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Guerra de drones: Cinco razones por las que la OTAN odia el nuevo dron sigiloso ruso. Análisis

Administrator | Martes 09 de enero de 2024
El S-70 Ojótnik-B es visto como una amenaza por la OTAN. Aquí van las cinco razones de por qué.
1️Es el compañero ideal para los cazas: optimiza las capacidades de los cazas de sigilo de quinta y sexta generación, extendiendo los sensores y el rango de su armamento. Puede volar a 1.000 km/h, alcanzar los 6.000 km de distancia y cargar hasta 2,8 toneladas de armas. Está equipado con radio, orientación electroóptica y otros tipos de equipo de reconocimiento.
2️Mejorará las capacidades de los cazas: la IA permite al dron ampliar el campo del radar de otros cazas y transferirles datos de adquisición de objetivos para apuntar a un mayor número de enemigos.
3️Es realmente sigiloso: es sumamente preciso para detectar y destruir aeronaves con camuflaje, y también para evitar disparar los radares. Incorpora materiales compuestos y revestimentos sigilosos.
4️Progreso continuo: de su vuelo inicial de 20 minutos, en sol
o dos meses logró aumentar en 10 minutos su capacidad y consiguió maniobrar en piloto automático a una altitud de 1.600 metros.
5️Es sostenible: Rusia puede construir el dron S-70 Ojótnik-B a pesar de sus avanzados componentes, como los chips y la IA que, aunque no produzca domésticamente, puede importar esquivando las sanciones.
"Asesino de portaviones": así es el misil de crucero imparable de Rusia Kh-22
Después de que Rusia lanzara el 29 de diciembre la mayor andanada de drones y proyectiles contra Ucrania desde el inicio del conflicto, el representante del mando de la Fuerza Aérea ucraniana, Yuri Ignat, destacó las capacidades del misil de crucero Kh-22, que las FFAA de su país han sido siempre incapaces de interceptar.
El representante del mando de la Fuerza Aérea ucraniana declaró que, desde la escalada del conflicto en Ucrania, las fuerzas rusas habían disparado unos 300 misiles Kh-22 y Kh-32 —una variante modernizada desarrollada por Rusia y producida mediante la modernización del fuselaje de proyectiles de fabricación soviética— contra objetivos bélicos ucranianos. La defensa antiaérea ucraniana no había sido capaz de interceptar ni uno solo, enfatizó Yuri Ignat.
"Insisto en que es imposible derribar el Kh-22 con los medios que disponemos en nuestro arsenal", declaró Ignat destacando como razón la enorme velocidad del misil.
La clase de Kh-22 Burya (Tormenta) entró en servicio por primera vez en 1962 y todavía tiene pocos rivales en el mundo en términos de rendimiento. Los misiles estaban diseñados para alcanzar objetivos marítimos y eran capaces de romper la defensa antiaérea de los grupos de ataque de los portaviones de la Armada estadounidense. Consiguieron lograr tales tareas mediante trayectorias irregulares y una velocidad cercana a la hipersónica, de Mach 4,6.
El Kh-22 permitía a los bombarderos Tu-22M neutralizar buques de guerra desde distancias muy grandes y se produjeron en enormes cantidades. La flota soviética de bombarderos ascendía a cientos de unidades. Rusia amplió su capacidad de producción de múltiples clases de proyectiles balísticos y de crucero a niveles varias veces superiores a los registrados antes de 2022.
El desafío planteado por los ataques de Kh-22 está agravado por el agotamiento de la red de defensa antiaérea de Ucrania, de construcción soviética, que los suministros de sus partidarios occidentales no han llegado a compensar. Aparte de dos unidades del sistema de misiles Patriot estadounidense que vigilan la capital, Kiev, de las cuales una quedó fuera de servicio, Ucrania carece también de medios de defensa antiaérea de largo alcance fabricados con posterioridad a la década de 1980.
Las autoridades ucranianas pidieron constantemente nuevas donaciones masivas de Patriot y el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, declaró que el país necesitaba 20 sistemas desplegados por todo el territorio. Esta cifra equivalía a la gran mayoría de arsenales desplegados por la OTAN en todos los Estados miembros y se consideraba muy poco realista.
Estados Unidos se enfrenta a una escasez de su propia capacidad de defensa antiaérea, incluso sin nuevas donaciones a Ucrania, situación que se agrava por el aumento de los despliegues en Oriente Medio a partir de la escalada del conflicto palestino-israelí.
Análisis: Guerra de drones: ¿cómo Rusia gana el enfrentamiento tecnológico contra Occidente en Ucrania?
Valdir da Silva Bezerra
En el año 2023, muchos en Occidente esperaban que la contraofensiva ucraniana llegara a su fin con éxito. Ocurrió todo lo contrario: no solo Kiev se mostró incapaz de cambiar el curso del conflicto, sino que Rusia puso en práctica importantes avances tecnológicos, sobre todo en el uso de drones.
Aun así, Estados Unidos sigue insistiendo en sucesivos paquetes de ayuda financiera y militar para Ucrania, mientras que algunas voces, tanto en la Unión Europea como en Washington, empiezan a dudar de si no ha llegado el momento de iniciar negociaciones de paz con Moscú.
Esto se debe a que Rusia ha conseguido resistir eficazmente los ataques de la contraofensiva ucraniana en prácticamente toda su línea defensiva, frustrando así las expectativas de Occidente sobre las capacidades reales del Ejército ucraniano.
