Opinión

Cambio climático: un intento de análisis lógico

Administrator | Miércoles 08 de noviembre de 2023
Luca Busca
Hablar hoy de cambio climático puede parecer anacrónico, dado que el alarmismo sobre el calor del verano ha sido abandonado en favor de la mucho más real de las dos guerras en curso, aunque una de ellas ya parezca olvidada. En realidad, discutirlo con una mente "tibia", de hecho, el gran frío que ya ni siquiera nos toca en enero aún está lejos, puede ayudar a analizar las cosas con una lógica menos visceral que la que caracterizó el debate de verano. Esta disputa se caracteriza, como viene siendo habitual desde hace algún tiempo, por la clara división en dos facciones: la de la Verdad absoluta dictada por la ciencia dogmática, por un lado, y la de los terraplanistas, teóricos de la conspiración y negacionistas, por el otro.
Antes de aventurarnos en este intento de análisis lógico es necesario afirmar que, en opinión del autor, el cambio climático es sólo uno de los muchos elementos que componen la más compleja "cuestión ambiental". Con el término "cambio climático" tendemos ahora a limitar el campo de los graves problemas medioambientales al único fenómeno del calentamiento global. Un bombardeo mediático incesante que aprovecha las olas de calor del verano para crear esa atmósfera de emergencia útil para que los regímenes occidentales promuevan una falsa transición ecológica. El único objetivo de este último es promover un sistema económico, el neoliberalismo, que en realidad es la principal causa del ingreso del planeta Tierra al Antropoceno, era en la que los cambios geológicos del mundo son provocados por uno de sus habitantes, el Homo Poco Sapiens.
El "cambio climático", también en opinión del escritor, constituye el arma de distracción masiva con gravísimas consecuencias que el "crecimiento económico" infinito, es decir el cuento de hadas contado por el neoliberalismo para promover la acumulación, incluso infinita, de capital, ha tenido. el equilibrio natural del planeta. El Antropoceno define al Homo Poco Sapiens como una potencia geológica capaz de modificar incluso de forma irreversible la dinámica geomorfológica. También en virtud del crecimiento exponencial de la población, el hombre ha adquirido la capacidad de transformar el medio ambiente. De hecho, Gaia se encuentra ahora aplastada bajo el peso de un consumo de recursos que supera claramente su capacidad para regenerarlos.
Las técnicas de extracción de recursos son cada vez más invasivas, como en el caso del "fracking", gracias al cual regiones enteras del planeta han sido destruidas, empezando por Alberta en Canadá. Los desechos de ocho mil millones de personas, en gran parte tóxicos, asfixian inmensas áreas de tierra y mar. La deforestación y la excesiva construcción están cambiando la morfología y la geología de nuestro mundo. La contaminación del aire, el suelo y las aguas subterráneas está cambiando la genética humana mucho más rápidamente de lo habitual. Prueba de ello es el enorme aumento de la incidencia de tumores en la población urbana, a pesar del claro descenso del consumo de alcohol y tabaco, que hasta ahora se consideraban las principales causas del desarrollo de estas patologías. La biodiversidad terrestre y marina está seriamente amenazada por la sobreexplotación de estos ecosistemas.
Por lo tanto, el “cambio climático”, a la luz de todos los demás factores, no es más que una trampa bien pensada en la que ha caído de frente la vasta zona de la disidencia. En lugar de ampliar el debate a todos los factores de la cuestión medioambiental, la oposición ha preferido atrincherarse en posiciones que van desde el negacionismo hasta la teoría de la conspiración. De esta manera proporcionó a las fuerzas liberales la posibilidad de etiquetar cualquier forma de espíritu crítico como anticientífica. Ahora la disputa se centra exclusivamente en cuál verano fue el más caluroso del último siglo, mientras el neoliberalismo sigue constituyendo el único sistema económico posible, pese a representar el principal motor del Antropoceno.
