Economía

EEUU sufriría un "golpe funesto" en el futuro por su alto endeudamiento

Administrator | Martes 11 de junio de 2024
Angélica Ferrer
Debido a su alto nivel de endeudamiento y el gasto gubernamental, Estados Unidos podría sufrir un fuerte revés en un futuro próximo, coinciden en entrevista expertos consultados por Sputnik.
Recientemente, el extitular del Banco Mundial, David Malpass, indicó en la red social LinkedIn que la elevada deuda pública estadounidense y el excesivo gasto del Gobierno podrían acabar en un desastre financiero para Washington el próximo año.
"Todos los indicios apuntan a una catástrofe financiera [de EEUU] en 2025 con un techo de deuda nacional, un aumento del gasto y unos tipos impositivos por las nubes", pronosticó.
Sputnik consultó a economistas para hablar sobre las repercusiones negativas que podrían conllevar las condiciones de endeudamiento en el país norteamericano. El maestro en economía de la UNAM, Raúl Ignacio Morales Chávez, no lo duda: la economía estadounidense sufrirá un gran golpe.
"[Desde la pandemia hasta la fecha], indudablemente Washington aumentó su déficit y pasó a financiarse con deuda (...). En los próximos años, esto le repercutirá: será un golpe funesto", afirma Morales Chávez.
El experto añade que, a pesar de los esfuerzos a nivel nacional, la deuda no está resolviéndose y "ni se va a resolver en el corto plazo".
En este sentido, en una charla para este medio, el profesor de relaciones internacionales y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología de México (Conahcyt), Jesús López Almejo, precisa que el pronóstico de Malpass no indica nada nuevo, debido a que ya existían diversos factores para divisar que Washington tenía una ruta negativa en el ámbito económico.
"[El extitular del Banco Mundial] habla sobre cómo este modelo [económico impuesto por EEUU] no es sustentable y ha sido desastroso para la economía, la geopolítica y las instituciones globales, esto especialmente entre la pandemia y el conflicto en Ucrania, que ha desnudado las falencias de este orden basado en reglas, que ni siquiera respeta las reglas", agrega el experto.
Según el Departamento del Tesoro estadounidense, la deuda de la nación norteamericana alcanzó un máximo histórico de más de 34 billones de dólares en lo que va de 2024.
En contraposición, en entrevista para Sputnik, la directora de análisis económico, cambiario y bursátil de Grupo Monex, Janneth Quiroz, prevé que aspectos como el consumo y la inversión pueden ayudar a EEUU a no caer en el escenario planteado por Malpass.
"El aumento de la deuda como porcentaje del PIB no implica que haya un riesgo de que veamos un escenario devastador, sino que le inyectó un mayor dinamismo. Me parece que si bien en [Washington] es un año electoral y donde se esperaría ver un alza en el gasto público, al menos en el primer semestre de este año, y considerando que son datos preliminares, vimos una desaceleración", expone.
¿El camino hacia el declive?
Si bien la caída de la economía estadounidense era previsible desde hace años, la pandemia de coronavirus fue un catalizador para acentuarla.
"La mayoría de las economías se vieron paralizadas. Por ejemplo, en EEUU, en el segundo trimestre de 2020, el PIB se desplomó más de 31% (...). Lo que hizo para intentar remediar fueron dos cosas: una política monetaria no convencional porque bajó las tasas de intereses e incrementó la cantidad de dinero. Esto lo hicieron casi todos los países. La otra cuestión era su estructura fiscal y presupuestal, si es que podía contar con ingresos propios rápidamente, porque si no iba a recurrir a la deuda. Ese fue un problema muy grave", precisa Quiroz.
Esas medidas, según Morales Chávez, impactaron no solo a Washington, sino al resto del mundo.
"Provocó que la deuda mundial alcanzara un récord jamás visto: que fuera de 258 billones de dólares en 2020", dijo. En la actualidad, este endeudamiento global es de 315 billones de dólares, equivalente al 333% del PIB global. Este dato fue presentado esta semana por el Instituto de Finanzas Internacionales (IIF) en su informe trimestral Global Debt Monitor.
