Opinión

Aleksandr Duguin: mi visión del nuevo orden mundial y la guerra de Gaza

Administrator | Martes 21 de noviembre de 2023
Aleksandr Duguin
Están surgiendo nuevas civilizaciones, como la china, la islámica, la india, la africana y la latinoamericana. Rusia las ve como aliados y socios potenciales en un orden multipolar auténtico y equitativo, afirma Aleksandr Duguin.
El orden mundial actual parece encontrarse en un estado de transición. Lo que estamos presenciando es un alejamiento de un mundo unipolar, surgido tras el colapso de la Unión Soviética y la desintegración del bloque soviético, hacia un mundo multipolar.
Las bases de este mundo multipolar son cada vez más evidentes, con actores clave como Rusia, China, el mundo islámico, India y, potencialmente, África y América Latina. Estas entidades representan civilizaciones distintas, muchas de las cuales están unidas dentro del grupo BRICS.
En particular, tras la cumbre de Johannesburgo de 2023, este grupo se amplió para incluir a países significativos del mundo islámico, como el Reino de Arabia Saudí, Irán y Egipto, así como Etiopía, reforzando la perspectiva africana, y Argentina, solidificando aún más la presencia de las naciones sudamericanas.
Esta expansión subraya la creciente influencia del orden mundial multipolar al tiempo que señala un debilitamiento de la hegemonía occidental.
La determinación de Estados Unidos y Occidente de preservar el dominio unilateral
Estados Unidos y las potencias occidentales se aferran resueltamente al concepto de unilateralismo. A la cabeza del liderazgo mundial, Estados Unidos, en particular, está decidido a mantener su dominio en los ámbitos militar, político, económico, cultural e ideológico. Esta continua búsqueda de la unipolaridad se erige como la contradicción central de nuestra era, marcada por la intensificación de la lucha entre unipolaridad y multipolaridad.
En este contexto, es imperativo examinar los conflictos y acontecimientos clave de la política mundial, en particular los esfuerzos por socavar a Rusia a medida que reafirma su soberanía y su presencia como polo independiente. Esta dinámica ayuda a dilucidar el persistente conflicto en Ucrania.
El apoyo del mundo occidental al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky está impulsado, en gran parte, por el deseo de impedir que Rusia resurja como un actor global autónomo, una aspiración defendida por el presidente Vladimir Putin durante todo su mandato.
Putin ha reforzado la soberanía política de la Federación Rusa y ha subrayado progresivamente el estatus de Rusia como civilización independiente que no sólo se opone a la hegemonía occidental sino que también rechaza su sistema de valores.
Rusia ha afirmado sin ambigüedades su compromiso con los valores tradicionales al tiempo que rechazaba con firmeza el liberalismo occidental, incluida su promoción de la agenda de los derechos de los homosexuales y otras normas ideológicas occidentales, que Rusia percibe como aberraciones y desviaciones.
En respuesta, Occidente apoyó activamente el golpe de Estado de 2014 en Kiev, proporcionó una amplia ayuda militar a Ucrania, fomentó la difusión de la ideología neonazi en el país y provocó a Rusia para que iniciara una operación militar extraordinaria.
Sin la intervención de Putin, es probable que Kiev hubiera emprendido acciones similares de forma independiente, lo que habría conducido a la apertura del primer frente en la encarnizada lucha entre la multipolaridad y la unipolaridad en Ucrania.
Simultáneamente, Rusia, bajo el liderazgo de Putin, reconoce que no puede ser uno de los dos únicos polos de este mundo, como ocurría en la época de la Unión Soviética.
Están surgiendo nuevas civilizaciones, como la china, la islámica, la india, la africana y la latinoamericana. Rusia las ve como aliados y socios potenciales en un orden multipolar genuino y equitativo, una perspectiva aún no muy reconocida por el resto del mundo.
Sin embargo, existe una conciencia gradual y cada vez mayor del concepto de multipolaridad, ejemplificada por la situación relativa a Taiwán, que se ha librado de convertirse en el próximo punto álgido de la confrontación entre unipolaridad y multipolaridad, especialmente en la región del Pacífico.
Están surgiendo nuevas civilizaciones, como la china, la islámica, la india, la africana y la latinoamericana. Rusia las ve como aliados y socios potenciales en un orden multipolar genuino y equitativo, una perspectiva aún no muy reconocida por el resto del mundo.