En cualquier caso, es poco probable que Ucrania se quede completamente sin ayuda durante el próximo año. Sin embargo, una cosa es segura: la presión sobre Zelenski aumentará significativamente con el tiempo, tanto interna como externa, dado que el héroe de Occidente y mal llamado protector de las democracias no ha sido capaz de conseguir ninguna victoria significativa en el campo de batalla.
Obviamente, ya se ha invertido una enorme cantidad de dinero en Ucrania como parte de este proyecto occidental para debilitar a Rusia en el espacio postsoviético, y este dinero tendrá que volver a los bolsillos de los inversores de alguna manera.
No se trata de un proyecto filantrópico, sino de una búsqueda de beneficios por parte de poderosos actores de la industria armamentística, especialmente estadounidense, que están utilizando al conflicto en Ucrania como una forma de firmar contratos muy ventajosos con el Gobierno de EEUU.
Al mismo tiempo, dado que derrotar a Rusia en el campo de batalla es, por decirlo suavemente, una tarea improbable, seguir insistiendo en ello no hará sino prolongar indefinidamente el conflicto, que ya dura casi dos años.
Sea como sea, una cosa es cierta: la experiencia de esta guerra subsidiaria de Occidente contra Moscú ha demostrado que el Ejército ruso sabe muy bien mantener la defensa de los territorios y, al mismo tiempo, innovar tecnológicamente en diversos ámbitos.
Desde el punto de vista militar, por ejemplo, el enfrentamiento adquirió en ambos bandos el carácter de una auténtica guerra de drones. Estos aparatos han demostrado ser capaces de alcanzar a varios soldados y piezas de equipo a la vez, además de servir como herramientas para vigilar la posición del adversario en el campo de batalla.
Hoy en día, la munición y los explosivos pueden acoplarse a los drones y utilizarse directamente contra el enemigo en el frente o en la retaguardia. Rusia ha realizado importantes avances en la tecnología de los drones desde mediados de 2022.
Las FFAA rusas han estado utilizando drones de alto impacto, llamados drones kamikaze, controlados por un operador en primera persona, para destruir equipos pesados como tanques e incluso pequeños grupos de soldados.
Actualmente, los rusos están produciendo estos drones a gran escala, utilizándolos magistralmente como explosivos y en forma de proyectiles. Estos drones también son capaces de localizar objetivos tras las líneas enemigas por la noche, lo que es extremadamente importante desde el punto de vista militar.
Después de todo, las tropas rusas han estado utilizando la noche para atacar con drones a las unidades ucranianas que se desplazan de la línea del frente a la retaguardia y viceversa, así como para destruir tanques y otros equipos blindados suministrados a Ucrania por Occidente.
Los rusos, además, también han utilizado drones del tipo Geran para atacar a las FFAA ucranianas, aeródromos e infraestructuras críticas en diversas partes del campo de batalla y la retaguardia, minando así la iniciativa del adversario.
Rusia, sin embargo, ha hecho importantes progresos en la guerra radioelectrónica, que se basa en la emisión de ondas y señales electromagnéticas que perturban el control de los drones por parte ucraniana. Como resultado, los intentos enemigos de reconocer las posiciones rusas mediante drones se han vuelto mucho más complicados que antes.
Los equipos militares de combate radioelectrónico generan en el Ejército ruso auténticas cúpulas de protección para la línea del frente, capaces de cubrir diversos destacamentos de apoyo y equipos vitales. En cuanto un dron ucraniano, ya sea de reconocimiento o de ataque, vuela hacia esta cúpula, pierde completamente el control y pierde su utilidad y función.
Aunque las FFAA ucranianas se han modernizado desde el inicio del conflicto en cuanto al uso de drones para lograr objetivos militares, hoy se enfrentan a un adversario tecnológicamente más poderoso, mejor preparado y que, además, juega con el tiempo.
Otro factor importante a tener en cuenta es que Rusia es fundamentalmente dependiente de sí misma y de su propia producción interna en el conflicto, lo que no es el caso de Ucrania. Si la ayuda militar y financiera occidental a Kiev disminuye, también lo hace su esfuerzo bélico, y con él cualquier esperanza de que los ucranianos puedan obtener alguna victoria significativa.
Además de todo esto, en términos logísticos, las zonas que Ucrania ha estado intentando conquistar a Rusia presentan retos evidentes desde el punto de vista militar. Se trata de regiones, muchas de ellas rodeadas de bosques o de zonas urbanas bastante densas, lo que de por sí ya dificulta las operaciones ofensivas.
En el extenso campo abierto, los pequeños destacamentos de soldados ucranianos y sus tanques se convierten en blancos fáciles para la artillería rusa y sus drones tipo kamikaze, elementos que, como ya se ha mencionado, han sido utilizados con bastante eficacia por Rusia, especialmente en 2023.
En 2024, Ucrania seguirá luchando por reunir reservas suficientes para sus próximas operaciones ofensivas, que ya en 2023 mostraron claros signos de agotamiento. Si la situación sigue así, le corresponderá a Zelenski, aunque a regañadientes, aceptar la posibilidad de negociar un acuerdo de paz con los rusos. Si lo hace, salvará miles de vidas ucranianas.
Al fin y al cabo, a Occidente no le importan esas vidas. Al contrario, para Washington y algunas de las capitales europeas, todo y todos son desechables si ello significa debilitar a Rusia en el espacio postsoviético.
El 2023 ha demostrado que este proyecto ha fracasado, ya que Rusia no solo ha salido fortalecida, sino también victoriosa de esta guerra tecnológica contra Occidente en Ucrania.

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