Militares

Agustín Muñoz-Grandes Galilea

Yolanda Capitán | Viernes 25 de mayo de 2012

Digna continuidad a una ascendencia militar incontestable

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(...) A raíz del “caso Mena”, Muñoz-Grandes también quiso dejar constancia escrita del desencanto militar que producía aquella desproporcionada reacción política ante un discurso plenamente constitucional que, incluso, seguía el tono discursivo ya marcado por el propio ministro socialista de Defensa, José Bono, inductor no obstante de una nueva “caza al militar” desatada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Se concretó en la siguiente carta abierta publicada en el diario “ABC” (11/01/2006) con el título “La Hermandad de Veteranos rompe su silencio”: El estilo tradicional de la Hermandad que tengo el honor de presidir ha sido eludir el protagonismo que puede proporcionar la emisión en los medios de juicios inmediatos sobre hechos que tienen una especial resonancia antes de disponer de la información precisa para hacer una valoración acertada. Pero en el caso del general Mena y ante el aluvión de opiniones que se están emitiendo, pienso que el silencio puede ser mal interpretado y que los casi cuarenta mil socios de nuestra Hermandad (militares retirados y en reserva, viudas y huérfanos) esperan oír la voz de su presidente. Así lo hago, con la convicción de que mi opinión coincide con la de la gran mayoría de ellos...



 

Digna continuidad a una ascendencia militar incontestable

AGUSTÍN MUÑOZ-GRANDES nació el 12 de septiembre de 1935 en Sigüenza (Guadalajara), marcado por la gran personalidad militar de su progenitor, el general falangista Agustín Muñoz Grandes, del que fue hijo único.

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El general Muñoz Grandes ostentó el rango efectivo de capitán general en el régimen franquista, ocupando también en 1962 una vicepresidencia del Gobierno, hasta entonces inédita y creada por Franco a su exclusiva medida, reconociendo de esa forma que era el miembro del generalato al que más respetaba y marcando con ello una notable distancia de superioridad sobre el resto de sus compañeros. Su posición personal propició que se alteraran las condiciones del acceso a la carrera militar de forma coyuntural para facilitar el ingreso de su hijo en la Academia General Militar el 23 de julio de 1951, contando tan sólo con 15 años de edad.

Gracias a tan precoz ingreso, tras dos años de caballero cadete en Zaragoza y otros dos como alférez cadete en la Academia de Infantería de Toledo, Agustín Muñoz-Grandes Galilea obtuvo su despacho de teniente el 15 de diciembre de 1955, con apenas 20 años de edad. A este respecto, todavía se recuerda en los círculos militares como el profesorado sobrevaloró su clasificación en el Arma de Infantería con objeto de que también alcanzara el número uno de la X Promoción de la AGM, a la que pertenecía. Dicha distinción le fue arrebatada al artillero Javier Pardo de Santayana, cuyos hermanos José Ramón y Fernando ya la habían obtenido años antes, en las promociones III y VII respectivamente.

En 1962, Muñoz-Grandes ascendió a capitán, empleo en el que obtuvo el diploma de Estado Mayor del Ejército (1964) y con el que, el 30 de julio de 1965, contrajo matrimonio con María Eugenia López Satrústegui. La ceremonia fue oficiada por el entonces vicario general castrense, doctor Alonso Muñoyerro, y contó con una espectacular presencia de militares del más alto rango como testigos (Camilo Menéndez Tolosa, ministro del Ejército; Luis del Amo Peris, capitán general de Cataluña; Ramón Rodríguez Vita, capitán general de Baleares; Ángel Rodríguez de Cartagena, capitán general de la VIII Región Militar y el teniente general Miguel Rodrigo). Tras doce años de servicio como capitán, ascendió a comandante en noviembre de 1974.

Durante sus primeros empleos militares estuvo destinado en unidades operativas (Fuerzas Regulares de Infantería “Tetuán” nº 1, Brigada de Infantería DOT nº 7, Unidad de Helicópteros Canarias-Sáhara nº 11…). Posteriormente se integró en el Gabinete del Vicepresidente para Asuntos de la Defensa, donde manifestó alguna opinión disconforme (compartida por otros compañeros de armas) con la reforma militar desarrollada por su titular, el general Gutiérrez Mellado. A continuación se trasladó a la Academia Especial Militar.