Para el experto, la deuda de Washington no solo es con el sector público, sino con el privado, y esto se agravó con el aumento de la tasa de interés por parte de la Reserva Federal (Fed, por sus siglas en inglés), acción que se tomó para controlar la inflación.
Un ciclo sin fin
EEUU está intentando salvaguardar su sensible situación a través de la emisión de más dinero e impulsando la economía de la guerra, menciona López Almejo.
"Afortunada o desafortunadamente, [Washington] lleva, por lo menos, tres décadas acelerando la producción del dinero, la maquinita de emisión de dólares la tienen ellos. Por otro lado, tratan de reactivar la economía propia con guerras de gran calado, como vimos en Irak", expone.
El especialista estima que esta es una de las causas por las que EEUU también apoya a Ucrania en la operación militar especial de Rusia en ese territorio.
En el caso de Kiev, "encontramos una manera más sofisticada de inmiscuirse sin tener pérdidas políticas, en el sentido de que los muertos los pone otro Ejército [el ucraniano], pero el dinero y las armas los sigue poniendo Estados Unidos y, además, logró [alejar] a Rusia del continente europeo, esto respecto a su vínculo estratégico en energéticos en la región. No es cosa menor", indica.
Ante este problema, que cobra mayor relevancia ante las elecciones presidenciales estadounidenses, el también doctor en ciencias sociales por la Universidad de Guadalajara, vaticina que esto podría costarle la reelección al actual mandatario del país norteamericano, Joe Biden.
Esto se debe a que "la deuda pública de EEUU representa el 140% de su PIB. Para darnos una idea de la gravedad, el de México es de 47% (...). Lo único que les queda hacer es lo que han hecho en los últimos años, y que China les ha reclamado, es estarse aumentando el techo de la deuda", detalla.
Para Morales Chávez, quien también es docente en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el declive de la economía estadounidense también es parte de una evolución desde la globalización hasta una fase donde se pondere la digitalización profunda.
"En este ajuste, EEUU era el rey del libre mercado y, ahora, China toma esta bandera", destaca.
Análisis: Se desintegra el “orden económico mundial”
Alfredo Jalife-Rahme
La narración sobre la crisis económico-financiera occidental no tiene nada que ver con la realidad. Pero lo cierto es que, debido a esa grave crisis, Estados Unidos va a verse obligado a tomar una decisión existencial.
La revista monárquica globalista neoliberal The Economist –donde los banqueros jázaros [1] Rothschild detentan un 26,7% del capital– comenzó a publicar un “reportaje especial” de 7 artículos sobre el “Sistema financiero global en peligro de fragmentación” [2].
En el segundo capítulo de esa serie, The Economist –que nos mata de risa cuando se define como “independiente”– aborda el “nuevo orden económico”, al unísono del desgajamiento del “orden liberal (sic) internacional” cuyo “colapso (¡megasic!) puede ser repentino e irreversible” [3].
Más allá de los epifenómenos que relata –desde la “resiliencia de la economía mundial”, pasando por el “auge de Estados Unidos pese a la escalada de su guerra comercial con China”, hasta la “ausencia de un choque petrolero en medio de la guerra del Medio Oriente”–, en una “mirada más profunda se vislumbra su fragilidad”. A su juicio, el “orden (¡megasic!) que ha gobernado la economía global desde la Segunda Guerra Mundial ha sido erosionado (¡megasic!)” y “hoy está cerca del colapso”. Este axioma lo hemos enunciado desde hace mucho los críticos de la nihilista y misántropa globalización desregulada, pero que lo exponga la revista portavoz del globalismo, hoy en caída libre, equivale a una capitulación.
Según The Economist se vislumbran “detonantes preocupantes que activarían un descenso a la anarquía”, donde “las superpotencias recurren a la guerra”. A The Economist se le olvida que la globalización fue impuesta, y que perduró, gracias a múltiples guerras del “complejo militar-financiero” (Dennis Small dixit) de la anglósfera.
