogar por una solución judicial “justa y pronta” para los defraudadores que pueda servir de “escarmiento y ejemplaridad” para el resto de la sociedad y para que lo defraudado “pueda entrar de nuevo en la circulación de la sociedad en su conjunto” (ABC 13/03/2014), pronunciamiento cabal y loable, Monseñor Blázquez olvidó al menos dos cosas importantes por aquello tan sencillo de pasar a predicar con el ejemplo. La primera sería haber anunciado de forma simultánea la renuncia de la Iglesia a los privilegios fiscales que mantiene su ingente patrimonio inmobiliario (caso del IBI) y la segunda, no menos consecuente, confirmar una mayor agilidad y endurecimiento de su régimen disciplinario interno con resoluciones más rápidas y contundentes en los casos de los sacerdotes pederastas, sin ir más lejos.

En el tema capital del aborto, hoy por hoy muy ‘sensible’ socialmente, no se esperan manifestaciones episcopales nuevas, al menos de fondo. En su primera entrevista (COPE 13/03/2014), y sin entrar en consideraciones que pudieran anunciar avances o retrocesos en la posición de la CEE, Monseñor Blázquez recordó de forma taxativa: “El nuevo ser surge desde la misma fecundación”. Apenas cuatro días después, el 17 de marzo, en un desayuno informativo también de la COPE, el medio radiofónico del Episcopado, el nuevo secretario general y portavoz de la CEE, José María Gil Tamayo, dejó claro que “el sí a la vida” defendido por la Iglesia “es un sí con todas sus consecuencias”, por lo que el aborto “no puede ser negociable” en caso de malformación del feto…

Una reforma fiscal profunda, pero tardía y controvertida

Los Idus de Marzo nos trajeron también el esperado informe encargado por el Ministerio de Hacienda a un ‘comité de sabios’ presidido por el catedrático Manuel Lagares, quien lo presentó públicamente como propuesta para una reforma fiscal “profunda, amplia y completa” que mantendrá la recaudación y garantizará un sistema tributario “más progresivo”.

Según el profesor Lagares, el mandato que dio el Gobierno al grupo de expertos (todos sensibles a las directrices oficiales) era proponer un sistema fiscal más sencillo, suficiente, que recaudara lo necesario para reducir el déficit, que generara crecimiento y protegiera el desarrollo social. Y, partiendo de esas premisas, lo que éstos han planteado es una reforma basada en dos grandes bloques de medidas que pasan por una reforma fiscal inicial, centrada en bajar los impuestos directos y subir los impuestos indirectos, acompañada después -en una segunda fase sin fecha de inicio- de una devaluación fiscal que se concretaría básicamente en una bajada de las cotizaciones sociales y una subida del IVA.

La primera fase, de claro efecto antisocial, se iniciaría a partir del 1 de enero de 2015 (año de elecciones legislativas). Mientras que la segunda, a implementar en todo caso fuera de legislatura, se concretaría en una bajada de cotizaciones de unos tres o cuatro puntos compensada con dos puntos de incremento del IVA.

El informe del Comité de Expertos, que incluye 270 cambios tributarios, es, según manifestó su presidente, “una reforma profunda que se centra en proponer medidas para cambiar todo lo que nos parece que no es adecuado”, en la que se han tenido en cuenta las recomendaciones que han hecho otras organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Comisión Europea y la OCDE…

Dado que hablamos de una mera propuesta técnica, todavía sin oficializar por el Gobierno aunque con letra y música de encargo (en realidad se ha presentado como un ‘globo sonda’), parece prematuro realizar un análisis profundo de sus contenidos, más allá de su descripción formal. Pero el tema sí que da pie para hacer algunos comentarios críticos sobre la zigzagueante forma en la que se está definiendo y desarrollando la política económica nacional.