La guerra de Israel contra Gaza apunta a una confrontación más amplia
Los acontecimientos en Israel y la Franja de Gaza están estrechamente relacionados con esta cuestión. Dos trágicos incidentes se produjeron en rápida sucesión. En primer lugar, se produjo un ataque de Hamás contra Israel, que causó un importante número de víctimas civiles y el secuestro de rehenes.
Posteriormente, Israel lanzó ataques de represalia contra la Franja de Gaza, caracterizados por un alto grado de brutalidad y un número considerable de víctimas civiles, especialmente mujeres y niños. Estas acciones constituyen inequívocamente violaciones de los derechos humanos y crímenes contra la humanidad, y carecen de toda justificación.
Pero al mismo tiempo, la aplicación por parte de Israel de los principios de la "lex talionis" (un principio que se desarrolló al principio del derecho babilónico y que estipulaba que el castigo infligido debía corresponder en grado y especie a la ofensa del malhechor, como ojo por ojo, diente por diente) tuvo como resultado lo que se describe como un genocidio generalizado y unas condiciones de vida brutales para los residentes de Gaza.
Tanto el ataque de Hamás como la respuesta de Israel se caracterizan como acciones fuera del marco de los métodos humanitarios aceptados para resolver conflictos políticos.
Posteriormente, entra en juego el panorama geopolítico y, aunque la magnitud de las acciones de Israel es significativamente mayor, la evaluación de la situación en la Franja de Gaza no depende únicamente de ello, sino más bien de las tendencias geopolíticas subyacentes.
Los acontecimientos en Israel, incluido el ataque de Hamás y la respuesta de Israel, han dado lugar a una confrontación más amplia entre Occidente y el mundo islámico. Este enfrentamiento se deriva de lo que se considera un apoyo incondicional y unilateral a Israel a pesar de la naturaleza explícita de los crímenes cometidos contra la población civil en Gaza.
El mundo islámico se presenta como un polo distinto que se enfrenta a las acciones de Israel en Gaza y en los territorios palestinos más amplios sin tener en cuenta las injusticias a las que se enfrentan los palestinos que fueron desplazados de sus tierras para vivir en zonas pobres y aisladas.
La unidad del mundo islámico se ha vuelto innegable, y la cuestión palestina sirve como fuerza unificadora que reúne a suníes, chiíes, turcos e iraníes, así como a facciones implicadas en conflictos internos en Yemen, Siria, Irak y Libia.
Este asunto tiene una relevancia directa para países como Pakistán, Indonesia, Malasia y Bangladesh.
Además, los musulmanes que residen en los Estados Unidos de América, Europa, Rusia y África no pueden permanecer indiferentes. En particular, a pesar de sus disparidades políticas, los palestinos de Gaza, Cisjordania y la región del río Jordán están unidos en un esfuerzo colectivo para salvaguardar su dignidad.
La unidad del mundo islámico se ha hecho innegable, y la cuestión palestina sirve como fuerza unificadora que reúne a suníes, chiíes, turcos e iraníes, así como a facciones implicadas en conflictos internos en Yemen, Siria, Irak y Libia.
La causa palestina y Estados Unidos
En las últimas décadas, Estados Unidos ha logrado impedir que los musulmanes se unieran en torno a la cuestión palestina y les ha animado a normalizar sus relaciones con Israel.
Pero tales intentos ya no tienen éxito. Todos estos esfuerzos han resultado inútiles en las últimas semanas, ya que continúa el apoyo inequívoco a Israel. La matanza masiva de civiles por parte de Israel en Gaza, presenciada por toda la comunidad mundial, está obligando al mundo islámico a dejar a un lado sus diferencias internas y contemplar la posibilidad de una confrontación directa con Occidente.
Israel, al igual que Ucrania, no es más que un instrumento de la prepotente y despiadada hegemonía occidental. No rehúye los actos criminales ni la retórica y las acciones racistas.
Sin embargo, la raíz del problema no reside en Israel en sí, sino en su papel como instrumento geopolítico en el marco de un mundo unipolar. Esto coincide precisamente con lo que el presidente Vladimir Putin articuló recientemente cuando se refirió a la red de hostilidad y conflictos tejida por "arañas", una metáfora de los globalistas que emplean tácticas colonialistas basadas en el principio de "divide y vencerás".