Se autocita con su artículo: “El orden económico mundial se resquebraja” cuando “los críticos van a añorar la partida de la globalización” [4]. Hoy “la desintegración del viejo orden está visible por doquier” y “aunque el dólar permanece dominante y las economías emergentes son más resilientes, los flujos globales de capital han empezado a fragmentarse”, lo cual este modesto servidor ya había expuesto en el libro Hacia la desglobalización, que publiqué hace 17 años [5], y en el más reciente Nuevo orden geofinanciero multipolar: desdolarización y divisa BRICS [6].
La revista globalista es descomunalmente benigna con el manejo geofinanciero y geoeconómico de Estados Unidos cuando “el sistema establecido después de la Segunda Guerra consiguió el matrimonio entre los principios (sic) internacionalistas y los intereses estratégicos de Estados Unidos”. Concluye que “apuntalado por un fuerte crecimiento en Estados Unidos, pareciera como si la economía mundial pueda sobrevivir a cualquier cosa que se le presente. Pero no podrá” (¡megasic!).
La propaganda anglosajona no se da por vencida y, en la misma Londres, Ambrose Evans-Pritchard, portavoz de la monarquía declinante de Gran Bretaña, en 3 artículos publicados en The Telegraph alucina que:
1. El jázaro críptico “Milei convertirá a Argentina en la Texas de Latinoamérica” con las pletóricas reservas de gas esquisto en Vaca Muerta [7];
2. El litio de Argentina la propulsará a la estratósfera [8];
3. Con su desafío a China, el disfuncional Milei “está sentando las bases para una revolución de libre mercado” [9].
Las alucinaciones geofinancieras de los globalistas hoy son intratables por la realidad geopolítica. Quizá debido a su especialidad economicista, The Economist pasa por alto tres fechas nodales que (en)marcan la caída, para no decir “colapso”, del hoy ya caduco “orden globalista financiero”:
1. El anuncio del porvenir desde 2007 en la Conferencia de Seguridad de Múnich por el presidente ruso Putin [10];
2. La quiebra de Lehman Brothers, que la anglósfera intentó endosársela a China [11];
3. La humillante derrota de la OTAN en Ucrania.
A mi juicio, la elección del 5 noviembre decidirá si Biden prosigue su estéril guerra de hemorragia demográfica contra Rusia o si Trump opta por el aislamiento regional selectivo y la reconstrucción holística de Estados Unidos.
NOTAS
[5] Hacia la desglobalización, Alfredo Jalife-Rahme, Orfila Valentini, 2020.
[6] Nuevo orden geofinanciero multipolar: desdolarización y divisa BRICS, Alfredo Jalife-Rahme, Orfila Valentini, 2023.
[10] «Rusia: ¿árbitro geopolítico del orden pentapolar?», Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada, 14 de febrero de 2007.
[11] «Banca de Estados Unidos: “día del juicio final” y su “establo de Augias”», Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada, 17 de septiembre de 2008.
Análisis: El orden económico mundial se está desmoronando
Álvaro García Linera
EEUU y Europa han expuesto de manera sistemática el fin del orden globalista y el regreso a la política de las fronteras cerradas para que el vieja Occidente no muera
Continúan los lamentos del, en algunos círculos, prestigioso semanario económico conservador The Economist. La edición del 9 de mayo, le dedica investigación, tinta y abundante frustración para comprobar, lo que califican, como el "lento desmoronamiento del orden internacional liberal" que predomino durante 40 años
El rosario de quejas se inicia con la parálisis de la Organización Mundial del Comercio (OMC), considerada hasta hace poco como la portaestandarte y guardián del globalismo mercantil. Desde hace 5 años, deliberadamente han quedado acéfalas las representaciones de las grandes potencias, dejando al "libre" albedrio de los gobiernos el rechazo a la apertura de sus mercados. En las siguientes páginas desmenuza la sucesión de "desglobalizaciones" que han proliferado en el mundo, comenzando por la guerra de aranceles, no solo entre China y EEUU, sino ahora también, entre la Unión Europea (UE) y China que, vaticinan, habrá de recrudecer en los siguientes meses. La UE está a punto de imponer elevados impuestos para impedir la presencia arrasadora de los automóviles eléctricos chinos, que son más eficientes y baratos que los de la pesada industria europea.