Para empezar, es evidente que las nuevas propuestas tributarias poco o nada tienen que ver con las medidas adoptadas inicialmente por el Gobierno de Rajoy, sino que más bien podrían calificarse de contradictorias o incluso antagónicas. Cierto es que se podría hablar de ‘momentos distintos’, pero no lo es menos que, de darse por buena, la filosofía esencial de la nueva reforma ha pasado durante dos años largos inadvertida o menospreciada por el mismo ministro, Cristóbal Montoro, que ahora pide ayuda a unos expertos siempre tenidos a mano y con los que ya pudo contrastar sus empecinadas decisiones previas.

Y justo por esa tardanza en recabar la opinión técnica de un entorno profesional muy accesible por el Gobierno, es por lo que, de darse por buena, la reforma resultante llegaría tarde, prácticamente con la legislatura agotada y colgada de unas elecciones generales que no dejan de anunciar la pérdida de la mayoría absoluta del PP e incluso la ruptura del actual estatus bipartidista. Una propuesta, por tanto, que gracias a los insufribles ‘tiempos de Rajoy’, a su pésimo entendimiento de la decisión y la acción política (por no hablar de una desidia rayana en la dejación gubernamental), se balancea entre los conocidos dichos del “¡cuán largo me lo me lo fiais!” y del “para ese viaje no es menester alforjas”.

Todo ello al margen de la controversia política y social que los contenidos técnicos de la propuesta de reforma fiscal y su alcance ideológico han levantado de inmediato. De momento, enfrentando al Gobierno con todos los grupos parlamentarios de oposición y haciéndole recoger velas (Montoro ya ha desestimado la propuesta de subir el IVA), sin vislumbrarse mayor consenso al respecto…

El PP lanzó su campaña electoral europea sin candidatos

Una iniciativa de reforma tributaria tardía y controvertida que, además, se presentó a dos meses vista de los comicios europeos del 25 de mayo, sin que pueda mejorar en nada la deteriorada posición electoral del PP ni movilizar a sus propios votantes. Una base social afín que no ha dejado de mostrarse atónita al ver cómo el 15 de marzo su partido iniciaba a bombo y platillo la campaña de petición de voto sin conocerse todavía ninguno de los nombres de la candidatura. Y también alarmada ante la posibilidad de que el propio Rajoy vaya a personalizarla, que es por donde parece que van los tiros.

Pero es que, el presidente del Gobierno, aparte de olvidar que carece del mínimo carisma político y social y que en las encuestas al uso aparece peor valorado que cualquiera de sus ministros, que ya es decir, inició esa errada campaña personalista lanzando mensajes políticos confusos y destacando la idea de que las soluciones a la crisis nacional no son cosa que le incumba a él más que a la propia Comisión Europea. De hecho, su primera idea-fuerza, puesta en negro sobre blanco en una entrevista concedida al diario ABC (16/03/2014) se resume en esta polémica sentencia: “La gran reforma de la Constitución española vendrá por Europa”.

Así, Rajoy transmitía a la opinión pública una transferencia de poder político a las instituciones europeas que hoy por hoy sólo puede servir para desmotivar todavía más la participación en los comicios europeos. Porque ¿quién va a apoyar en estos momentos un mayor poder político de quienes han venido imponiendo al Gobierno sus reformas y recortes sociales, entre otras cosas para beneficiar al mismo establishment bancario y empresarial responsable de la burbuja inmobiliaria y la crisis económica…?

¿Y es que, acaso, algún gobierno (del PP o del PSOE) ha hecho en los últimos tiempos un mínimo esfuerzo divulgativo sobre el proyecto europeo para combatir el creciente euroescepticismo de los españoles…?