Teniendo en cuenta todo esto, podemos proceder con el intento de análisis lógico. El primer paso es sencillo, sólo hay dos posibilidades: el cambio climático existe o no existe. Es una elección sencilla porque una posición excluye categóricamente a la otra. No es casualidad que se aporten razones al menos cuestionables en apoyo de ambas tesis. Un estudio encontró que el 96% de los científicos están a favor de la primera hipótesis y esto sería suficiente para demostrar su exactitud. Si la ciencia funcionara de esta manera, la Tierra seguiría siendo plana y el Sol iría y vendría alrededor de ella. La teoría de la relatividad de Albert Einstein sería considerada herética y la física cuántica, que ha desmentido algunas de sus intuiciones, sería un cuento de hadas de los hermanos Grimm.
Además, el aumento de los fenómenos extremos constituiría, también según la verdad científica, otra prueba definitiva de la existencia del cambio climático. La otra parte objeta, citando ejemplos del pasado cercano y lejano, que superan los récords de temperatura, precipitaciones y CO 2 en la atmósfera, registrados en otro verano más caluroso jamás registrado. Ambas partes olvidan que los fenómenos extremos de hoy causan muchos más daños que en el pasado cercano y lejano, debido a algunos factores antropocenos como la deforestación, la sobreconstrucción, el desvío de cursos de agua, etc.
Cualquiera que sea la elección, es necesaria una mayor coherencia. En primer lugar, si el planeta se está calentando, sólo se puede detectar por las temperaturas medias y no por los picos de calor. Si quisiéramos promover una especie de estancamiento en el cambio de temperatura, es necesario refutar los datos que llegan de varios lugares del mundo con aumentos progresivos en los últimos años. Cada uno puede hacer sus propios experimentos, el mío se basa en la detección de las temperaturas mínimas, máximas y medias de cada día de los años 1974 y 2022 en la zona de Roma Eur. Obteniendo las medias anuales se puede estimar la diferencia de temperatura real. Se descubrió que las mías aumentaron en 2022 en comparación con 1974 en 2,54 o 2,38 grados para las temperaturas medias anuales. La pequeña diferencia se debe a un método de cálculo diferente. La mínima media fue superior en 2022 en 2,16 grados mientras que la de la máxima fue de 2,62. (Fuente ilmeteo.it/archivio-meteo/Roma).
A primera vista, puede parecer pequeño en comparación con la percepción de 48 grados que los principales medios de comunicación anuncian cada verano. En realidad, un aumento de dos grados y medio en cuarenta y ocho años es una tragedia. El punto es que para tener datos confiables necesitaríamos hacer el mismo trabajo para todos los años y calcular la constante de aumento. Luego, el estudio debería replicarse al menos en todas las capitales regionales para evaluar el cambio en Italia. Luego Europa y así sucesivamente para tener una imagen global fiable. La mayoría de los estudios realizados en este sentido parecen apoyar la tesis del calentamiento global. Sin embargo, en 2016, un estudio de Valentina Zarkhova, presentado en el "Encuentro Nacional de Astronomía" en Llandudno, aseguraba que entre 2030 y 2040 viviremos una pequeña edad de hielo. El fenómeno se debería a una "siesta" temporal del Sol. ( huffingtonpost.it-2016-il-sole-dormira )
La tesis de la Edad del Hielo también ha encontrado otros partidarios y otras responsabilidades. Entre ellos destaca el AMOC, el fenómeno de las corrientes de agua cálida en el Atlántico que, si son particularmente intensas, provocan el derretimiento del hielo en proporciones tales que pueden enfriar todo el océano y, en consecuencia, el planeta. Luego está también el de las excesivas erupciones volcánicas que, al filtrar los rayos del sol, enfrían el planeta. Hace unos años también salió un estudio, que lamentablemente no puedo encontrar, basado en una recopilación de datos sobre la caída de las temperaturas en varios puntos del mundo. Entonces, si realmente se quiere abrazar la tesis del negacionismo sobre el calentamiento global, al menos hacerlo con pleno conocimiento de los hechos, inclinándose hacia un cambio diferente, porque el clima en la Tierra nunca ha sido estático. Finalmente, en aras de la coherencia, si se quiere negar el cambio climático no se puede creer en la conspiración de los chemtrails, que es precisamente para lo que deberían utilizarse.