En junio de 1979, fue nombrado ayudante de campo del rey Juan Carlos, destino en el que vivió los acontecimientos del 23-F. El historiador Ricardo de la Cierva relató en si libro “El 23-F sin máscaras” el precipitado apoyo que Muñoz-Grandes dio entonces a la propuesta oficiosa de la Junta de Jefes de Estado Mayor (JUJEM) para que Su Majestad declarase el “estado de guerra” ante la confusa situación creada por aquellos acontecimientos, lo que concitó alguna reacción airada de Doña Sofía y, al parecer, una animadversión personal contra el edecán real no superada fácilmente.

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El 4 de julio de 1983 Muñoz-Grandes cesó como ayudante militar de Su Majestad, momento en el que fue nombrado jefe de Estado Mayor de la Brigada Acorazada nº 12, adscrita a la División Acorazada “Brunete” y acuartelada en El Goloso (Madrid). En agosto de 1985 ascendió a coronel, manteniéndose en el destino hasta que en octubre de 1986 fue designado coronel-jefe del II Tercio de la Legión “Duque de Alba”, acuartelado en Ceuta. El 3 de agosto de 1988 fue promovido a general de brigada, iniciando los ascensos al generalato de la X Promoción de la AGM.

Con ese empleo estuvo destinado primero en el Estado Mayor del Ejército y a continuación, desde el 11 de mayo de 1989, en el Estado Mayor Conjunto (EMACON) como jefe de la División de Planes y Organización. El 5 de diciembre de 1991 fue ascendido a general de división, siendo puesto el 7 de febrero de 1992 al frente de la recién constituida Fuerza de Acción Rápida (FAR), unidad de élite dependiente orgánicamente del JEMAD y funcionalmente del Mando Operativo Terrestre.

Tras protagonizar un incidente con el general francés Phillippe Morillon, que mandaba las Fuerzas de Protección de Naciones Unidas (UNPROFOR) destacadas en la antigua Yugoslavia, en las que se integraban unidades españolas de las FAR, Muñoz-Grandes abandonó su jefatura, siendo puesto al frente de la División Acorazada “Brunete” el 10 de septiembre de 1993.

Apenas un año más tarde, el 14 de mayo de 1994, fue promovido a teniente general y designado al mando de la II Región Militar con sede en Sevilla. En la primavera de 1997 se citó su nombre como candidato para ocupar la jefatura del Estado Mayor del Ejército en sustitución del general Faura, nombramiento que no llegó a producirse por dos motivos: la connotación franquista de su apellido y el recelo de otros compañeros de armas a los que en varias ocasiones ya había desplazado en la consecución de otros destinos emblemáticos para los que se consideraban mejor dotados.

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Agustín Muñoz-Grandes pasó a la situación de reserva en septiembre de 1998, momento en el que decidió donar toda la documentación y archivos históricos de su padre a la Fundación Francisco Franco. Su respeto por esta figura militar quedó patente con las palabras que, como número uno y portavoz de la X Promoción de la AGM, pronunció en 1975 con ocasión de su fallecimiento: “Elevemos nuestro más emocionado homenaje a quienes hoy desaparecidos dieron forma y contenido a nuestra vida militar, ya fuera estando a nuestras órdenes o mandándonos con honor y dignidad, desde el simple soldado hasta quien ocupa puesto de honor en nuestras escalillas y quien nos capitaneó durante nuestros primeros 20 años de oficial: el Generalísimo Franco”.

Como Presidente Nacional de la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, y militar constitucionalista, ha sabido ser portavoz de sus afiliados ante situaciones políticas de enorme frustración profesional, manifestando sus mejores sentimientos militares. Véase, como ejemplo, el artículo de opinión que con el título “Confusión” publicó en el periódico “La Razón” (30/12/2004):

Escribir en nombre de una colectividad, grande o pequeña, es siempre arriesgado por el posible fallo de extender a todos los miembros del grupo lo que es un simple sentimiento personal. Y el militar se retrae a hacerlo en un medio de comunicación pública. No es nuestro estilo. Preferimos siempre el “cara a cara” en la soledad de un despacho, sin buscar el aplauso popular.

Sin embargo, esta vez, porque sé que existe un sentir unánime, me voy a atrever a ser la voz de toda la asociación que presido, de la gran familia militar que voluntariamente ha querido agruparse en torno a la Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil, que incluye a los compañeros de armas que se encuentran en las situaciones de reserva o retiro, junto a nuestras viudas y huérfanos, a los que hay que sumar simpatizantes de la vida civil y militares en activo que, como socios protectores, nos prestan su apoyo. En estos momentos rondamos la cifra de 40.000 afiliados.