Si de esta forma, resguardando los intereses del sistema europeísta en vez de luchar por la reforma y perfección del modelo político propio, vendiendo “más Europa” antisocial y menos una Europa del bienestar y de una mayor igualdad, y realimentando el oscurantismo informativo sobre lo que unos burócratas privilegiados cocinan en Bruselas, es como el PP pretende ganar las elecciones al Parlamento Europeo, apaga y vámonos. Sin necesidad de saber a quiénes enganchará el ‘Dedo Divino’ a la impúdica mamandurria de Estrasburgo (quizás sólo se trata de acomodar a los euro-pesebristas de turno)…

De momento, la teoría justificativa de que Rajoy ha tratado de ‘descolocar’ al PSOE reservando el cartel electoral in extremis para que Elena Valenciano  haga guantes ‘peleándose contra nadie’, es de una ingenuidad pasmosa: sus exégetas olvidan las batallas que se pierden por incomparecencia, que no deja de ser un ejercicio político terriblemente descalificador.

Pero si Elena Valenciano, ‘número uno’ del PSOE en la misma contienda electoral y nada menos que vicesecretaria general del partido, pretende convencer a los votantes de que el modelo político que más conviene a la propia Europa es el mismo que mantiene a los socialistas en el baluarte de la Junta de Andalucía desde la Transición –incluida la asquerosidad del clientelismo y la corrupción-, como ha dicho sin sonrojo alguno, quizás sólo quede tirarse al monte del abstencionismo o del apoyo a los partidos más radicales. Que también es por donde pueden ir los tiros.

El descrédito de la economía y la política campa a sus anchas

Entre otras cosas porque en la antesala de las elecciones al Parlamento Europeo el descrédito de la economía y de la política, básicamente alentado de forma corresponsable por el PP y el PSOE, sigue creciendo. De hecho, ambas situaciones -en definitiva la mala percepción social de la praxis política- compiten con pésimas expectativas de futuro según el Barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) del pasado mes de febrero (Estudio 3.013), cuyos resultados se dieron a conocer en los primeros días del mes de marzo.

La multi-respuesta a la identificación de los principales problemas que en estos momentos existen en España, generó una clasificación ciertamente sintomática. Así, como problemas capitales, el 81,1% de los encuestados señalaron el paro (porcentaje que ha crecido 1,3 puntos en el último año); el 44,2% la corrupción y el fraude (4,2 puntos más sobre el año anterior y 35,6 puntos más sobre el 2012); el 28,3% la situación económica y el 24,2% a los políticos en general, los partidos y la política.

Además, un 42% de los encuestados considera que el año que viene (2015) la situación económica será igual que este año y un 28,6% que será peor, tras responder un elevadísimo 86,9% que la situación actual ya es mala o muy mala. Al tiempo que un 82,02% declara que la situación política también es mala o muy mala, valoración a la que hay que añadir el dato de que un 49,6% de los encuestados piensa que el año que viene será igual y un 30,7% que todavía será peor (ambas percepciones suman nada menos que un 80,3%).

El Gobierno parece no valorar con realismo esta situación, quizás porque se viene conformando desde el principio de la legislatura como un fenómeno de ‘lluvia fina’. Pero ese ‘sirimiri’ de malestar social en continuo, soportado a cuerpo gentil o archivado por el presidente Rajoy más o menos a beneficio de inventario, no dejará de terminar calando, empapando y hasta ahogando a quienes lo desprecian políticamente (por eso también se conoce como ‘calabobos’).

Y ahí quedan, carcomiendo el crédito electoral logrado por el PP el 20N, las intermitentes manifestaciones de protesta social, las ‘mareas’ reivindicativas de todos los colores, las ‘marchas’ de la dignidad (como la llegada el pasado 22 de marzo a Madrid), las revueltas estudiantiles o las continuas críticas y alegatos contra el Gobierno vertidos en la Red. En definitiva, la misma ‘lluvia fina’ corrosiva que, tras el periodo constituyente, demolió en apenas dos años a la UCD, y la que, a la postre, también liquidó el ‘felipismo’…

¿Destruirá el voto del 25M europeo el Templo de la Partitocracia…?

El paro y la corrupción se mantienen, pues, como máximas preocupaciones del cuerpo electoral, en el que se ha instalado un pesimismo económico y político sólido y ya difícil de reconducir sin decisiones políticas y económicas solventes. Y esos son los puntos más débiles del Gobierno de Rajoy (aunque no los únicos); la ‘marca’ dejada por la mala medida de sus alabados ‘tiempos políticos’ (es decir por su inacción política) y los sumideros por donde a partir del próximo 25 de mayo comenzará a perder el caudal de votos logrados el 20-N.