Si en cambio nos inclinamos por la primera opción, el cambio climático existe, se abren dos nuevas posibilidades: son principalmente de origen antrópico y en parte natural; son exclusivamente de origen natural con relativa negación de las responsabilidades humanas. Incluso en este caso la lógica requiere un mínimo de coherencia. Si se elige la segunda hipótesis, no se puede atacar a los chemtrails y a la geoingeniería ya que desde todo punto de vista representan fenómenos de claro origen antrópico y por tanto niegan la negación, es decir, terminarían afirmando esas responsabilidades humanas en este sentido con el clima.
Por tanto, una vez aceptado el origen antrópico del cambio climático, conviene evaluar la incidencia de los chemtrails (condensación para los incrédulos) frente a otros factores de contaminación atmosférica, como los residuos industriales, sólidos, líquidos y gaseosos, la incineración de residuos, los gases de escape de todos los aviones y aviones de carga, los de los automóviles, los sistemas de calefacción y aire acondicionado en las grandes concentraciones urbanas. La misma valoración cabe hacer respecto de la drástica disminución de la capacidad de los grandes bosques para regenerar el correcto equilibrio de los gases que componen la atmósfera, debido a la deforestación. Los chemtrails son un fenómeno necesariamente bien localizado con una influencia limitada en el tiempo y el espacio. Incluso si tomamos las teorías de la conspiración al pie de la letra, representarían una gota en el mar de basura que continuamente se vierte en nuestra atmósfera.
Lo mismo ocurre con este maldito CO2 2 en el que se centra todo el debate medioambiental. Por un lado, la ciencia dogmática de la falsa transacción ecológica neoliberal se dedica, casi exclusivamente, a calcular las toneladas de dióxido de carbono antropogénico que se reducirán en los próximos "x" años. Calculo que esto se lleva a cabo mientras continuamos sobreconstruyendo, deforestando, recuperando, quemando combustibles fósiles y desechos en general para apoyar la economía. El resultado es un aumento constante de toneladas que se irán reduciendo con el paso de los años. Desafortunadamente, el hecho es que el CO22 producido por el hombre distorsiona el equilibrio que a la naturaleza le resulta difícil crear. El dióxido de carbono, entre sus múltiples propiedades, tiene la de refractar el calor solar emitido por el suelo, creando el famoso efecto invernadero y también la de acidificar las aguas de los mares.
La ciencia del axioma neoliberal centra la atención de la opinión pública en el CO22 porque según sus "expertos" es el único factor que puede resolverse sin alterar sustancialmente los preceptos económicos neoliberales. Por tanto, el objetivo es contener las emisiones de dióxido de carbono sustituyendo todo el parque de vehículos por motores eléctricos. Los "expertos" parecen no darse cuenta de que la producción de vehículos nuevos y el mantenimiento del mercado del automóvil en niveles aceptables de crecimiento darán como resultado más emisiones que las producidas por los gases de escape de los viejos motores de combustible.
Por otra parte, los negacionistas del origen antrópico alaban el CO2, sin el cual las plantas no realizarían la fotosíntesis de clorofila. Gracias a él se puede extraer hasta la última gota de petróleo de pozos casi extintos (EOR, Enanched Oil Recovery). El dióxido de carbono también es un excelente fertilizante, se utiliza en procesos de descafeinado y, sobre todo, hace agradable el vino espumoso y el champán. Desafortunadamente, los fanáticos del dióxido de carbono olvidan que si el hombre continúa talando árboles, el CO22 suficiente para la fotosíntesis de la clorofila será el que producirá Coca Cola para sus bebidas carbonatadas.
Los negacionistas antropogénicos más atentos no se limitan a cuestionar los daños causados ​​por el CO22 sino que sostienen que el cambio climático se debe a factores naturales mucho más influyentes que el efecto invernadero. Entre ellas, la más popular, y con razón, es la actividad solar. En segunda posición sigue la inclinación del eje terrestre. En este último caso, sin embargo, estudios recientes han identificado un origen antrópico en el movimiento anual del eje terrestre de 4,36 cm, debido a la explotación excesiva de las reservas de agua subterránea para el riego agrícola. Por último, están las erupciones volcánicas, los terremotos y todos aquellos fenómenos vinculados a las corrientes marinas y atmosféricas que pueden provocar eventos particulares como "El Niño".