Son nuestros ideales el amor a España, la fidelidad al Rey y a nuestros Ejércitos, y el respeto a la Constitución. Nuestro deseo, seguir sirviendo a nuestra Patria, porque el juramento que un día prestamos ante nuestra Bandera no se extingue hasta el día de la muerte. Como Soldados de España, seguimos en activo.

Hoy, sinceramente, estamos confusos. Hemos escuchado con atención palabras de nuestro actual Ministro de Defensa que nos han llegado al corazón porque con claridad que no puede dar lugar a falsas interpretaciones, ha defendido en repetidas ocasiones el fundamento de toda nuestra Constitución: la indisoluble unidad de la Nación española y la solidaridad entre todas las gentes y tierras que conforman nuestra Patria, cualquiera que sea el nombre que reciban.

Con esta solemnidad lo establece el artículo 2 de nuestra Carta Magna que, en su artículo 8, define la misión de las Fuerzas Armadas: Garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional.

Recuerdo como a estos dos artículos se refirió con palabras emocionadas, el Ministro en fecha cercana, en el Patio de Armas de la Academia toledana el día de la Patrona de la Infantería, ante testigos de la máxima relevancia, como fueron el Presidente del Gobierno y los Cadetes, nuestros futuros Mandos. Fuerte compromiso el adquirido con plena conciencia por el Ministro, que no me puedo permitir la duda de que cumplirá porque, con independencia de decisiones políticas en las que no quiero entrar, es la línea que marcó en su toma de posesión y que ha reiterado en su reciente viaje a los Balcanes para, en un gesto que le honra, felicitar la Navidades a nuestros soldados destacados en muy duras misiones en las que, siempre, dejan alto el pabellón español. Destaco como punto clave y positivo la frecuencia con la que el Ministro emplea la palabra Patria, en un esfuerzo por rescatar el hermoso y hoy adormecido concepto que encierra, que vemos cómo cultivan con esmero las naciones fuertes de nuestro entorno, precisamente cuando más nos aproximarnos al ilusionante proyecto de una Europa Unida. En todo lo que acabo de reseñar, debe tener el Ministro de Defensa la seguridad de que cuenta con el sólido soporte de los Veteranos, que sabrán siempre anteponer el ideal de España a sus legítimas preferencias políticas personales.

Y de pronto... ¡hay que borrar el letrero que, desde la ladera de la montaña que se eleva sobre la Academia del Talarn, próxima a Tremp, y que recuerda a nuestros futuros Suboficiales, mandos clave por su inmediata proximidad a la tropa, su permanente misión: “A España, servir hasta morir”!

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¿Qué se pretende? ¿Eliminar el nombre de España en tierras catalanas, en esa parte tan querida y admirada de nuestra Patria?... No lo podemos creer. ¿Borrar el “servir hasta morir” al que se han comprometido en solemne juramento los que ostentan el noble título de Soldados de España?... Tampoco puede ser, no encaja para nada en la línea anunciada y que antes he alabado. ¿Borrar todo porque resulta antiestético o porque unas paletadas de cal pueden producir daños ambientales?... Por favor, eso no es serio. ¿Es una cesión ante una petición de los grupos secesionistas?... Sería una inadmisible cobardía, y es mucho lo que nos jugamos. ¿Qué, entonces?...

Sabemos que lo importante es llevar los lemas en el corazón, pero a ello ayuda, y mucho, su exposición pública. Sin duda, tiene que haber una explicación que calme el innecesario malestar que esta decisión ha producido en todos los que hemos vestido uniforme. Estamos deseosos y abiertos a escucharla. Cuanto antes, mejor.

A raíz del “caso Mena”, Muñoz-Grandes también quiso dejar constancia escrita del desencanto militar que producía aquella desproporcionada reacción política ante un discurso plenamente constitucional que, incluso, seguía el tono discursivo ya marcados por el propio ministro socialista de Defensa, José Bono, inductor no obstante de una nueva “caza al militar” desatada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Se concretó en la siguiente carta abierta publicada en el diario “ABC” (11/01/2006) con el título “La Hermandad de Veteranos rompe su silencio”: 

El estilo tradicional de la Hermandad que tengo el honor de presidir ha sido eludir el protagonismo que puede proporcionar la emisión en los medios de juicios inmediatos sobre hechos que tienen una especial resonancia antes de disponer de la información precisa para hacer una valoración acertada.