Y por si lo dicho fuera poco, parece que desde aquí hasta el momento de la votación en los comicios europeos no van a faltar más escollos y tropiezos políticos, tanto para el PP como para el PSOE, porque ambos partidos van tan sobrados de los ‘Gürtel’ y los ‘ERE’ consabidos como faltos de ideas y de candidatos que conciten de verdad el favor de los electores. Mientras UPyD y La Izquierda Plural prosiguen en la senda práctica del pasito a pasito y sin cometer errores (similar a la del ‘partido a partido’ de Cholo Simeone) hacia el desbaratamiento total del bipartidismo.

Por esa vía, el próximo 25 de mayo quizás comience la demolición del falso Templo de la Partitocracia, protegido de consuno por el PP y el PSOE para que prevalezcan sus derechos de casta política. El castigo del voto ‘distinto’ y de la abstención en las elecciones al Parlamento Europeo, pueden ser las trompetas que derriben su muralla, como hicieron las del ejército israelí en Jericó, según se narra en el Libro de Josué. O como en el año 586 a.C. las huestes del rey babilónico Nabucodonosor II destruyeron a sangre y fuego el Templo de Salomón…

Si en los comicios europeos comienza a vislumbrarse una posible caída del deplorable bipartidismo español, asentado en el “quítate tú para ponerme yo” y en la dictadura partitocrática, algo habrá que celebrar. Sólo con esa inflexión electoral se podría entreabrir una puerta a la regeneración real de la democracia.

In memoriam de Adolfo Suárez: ¡He aquí un hombre!

Pensando en Adolfo y en los merecidos elogios que con motivo de su muerte, acaecida el pasado 23 de marzo, se han hecho de su persona y su vida política, tantos y de tanta amplitud que poco se les puede añadir, no tenemos más remedio que distinguirlos en dos categorías bien distintas.

Una es la del pueblo llano, rebosante de emoción, sinceridad y gratitud por su entrega y labor de gran político al servicio de todos los españoles. Por supuesto acompañados de la de algunos leales colaboradores, muy pocos, que le siguieron hasta donde la historia lo permitió y que siempre le quisieron y respetaron, quizás hoy más discretos que otros porque sus sentimientos son bien conocidos.

Otra categoría, es la de los hipócritas y falsarios que, una vez cumplida la gesta épica de la Transición, le traicionaron de forma canallesca, le lapidaron en la plaza pública y le devoraron sin piedad como auténticos perros rabiosos de la política, que fueron los más. Ensañamiento que no sólo se ejerció desde la oposición (desde ella al menos no se le traicionaba), sino también y sobre todo desde sus propias filas políticas y desde el entorno institucional, que fue al que Adolfo sirvió mejor y con más inteligencia, incluyendo ahí a la Corona, la Iglesia, las Fuerzas Armadas, las organizaciones empresariales y sindicales, la banca… y a una prensa ingrata y feroz que jamás ha vuelto a gozar del vigor y la libertad que tuvo con Adolfo Suárez en La Moncloa.

Estos días hemos visto a no pocas de las personas que más contribuyeron al acoso y derribo del entonces presidente del Gobierno, elogiar con todo el cinismo del mundo su labor, su sentido de Estado, su afán de reconciliación y concordia nacional, su honradez y dignidad personal… Quizás para lavar ante la prensa, la radio y las cámaras de televisión sus propias vergüenzas y congraciarse con la ciudadanía que hoy tanto les desprecia.

Por nuestra parte, pensando en Adolfo Suárez y reconociendo su ejemplo político y humano, no queremos dejar de recordar aquella exclamación de Napoleón cuando conoció al admirado Goethe, haciéndola extensible a su persona: ¡He aquí un hombre!

Fernando J. Muniesa