Para contrarrestar eficazmente a quienes se esfuerzan desesperadamente por preservar el mundo unipolar y el dominio occidental, es crucial comprender la esencia de su estrategia. Armados con esta comprensión, podemos construir conscientemente un modelo alternativo para hacer frente a esta agenda, avanzar con confianza y unirnos hacia el establecimiento de un mundo multipolar.
El actual conflicto en la Franja de Gaza y en Palestina en su conjunto plantea un desafío directo no sólo a grupos específicos o incluso a los árabes en general, sino a todo el mundo islámico y a la civilización islámica. Cada vez es más evidente que Occidente ha entrado en una confrontación con el propio islam, una realidad ahora reconocida por muchos.
Necesidad colectiva de defender a las naciones musulmanas del maltrato
Desde naciones como Arabia Saudí, Turquía, Irán y Pakistán hasta regiones que abarcan desde Túnez hasta Bahrein, desde salafistas hasta suníes y sufíes, pasando por diversas facciones políticas dentro de Palestina, Siria, Libia y Líbano, así como la división entre chiíes y suníes, existe una necesidad colectiva de defender la dignidad de la civilización islámica. Ésta se afirma como una civilización soberana e independiente que rechaza cualquier maltrato.
La mención de Erdogan a la yihad como respuesta al conflicto sirve para recordar las Cruzadas históricas, pero esta analogía no capta plenamente la esencia de la situación actual. La globalización occidental moderna se ha desviado significativamente de la civilización cristiana, habiendo cortado muchas conexiones con la cultura cristiana en favor del materialismo, el ateísmo y el individualismo.
El cristianismo tiene poco que ver con las ciencias materiales o el sistema socioeconómico impulsado principalmente por el beneficio, y desde luego no respalda la legalización de las desviaciones o el abrazo de la patología como norma, ni la inclinación hacia una existencia posthumana, un concepto promovido con entusiasmo por el filósofo posthumanista israelí Yuval Harari.
Occidente, en su forma contemporánea, representa un fenómeno anticristiano, carente de cualquier conexión con los valores del cristianismo o el abrazo de la cruz cristiana. Es esencial reconocer que cuando el mundo islámico choca con Occidente, no está entablando un conflicto con la civilización de Cristo, sino con una civilización anticristiana, que puede denominarse la civilización del Anticristo.
Rusia, como actor global importante, está activamente comprometida en una guerra con Occidente en el suelo de Ucrania.
Desgraciadamente, debido a la influencia de la propaganda occidental, muchos países islámicos no han comprendido del todo las razones subyacentes, los objetivos y la naturaleza de este conflicto, percibiéndolo a menudo como una mera disputa regional. Sin embargo, dado que la globalización afecta directamente a los musulmanes de todo el mundo, la operación militar especial de Rusia en Ucrania adquiere un significado muy diferente.
En última instancia, significa un choque entre un mundo multipolar y otro unipolar, es decir, esta guerra sirve a los intereses no sólo de Rusia como polo global, sino indirectamente, o incluso directamente, de todos esos polos. China está bien equipada para comprender esto, y dentro del mundo islámico, Irán se encuentra entre los que pueden captar esta perspectiva.
Cabe destacar que la conciencia geopolítica ha aumentado rápidamente en otras sociedades islámicas, como en el Reino de Arabia Saudí, Egipto, Turquía, Pakistán e Indonesia. Esto ha dado lugar a iniciativas como la reconciliación entre Arabia Saudí e Irán y la búsqueda de una política soberanista por parte de Turquía.
La matanza masiva de civiles por parte de Israel en Gaza, presenciada por toda la comunidad mundial, está obligando al mundo islámico a dejar de lado sus diferencias internas y contemplar la posibilidad de una confrontación directa con Occidente.
Los motivos rusos y el espectro de la Tercera Guerra Mundial
A medida que el mundo islámico se reconoce cada vez más como un polo destacado y una civilización unificada, los motivos de las acciones rusas se hacen más evidentes y comprensibles.