Por su parte, el gobierno del Reino Unido acaba de impedir que empresarios chinos compren una fábrica de chips y, tragándose la retórica del libre mercado, han decidido, por "seguridad nacional", vendérsela a inversionistas norteamericanos, claramente menos competitivos. Por si fuera poco, el candidato Trump, que amenaza a los estadounidenses con un "baño de sangre" si no gana las elecciones, ha anunciado que subirá los aranceles a los productos chinos, del 25 al 60 %. Para no quedarse atrás, Biden acaba de subir al 100% los impuestos a la importación de autos chinos. La libertad de comercio ya no arrastra votos. Hoy lo hace el "made in USA".
Al "indignante" incremento mundial de regímenes de regulación y control estatal de las inversiones extranjeras, The Economist incorpora, con sobria resignación, los reveladores gráficos del declive del comercio mundial, de la retracción de los capitales transfronterizos e incluso del comercio de servicios. Abatido ante este derrumbe del orden global liberal, el semanario enumera otras dos medidas de esta inevitable catástrofe: la primera, la acelerada divergencia de precios de los mismos bienes en países diferentes. La añorada utopía de un mercado único planetario con un precio estampilla, queda aplastada por la realidad de un mundo fragmentado por mercados regionalizados y lealtades geopolíticas en la que cada país impone políticamente la diferencia de precios. Y la segunda, el reverdecer de "políticas industriales", esto es, subsidios estatales para crear empresas, privadas o estatales, en suelo patrio a fin de garantizar "soberanía" y "autonomía" nacional en esos rubros.
Curiosamente, y a propósito de esta "tragedia" del ascenso del "nacionalismo económico" el FMI ha publicado la investigación The return of industrial policy in data.2024. Parece que la retórica de la "eficiente asignación de recursos del mercado" ya solo queda para los incautos y, ante lo inevitable, el FMI hace sugerencias para unas "eficientes" subvenciones que no "agraven" aún más la geofragmentación. Enumera que, mientras en el año 1990, las acciones de política industrial no llegaban ni a 70, y eran solo en países periféricos, el 2023, se han producido más de 2500 intervenciones de políticas industriales en el mundo que, esta es una joyita lingüística del FMI, "discriminan" intereses extranjeros.
Y lo peor es que estas medidas no las encabezan países marginales, engullidos por populismos desenfrenados, sino los baluartes del capitalismo moderno: EEUU, Europa y China, que ahora compiten en subsidios con las llamadas "economías emergentes". Al final, el FMI se inclina por un tipo de orden global híbrido en el que el proteccionismo y las subvenciones selectivas en la industria (siempre que sean de países occidentales) se combinen con liberalizaciones de la relación salarial y de la inversión extranjera "amiga".
Pero no solo las grandes instituciones económicas defensoras del antiguo orden global liberal constatan su lenta fosilización, sino que son también las elites políticas occidentales las que salen a justificar esta nueva oleada soberanista. No ha sido un comunista trasnochado quien ha arrojado al "infierno" el libre comercio, sino Biden en su discurso ante los sindicalistas norteamericanos en Springfield, el 25 de enero del 2023. Y ha sido el mismísimo Jake Sullivan, Consejero de Seguridad Nacional de EEUU, que recibió al presidente electo de Argentina Milei en visita a EEUU en noviembre del 2023, el que semanas antes había expuesto la "estrategia industrial estadounidense" para garantizar su "seguridad nacional". Tengo curiosidad de saber qué habrá hecho Milei con sus acartonadas frases paleolibertarias aprendidas de Murray Rothbard, al chocarse con el ferviente defensor de un "patio pequeño y valla alta", es decir, proteccionista, para las tecnologías estratégicas estadounidenses en las áreas de inteligencia artificial, microprocesadores, computación cuántica y las llamadas energías verdes.