Pero en el caso del general Mena y ante el aluvión de opiniones que se están emitiendo, pienso que el silencio puede ser mal interpretado y que los casi cuarenta mil socios de nuestra Hermandad (militares retirados y en reserva, viudas y huérfanos) esperan oír la voz de su presidente. Así lo hago, con la convicción de que mi opinión coincide con la de la gran mayoría de ellos.

Tras conocer el pasado 6 de enero que el general Mena, de cuya amistad me honro, podía ser destituido e iba ser llamado a consulta, mantuve con él una corta conversación, para mí totalmente esclarecedora y que resumo en tres puntos.

1. El general había tratado de difundir un mensaje tranquilizador, disipando las inquietudes detectadas en sus subordinados, que creía conveniente exponer con claridad.

2. En ningún momento había incitado a que los Ejércitos pudieran actuar por propia iniciativa, sin acatar la obediencia debida al poder establecido.

3. Nunca puso en duda que quienes tienen la alta responsabilidad de preservar los fundamentos de nuestra Constitución pudieran dejar de cumplir con su deber, recurriendo -si preciso fuera- a todos los instrumentos que el Estado de Derecho pone en sus manos.

Creo por completo al general Mena porque, como gran soldado y español cabal, es sobre todo un hombre de honor.

La Hermandad de Veteranos quiere unirse al mensaje de tranquilidad que él trató de difundir y se opone con firmeza a quienes pretenden descubrir fisuras en el bloque sólido que constituyen nuestras Fuerzas Armadas, integradas en la sociedad a la que pertenecen y defienden, siempre leales a S. M. el Rey y al Gobierno legalmente constituido y bien conocedoras de los límites en los que se enmarca su misión constitucional.

Entiendo que, en estos momentos, todos debemos contribuir a restaurar un clima de confianza. No entro en la valoración de las decisiones que su discurso ha acarreado. Mi general, ten la seguridad que puedes terminar tu servicio activo con tranquilidad de conciencia y la cabeza bien alta. En los duros momentos que estás pasando, desde estas líneas, te envío el abrazo de tus compañeros veteranos, en cuyas filas serás pronto bien acogido.

El general Muñoz-Grandes también se ha pronunciado públicamente en contra de la desnaturalización de las Fuerzas Armadas. Durante las III Jornadas de Cultura de Defensa Nacional organizadas por la Universidad CEU-Cardenal Herrera para analizar la imagen de las Fuerzas Armadas (6 al 9 de noviembre de 2006), y habiendo estado implicada en importantes misiones internacionales, manifestó que “la imagen del Ejército como una especie de ONG, ha generado confusión en torno a su labor en misiones de paz”, poniendo el ejemplo de que "nada más falso que esa imagen de un soldado con una niña en brazos". Muñoz-Grandes precisó a continuación que “el Ejército español, al igual que los otros Ejércitos, se preparan para combatir y, sólo desde esta posición, es posible llevar a cabo misiones de este tipo", ya que "una operación de paz se sabe cómo empieza, pero no cómo termina".

En aquellas mismas Jornadas, que contaron con la colaboración del Ministerio de Defensa y de la Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil, Muñoz-Grandes explicó que las llamadas “misiones de paz” se ponen en marcha con una decisión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. A partir de ese momento, “todo el mundo está de acuerdo cuando se habla de restablecer la paz, pero la cosa se complica cuando se habla de paz ‘justa’, se sigue complicando cuando se trata de sufragar los gastos de la operación y, más todavía, cuando hay que asumir los errores y las bajas producidas en ambos bandos”, afirmó. No obstante, a pesar de esas dificultades, sostuvo que “el Ejército ha de estar allá donde sea necesario para defender la dignidad del ser humano, y por eso merece la pena aceptar el riesgo de ir a lugares remotos con operaciones de interposición, de paz o humanitarias”, añadiendo que “son operaciones que parecen no estar hechas para soldados, pero que sólo ellos pueden realizar”.