El presidente Vladimir Putin ya ha adquirido renombre internacional y goza de una importante popularidad en todo el mundo, especialmente en los países no occidentales. Esta popularidad confiere un significado preciso y una justificación clara a sus decisiones estratégicas.
En esencia, Rusia está combatiendo enérgicamente la unipolaridad, lo que se traduce en una lucha más amplia contra la globalización y la influencia hegemónica occidental. En la actualidad, somos testigos de cómo Occidente, que a menudo opera a través de su apoderado, Israel, ataca al mundo islámico y somete a los palestinos a un genocidio.
Esto significa que el momento del Islam está llegando en medio de esta guerra entre los musulmanes y la hegemonía occidental que podría estallar en cualquier momento. Por lo que sé de los israelíes, no cabe duda de que no pararán hasta eliminar a los palestinos.
"La guerra parece ahora verdaderamente global a escala de tablero". En este caso, ante todo, el mundo islámico cuenta con aliados objetivos, como Rusia, así como China, que tiene que resolver pronto el problema de Taiwán. Es probable que con el tiempo surjan gradualmente otros frentes.
La cuestión que se plantea aquí es si esto podría conducir al estallido de una tercera guerra mundial. Parece muy probable y, en cierto sentido, ya está en marcha.
Para que la guerra se intensifique a escala mundial, es imprescindible que exista una masa crítica de contradicciones no resueltas que requieran una resolución militar. Esta condición se ha cumplido. Las potencias occidentales no muestran ninguna inclinación a ceder voluntariamente su dominio, y los nuevos polos, las civilizaciones independientes emergentes y las extensas regiones ya no desean aceptar este dominio ni tolerarlo.
Además, ha quedado demostrado el fracaso de Estados Unidos y del Occidente colectivo en general para ser los líderes de la humanidad sin abandonar las políticas que incitan y alimentan nuevos conflictos y guerras.
Hay que ganar la guerra inevitable.
En la actualidad, somos testigos de cómo Occidente, que a menudo opera a través de su apoderado, Israel, ataca al mundo islámico y somete a los árabes palestinos a un genocidio. Esto significa que está llegando el momento del Islam, en medio de esta guerra entre los musulmanes y la hegemonía occidental que podría estallar en cualquier momento.
Trump contra Biden
En última instancia, ¿qué papel desempeña el ex presidente estadounidense Donald Trump en la escalada de enfrentamientos entre el islam y Occidente? El presidente Joe Biden defiende incondicionalmente la globalización, se opone a Rusia y apoya fervientemente la unipolaridad.
Esto explica precisamente su inquebrantable respaldo al nuevo régimen nazi de Kiev y su completa exoneración de Israel de sus acciones, incluido el genocidio directo.
La posición de Trump, sin embargo, es diferente. Encarna una perspectiva nacionalista clásica, dando prioridad a los intereses de Estados Unidos como nación frente a los planes precipitados de dominación mundial.
En cuanto a las relaciones con Rusia, Trump muestra indiferencia, centrándose más en cuestiones de comercio y competencia económica con China. Sin embargo, al mismo tiempo está sometido y totalmente influido por el potente lobby sionista dentro de Estados Unidos.
Por lo tanto, la inminente guerra entre Occidente y el islam no debería afrontarse con complacencia, no sólo desde la perspectiva occidental sino también desde la republicana en general.
En este contexto, si Trump volviera a asumir la presidencia, podría disminuir el apoyo a Ucrania, una preocupación crucial para Rusia. Sin embargo, podría adoptar un enfoque aún más estricto hacia los musulmanes y los palestinos, superando posiblemente la severidad de las políticas de Biden.
El realismo es imperativo y debemos prepararnos para un conflicto desafiante, serio y prolongado en el horizonte.
Es importante darse cuenta de que no se trata de un conflicto religioso, sino de la guerra de un impostor materialista y ateo contra todas las religiones tradicionales. Esto significa que podría estar llegando el momento de la batalla definitiva.
Biden defiende incondicionalmente la globalización, se opone a Rusia y apoya fervientemente la unipolaridad. La posición de Trump, sin embargo, es diferente. Encarna una perspectiva nacionalista clásica, que da prioridad a los intereses de Estados Unidos como nación frente a los planes precipitados de dominio mundial.