Para no quedar muy cortos ante la historia, los políticos europeos, fervientes defensores del liberalismo económico, ahora también están mudando de ropaje y asumiendo el alegato soberanista. Se trata de un travestismo ideológico obligado por la inferiorizacion económica frente a China. En un extenso discurso pronunciado el 25 de abril en La Sorbona, el presidente francés Macron, ha expuesto de manera sistemática el fin del orden globalista y el regreso a la política de las fronteras para que la vieja Europa "no muera". En palabras solemnes, la Europa que "compraba su energía y sus fertilizantes a Rusia, tenía su producción en China y delegaba su seguridad en EEUU ha terminado".
Hay que abandonar la "ingenuidad" de las políticas comerciales de fronteras abiertas ya que "las dos principales potencias internacionales han decidido dejar de respetar las reglas del comercio", sentencia Macron. Y para que Europa no muera, propone que hay que "ser soberanos". Para ello, hay que aumentar "la capacidad de defensa" europea, incluida la atómica y el despliegue de "una economía de guerra" para el rearme. Como ya lo había adelantado el secretario general de la OTAN, J. Stoltelberg, los mercados no traen la armonía; solo "las armas son el camino a la paz".
Paralelamente, argumenta Macron, se debe impulsar una política industrial "made in Europa". Esta mala palabra hace 7 años, cobra hoy protagonismo estratégico para el presidente francés. Y lo hace de la mano de la defensa de las "subvenciones" a empresas estratégicas, la "derogación de la libre competencia" en sectores productivos claves. Ante productos extranjeros más baratos, "hay que proteger a nuestros productores" y no "ceder ante la desindustrialización", asevera Macron en La Sorbona. Para rematar este arrebato de proteccionismo iliberal, propone proteger aún más a sus agricultores europeos de la "desleal" competencia externa y un "golpe de inversión pública" que dinamice la económica continental. ¿Y el déficit fiscal?, no es problema para él. Hay que subir los impuestos, comenta Macron ante la mirada horrorizada de los defensores del libre comercio. "Impuestos fronterizos" a las importaciones, "impuestos a las transacciones financieras", "impuestos a las multinacionales".
Ni la CEPAL anteriormente dirigida por Alicia Barcenas lo habría dicho mejor. Y si hay dudas de este revival del nacionalismo económico, Macron se encarga de disiparlas anunciando el control de inversiones "no-europeas" en sectores sensibles. Con razón el The Economist se ahoga en un mar de lágrimas ante el irreversible derrumbe del viejo orden global. Ciertamente no es un regreso a los tiempos del norteamericano New deal de Roosevelt, ni a la quinta república de Charles de Gaulle; pero claramente es el globalismo neoliberal que cede su paso a un modelo anfibio de soberanismos regionales, liberalismos selectivos y oleadas de subvenciones y déficits fiscales elevados.
Sin embargo, nunca faltan en el teatro político los anacrónicos, como los Milei y los mileis andinos, que evocan a un "occidente" globalista y de libre mercado que ya solo existe en la insignificancia de su furiosa retórica y en los viejos manuales con que estudiaron. Son los melancólicos esperpentos de una curiosidad colonial, que pretenden llevar a sus países a una economía de enclave o dual: un paraíso para un puñado de empresas extractivistas de materias primas de exportación, en medio de un mar de servicios precarizados. Se trata de exóticos fósiles tratados con indulgente conmiseración por un "occidente" hoy cada vez más soberanista y proteccionista, que se distrae con sus agraciados malabarismos discursivos vintage, a modo de rancio recuerdo de los dorados años de un globalismo extinto.
* Ex vicepresidente de Boliva con Evo Morales.

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