En relación con la cohesión social y con la relación entre las Fuerzas Armadas y la sociedad civil, resaltó finalmente la necesidad de restablecer el contacto de los militares con la Universidad, “porque la Universidad tiene el derecho de conocer sus Fuerzas Armadas, para alabarlas o criticarlas”. Al mismo tiempo, recordó que esta relación “terminó oficialmente cuando se suprimió el servicio militar obligatorio que permitió a los universitarios integrarse en el Ejército como alféreces o suboficiales”. Para Muñoz-Grandes es necesario romper con el “mito” de dos entes diferenciados a la hora de hablar de Sociedad y Ejército porque, en su opinión, "las Fuerzas Armadas pertenecen a la sociedad a la que defienden".

Un discurso en todo coherente y muy alejado de las equívocas imágenes franquistas con las que algunos han querido identificarle en base a su apellido, de notable ascendencia militar y a cuya altura siempre ha sabido estar.

Más tarde, con Carme Chacón al frente del Ministerio de Defensa y Fulgencio Coll ejerciendo de JEME, el general Muñoz-Grandes volvía a posicionarse críticamente con la política desarrollada por el Gobierno socialista en relación con las Fuerzas Armadas. Su artículo titulado “Inquietudes”, publicado en el periódico “ABC” (01/03/2010), no tendría desperdicio:

Creo que gran parte de la familia militar a la que pertenezco, junto con otros muchos españoles, se siente inquieta al sucederse hechos que, apoyados en disposiciones legales que parecen ignorar valores, sentimientos y arraigadas tradiciones, permiten interpretaciones sesgadas de la historia que reavivan pasiones ya enterradas. El silencio al que nos empujan las virtudes de la lealtad, disciplina y obediencia, que siempre hemos cultivado los militares, no debe interpretarse como un signo de aceptación o sumisión. Hoy, ante los últimos hechos, rompo mi silencio buscando en el recuerdo histórico contrastes significativos.

1.- Baler y el Alcázar de Toledo: Comparemos dos decretos. El primero (30 junio 1899) lo firma el presidente de Filipinas, Emilio Aguinaldo, quien tras resaltar el heroico comportamiento de las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler («Epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo...»), dispone que no sean considerados como prisioneros, sino como amigos, y que se les faciliten los pases para poder regresar a España. El segundo, una decisión del Pleno del Ayuntamiento de Toledo (21 enero 2010) aprobando el cambio de nomenclatura de algunas calles de la ciudad, entre ellas la del General Moscardó y la de Antonio Ribera, denominado el «Ángel del Alcázar» por la ejemplar labor humanitaria que realizó, especialmente con las 500 mujeres y 50 niños refugiados en los sótanos de la Academia. Vano intento de borrar una página de la Historia. El asedio acaparó la atención internacional y se inscribió en el libro universal de las gestas heroicas. ¡Qué diferencia con Baler! ¿Estamos perdiendo el noble estilo que el pueblo español siempre supo mantener, tanto en la victoria como en la derrota? ¿Por qué en vez de quitar nombres no se añaden los de algunos de los sin duda bravos soldados republicanos que dejaron allí sus vidas luchando por sus ideales? Ese es el espíritu que se nos inculcó en la nueva Academia de Infantería, espectadora privilegiada de la reconstrucción del Alcázar desde la otra orilla del Tajo. No dejemos que muera.

2.- Estatua de Millán Astray: Decreto de 8 enero 1920: «Con la denominación de Tercio de Extranjeros se creará una Unidad Militar Armada... Firmado, Alfonso XIII». Millán Astray es nombrado Jefe Fundador de La Legión y se dirige así a los primeros legionarios: «La Legión os abre las puertas, os ofrece olvido, honores, gloria... A cambio tenéis que dar todo, sin pedir nada... Los puestos más duros y de mayor peligro serán para vosotros... Combatiréis siempre y moriréis muchos, quizás todos». Y fue verdad. Desde el primer día, La Legión combate sin descanso. El ahorro de sangre de los soldados de remplazo, incalculable. Millán Astray es nombrado Hijo Predilecto de su ciudad natal: La Coruña.

Recordemos algunas fechas: 1921: La Legión libera Melilla, asediada por los rifeños tras el «Desastre de Annual»... 1925: Desembarco de Alhucemas con La Legión en vanguardia. Abd-el-Krim se rinde. La pacificación del Protectorado se hace posible... 1936/39: Millán Astray, tuerto y manco de sus heridas de guerra, es una figura simbólica, sin mando real de unidades... 1992: La Legión encabeza la participación española en Operaciones de Paz en Bosnia-Herzegovina y está presente en todos los escenarios: Kosovo, Albania, Irak, Afganistán, Líbano. Su conducta, siempre ejemplar. 2010: La Bandera «Millán Astray», del 4º Tercio, constituye el núcleo del anunciado refuerzo a Afganistán.