El espectro de la guerra nuclear y la muerte del sistema unipolar
¿Se encamina el conflicto inminente hacia una guerra nuclear? Esta perspectiva no puede descartarse, sobre todo teniendo en cuenta el uso potencial de armas nucleares tácticas.
Es improbable que las naciones que poseen capacidades nucleares estratégicas, como Rusia y los países de la OTAN, recurran a su uso, dadas las implicaciones catastróficas para la humanidad.
Sin embargo, teniendo en cuenta la posesión de armas nucleares por parte de Israel, Pakistán y, posiblemente, Irán, no escapa a la posibilidad de que se utilicen en contextos localizados.
¿Cómo será la configuración del orden mundial durante esta inminente confrontación?
No existe una respuesta preparada a tal pregunta. Sin embargo, una cosa puede descartarse definitivamente, y es el establecimiento de un sistema mundial robusto, estable y unipolar, un concepto defendido fervientemente por los partidarios de la globalización.
Independientemente de las circunstancias concretas, un mundo unipolar es una imposibilidad. El mundo será multipolar o inexistente. Cuanto más firme sea la determinación de Occidente de mantener su dominio, más feroz será probablemente la batalla subsiguiente, que podría desembocar en una tercera guerra mundial.
La multipolaridad no surgirá espontáneamente. Ahora bien, hay un proceso crucial de reagrupamiento en marcha dentro del mundo islámico. Si los musulmanes pueden unificarse contra un adversario común formidable, el surgimiento de un polo de poder islámico se hace viable.
En mi opinión, el restablecimiento de Bagdad y de su papel central en Irak podría presentar una resolución ideal. Irak es el punto de convergencia de varias corrientes importantes de la civilización islámica, como árabes, suníes, chiíes, sufíes, salafíes, indoeuropeos, kurdos y turcos. Bagdad, en particular, ha sido históricamente un centro donde prosperaron las ciencias, la educación religiosa, la filosofía y los movimientos espirituales.
No obstante, esta proposición sigue siendo especulativa. No obstante, es evidente que el mundo islámico necesitará una base unificadora o un terreno común.
Bagdad podría servir potencialmente como esta plataforma o como punto de equilibrio. Sin embargo, para que esta visión se materialice, Irak debe liberarse primero de la presencia de las fuerzas estadounidenses.
Parece que cada polo de poder debe afirmar su derecho a la existencia a través del conflicto. Rusia, una vez obtenida la victoria en Ucrania, se convertirá en un polo plenamente soberano. Del mismo modo, una vez resuelta la cuestión de Taiwán, China se establecerá como un polo importante.
El mundo islámico, por su parte, insiste en una resolución justa del problema palestino.
La evolución no se detendrá ahí; con el tiempo, los papeles de India, África y América Latina, que actualmente se enfrentan cada vez más a las nuevas fuerzas de la colonización, también adquirirán importancia.
En consecuencia, todos los polos del mundo multipolar tendrán que sortear sus propios retos y pruebas.
Con el tiempo, los papeles de India, África y América Latina, que en la actualidad se enfrentan cada vez más a las nuevas fuerzas de la colonización, también llegarán a ser significativos. En consecuencia, todos los polos del mundo multipolar tendrán que navegar por sus desafíos y pruebas únicos.
El multipolarismo es probable
Es posible que asistamos a un retorno parcial al orden mundial que prevalecía antes de Cristóbal Colón, en el que coexistían varios imperios junto a Europa Occidental.
Estos imperios incluían el chino, el indio, el ruso, el otomano y el persa, junto con robustos estados independientes en el sur de Asia, África, América Latina e incluso Oceanía. Cada una de estas entidades tenía sus propios sistemas políticos y sociales, que los europeos equipararon más tarde con la barbarie y el salvajismo.
Por consiguiente, el multipolarismo es totalmente plausible, como era el caso de la humanidad antes de la aparición de la política imperial global occidental en la era moderna.
Esto no implica el establecimiento inmediato de la paz mundial; sin embargo, un sistema mundial multipolar de este tipo sería intrínsecamente más justo y equilibrado.
Todos los conflictos se abordarían desde una postura justa y colectiva, en la que la humanidad estaría protegida de injusticias raciales similares a las presenciadas en la Alemania nazi, el Israel contemporáneo o el dominio agresivo del Occidente global.

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