Para quienes niegan los orígenes antrópicos, no existen fenómenos extremos. Cada temperatura, por muy alta que sea, ya ha sido registrada previamente, así como precipitaciones atmosféricas, huracanes, tornados, tormentas, olas anormales, desbordamientos de cursos de agua, inundaciones, etc. Ninguna de las partes parece darse cuenta de que los fenómenos extremos, incluso con la misma intensidad, causan mucho más daño que hace unas décadas.
Los "expertos" de la ciencia dogmática, demasiado centrados en culpar exclusivamente al cambio climático, hacen un tonto tras otro. Los negacionistas del origen antrópico, demasiado ocupados intentando encontrar un precedente igualmente intenso, se escudan en el miedo de tener que perder algún privilegio personal, desde un coche privado hasta unas vacaciones poco inteligentes. Por tanto, ambos frentes están completamente ciegos a la interacción de los distintos factores del Antropoceno, gracias a los cuales un simple deslizamiento de tierra se convierte en una catástrofe porque ya no hay árboles que sostengan el suelo. Ríos de lodo invaden aldeas que han sobrevivido ilesas a anteriores fenómenos extremos durante más de un milenio. Las actividades industriales y artesanales están siendo arrasadas porque se construyen donde no deberían estar. Las personas mueren abrumadas por fenómenos extremos, aunque ya se han registrado varias veces en el pasado en las que no murió nadie.
En conclusión, se pueden sostener tres tesis respecto del cambio climático:
  • No existe, el clima es estable y no ha sufrido cambios significativos en los últimos años.
  • Existen pero son generados exclusivamente por factores naturales y la actividad humana no influye sobre ellos.
  • Existen y son generados por la actividad humana y factores naturales.
  • Cada uno es libre de adoptar la teoría que mejor se adapte a su propio pensamiento, siempre que mantenga su propia coherencia lógica y se quite la venda. Por ejemplo, si se cree en la conspiración de los chemtrails, la única tesis sostenible es la tercera, incluso si es la que prevalece entre los presuntos autores de la conspiración. Los otros dos, de hecho, excluyen categóricamente la influencia de las estelas de vapor en el cambio climático. Además, independientemente de la teoría adoptada, la coherencia y la lógica exigen el reconocimiento de todos los demás factores del Antropoceno como justificación del mayor daño causado por los eventos extremos.
    Ya sea el silogismo aristotélico o la dialéctica de las tesis, antítesis y síntesis adoptadas primero por Sócrates y luego por Fichte, en lógica elemental si independientemente de la tesis elegida (1, 2 o 3) sobre el cambio climático, el producto sigue siendo el mismo, el Antropoceno en su conjunto de factores, la síntesis sólo puede ser la existencia de una cuestión ambiental acuciante. Repitiendo el proceso: si hay una cuestión medioambiental y el poder actual se compromete a centrar la atención en el cambio climático, ocultando los demás factores detrás de la propaganda mediática, es bastante obvio que está ocultando sus responsabilidades. Finalmente, el último paso, si los resultados de la lucha contra el cambio climático, con la reducción de las emisiones de CO2, son tan infructuosos, a pesar del compromiso de los gobiernos nacionales y de las instituciones europeas y globales, se deduce que el sistema adoptado, el neoliberalismo, es incompatible con la cuestión medioambiental, aunque se limite únicamente al cambio climático.
    Por lo tanto, querida disidencia en todas sus formas expresadas hasta ahora, es completamente inútil luchar contra enemigos imaginarios y cambiantes, arremetiendo según el momento contra un régimen mientras apoyamos a otro. Sólo hay un enemigo y es el sistema económico neoliberal que gobierna el mundo y que, para ello, necesita crecer constantemente, abrir nuevos mercados y aumentar el consumo. El resultado de estas políticas económicas sólo puede ser un impacto cada vez mayor en todos los factores del Antropoceno. Pensar en detener esta devastación sin crear un sistema económico alternativo y antagónico al neoliberal es un espejismo en el desierto del pensamiento crítico.

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