3.- Enero 2010: En el 90 aniversario de la fundación de La Legión, el Ayuntamiento de La Coruña retira la estatua de su Hijo Predilecto. ¡Buena medida para estimular a los que parten para Afganistán! Está presente su hija, con el solo acompañamiento de algunos antiguos legionarios. Cuando nos pregunte «¿por qué?», sólo le podremos decir que compartimos su pena y que los legionarios que van a una dura misión llevan con orgullo el espíritu y el nombre de su padre.

4.- Condecoraciones militares: Sorprendió y fue difícil de entender que el Gobierno (4 diciembre 2009) aprobase una declaración institucional de reconocimiento especial por sus méritos en la transición a la democracia a los miembros de la Unión Militar Democrática (UMD) y más difícil todavía aceptar que fueran premiados con condecoraciones militares, cuyo reglamento de concesión difícilmente encaja con su actuación. Se reabre así un tema sensible, serio y quizás poco conocido por las últimas generaciones. En 1974, cuando el deterioro físico de Franco era evidente, un pequeño grupo de oficiales rompió sus promesas de lealtad y disciplina, despreció a sus superiores, a los que tenía el deber de elevar sus lícitas inquietudes y, aislándose del resto de los cuadros de mando, desde la clandestinidad trató de atraer, con muy poco éxito, a sus propios compañeros a su particular proyecto político, pudiendo crear fisuras graves en las filas de las Fuerzas Armadas.

Y lo hicieron en el momento más inoportuno, cuando empeoraba la situación en el Sahara y cuando los Ejércitos eran muy conscientes de que, más que nunca, tenían la obligación ante la nación de estrechar sus ya fuertes lazos de unión para formar un bloque que, superando nostalgias y sentimientos particulares, estuviera preparado para trasladar su lealtad y disciplina a quien sería su nuevo Jefe Supremo, el Rey de España, desde el mismo momento de su Coronación. Y así se hizo, y el camino de la transición hacia la democracia quedó abierto. Debe quedar muy claro que por constituir una célula clandestina, que no puede aceptar ningún Ejército, y nunca por sus ideales democráticos, fueron juzgados y condenados los miembros de la UMD, amnistiados y rehabilitados en 1987. Premiarles militarmente ahora constituye, a mi juicio, un error serio.

Termino. La ley de la Memoria Histórica está lejos de alcanzar los objetivos que señala su artículo 1º. Dudo que esté consiguiendo la reparación moral de los descendientes de los que militaron en el bando republicano y, desde luego, no está fomentando la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones de españoles. La obsesión por criminalizar una etapa de nuestra Historia, que no se borra por mucho que se supriman nombres, signos y escudos, se derriben estatuas o se dificulte la entrada en alguna basílica o museo, está reabriendo heridas ya cicatrizadas. Sería noble que la Ley diera paso a historiadores honestos que investiguen, todavía más a fondo, y divulguen a los cuatro vientos, las causas que motivaron el enfrentamiento entre hermanos, sin renunciar a denunciar hechos delictivos, dondequiera que se hayan producido. Y sería tranquilizador conocer que los temas claves para el buen hacer de nuestras Fuerzas Armadas (léase Ley de la Carrera Militar que tantos recursos está motivando, Reales Ordenanzas que suprimen los términos «enemigo», «guerra» o que difumina que la misión principal de las unidades es prepararse para el combate, o la próxima Ley de Derechos y Deberes del Militar, con el espinoso tema del asociacionismo) se someten siempre, aunque sus informes no sean vinculantes, al estudio profundo de los Consejos Superiores de los Ejércitos, de cuya valía y lealtad no se puede dudar. Se calmarían muchas inquietudes.

En ese mismo mes de marzo de 2010, Agustín Muñoz-Grandes fue elegido Académico de Número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, para la Medalla número trece, vacante por fallecimiento de Sabino Fernández Campo. La candidatura fue presentada por los académicos Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Juan Velarde Fuertes y el propio Presidente de la Corporación, Marcelino Oreja Aguirre.

 

(Actualizado 05/03/2010)

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