Opinión

El puente de Crimea y el destino de Rusia

Elespiadigital | Miércoles 19 de julio de 2023

El reciente ataque contra el puente de Crimea es un sello distintivo de los pequeños rusos y la enorme rabia que cargan consigo. No obstante, no deja de ser bastante diciente. Recordemos que desde el 2014 Ucrania no ha parado de bombardear Donetsk ni un solo día, además de las continuas agresiones contra antiguas regiones rusas como Belgorod, Kursk y Briansk. A todo lo anterior se suman reiterados ataques terroristas en contra de ciudadanos rusos e incluso intentos de hacer volar en pedazos centrales nucleares.

Aleksandr Dugin

 



Aleksandr Dugin

El reciente ataque contra el puente de Crimea es un sello distintivo de los pequeños rusos y la enorme rabia que cargan consigo. No obstante, no deja de ser bastante diciente. Recordemos que desde el 2014 Ucrania no ha parado de bombardear Donetsk ni un solo día, además de las continuas agresiones contra antiguas regiones rusas como Belgorod, Kursk y Briansk. A todo lo anterior se suman reiterados ataques terroristas en contra de ciudadanos rusos e incluso intentos de hacer volar en pedazos centrales nucleares.

El ataque contra el puente de Crimea se entiende en este contexto. Ucrania es controlada por un régimen maniático que gobierna sobre una población enloquecida. Resulta bastante ingenuo creer que tal comportamiento cambiará de la noche a la mañana. Es por eso que considero imperativo el acabar de una vez por todas con el actual estado de pacifismo dentro de Rusia, aplazar las elecciones (Putin ya ha sido elegido de antemano y no existe nadie que pueda competir con él) y declarar la movilización general. Todo ello requiere cambios importantes en el personal y seguir posponiendo esto resulta suicida ya que nos enfrentamos a un enemigo que es controlado por Occidente, que está completamente loco, es extremadamente agresivo y que ha perdido hace rato todo contacto con la realidad. No existe una cura para eso, por lo que nuestra única alternativa es ir hasta las causas detrás de tal enfermedad y preguntarnos: ¿quién causó y preparó el colapso de la URSS? ¿Quién aplaudió y se aprovechó de todo eso? Responder estas preguntas nos ayudará a darnos cuenta de quienes son los responsables de la actual catástrofe y nos llevarán a cambiar el rumbo en que nos encontramos.

La actual élite rusa nació en la década de 1990 y en general todos ellos son un montón de criminales. El liberalismo es un crimen contra Rusia y la situación únicamente comenzó a cambiar cuando Putin llegó al poder, pero durante estos 23 años, y a pesar del inició de la Operación Militar Especial, solo el 5% de los liberales han sido expulsados, un 0,000001% han sido castigados o envidos a prisión, otro 15% se volvieron patriotas (ya sea por sinceridad o por necesidad, no importa) y el resto de ellos siguen en sus puestos. Hasta ahora los liberales lo único que han hecho es obstaculizar el proceso de transformación del país, la movilización del ejército, las reformas patrióticas y el renacimiento de nuestra civilización. La élite rusa alaba a Gorbachov y Yeltsin mientras que el pueblo y la historia rusa los maldicen. Tanto la perestroika como las reformas de la década del 1990 fueron una catástrofe para el pueblo y la historia de Rusia; en cambio, la élite liberal la considera una “edad de oro” y “el comienzo de su ascenso al poder”. En estos momentos estamos en guerra en contra de esta Anti-Rusia que nació en 1991 y que se ha arraigado no solo en Ucrania y el resto de los Estados post-soviéticos, sino también en la misma Rusia. Sin esta Anti-Rusia que nació en el centro de Moscú no existiría la Anti-Ruisa vulgar de los Pugachevs y los Galkins, o la Anti-Rusia de los emigrados que se jalan sus cabellos en el extranjero. Jamás podremos salir de la catástrofe en la que nos encontramos si primero no arrancamos de raíz las causas de todos los males que hoy nos habitan.

Otra pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿acaso Rusia se encuentra al borde de una “guerra civil latente”? Por un lado, se encuentra el ejército y el pueblo ruso que cada vez más se encuentra en un proceso de movilización permanente, mientras que del otro lado están los paladines del liberalismo que impiden cualquier reforma real. Hasta ahora Putin ha sido el único arbitro que impide que el choque entre estas dos fuerzas se convierta en algo abierto. ¿Acaso el motín de Wagner no fue una premonición de todo esto? La posibilidad de una guerra civil rusa solo fue evitada por la intervención directa de Putin que es considerado como la autoridad legitima no solo por el pueblo, sino también por la voluntad del cielo y la Providencia. Sin embargo, no pasa lo mismo con las élites liberales, que no son consideradas legítimas por nadie.

El comienzo de la Operación Militar Especial fue el momento en que nuestro pueblo retomó su misión histórica, pues los rusos fuimos creados con la intención de luchar la batalla final en contra de la civilización del Anticristo. Esta batalla apenas esta comenzando. Putin tendrá que tomar una decisión: por una parte, esta el pueblo, el cual no puede abandonar, y, por el otro, está la élite liberal que no quiere sacrificar. Pero mientras que el pueblo no puede ser substituido o recreado a toda velocidad – a pesar de que los liberales rusos creían que podían desintegrarlo y reformatearlo a su antojo – teóricamente la élite sí puede transformarse y recrearse fácilmente. Toda guerra civil tiene una lógica inexorable: una revolución desde arriba puede impedir una revolución desde abajo. La revolución desde arriba puede ser creativa, en cambio, la revolución desde abajo destruirá por completo todo. Las condiciones para que se den las revoluciones desde abajo las crea la élite al llevar a cabo una política alienada, corrupta, irresponsable y miope. Nos encontramos precisamente en medio de esta disyuntiva: una guerra civil o una revolución desde arriba. Tal estado de cosas implica empezar a actuar con firmeza y esto último no significa lanzar un ataque nuclear, sino realizar una serie de cambios, como, por ejemplo:

  • Eliminar a todos los agentes liberales de los puestos claves del Estado,
  • Reorganizar el personal,
  • Iniciar la movilización general de la sociedad,
  • Dejar de lado el estribillo de “nos han engañado”, que no es un argumento, solo es el despecho de aquellos que creían en Occidente, pero venerar tal ídolo esta prohibido,
  • Declarar el estado de excepción y proclamar abiertamente la guerra.

¿Qué es el estado de excepción (Ernstfall)? Es cuando se acaba el estado normal de la sociedad, con todas sus regulaciones, y comienza la guerra. Tal estado no solo se aplica a las nuevas regiones incorporadas a Rusia o Belgorod, sino a todos nosotros. Las leyes que rigen en la paz ya no se aplican en el estado de excepción, pues el país, la sociedad y el Estado se encuentran en peligro y cualquier medio para salvarlo esta justificado. Solo una vez que hayamos proclamado el estado de excepción (estado al que ni siquiera hemos entrado todavía) podremos a sopesar en serio el uso de armas nucleares contra nuestros enemigos. Kiev teme que dejemos de desvariar y comencemos a combatirlos de verdad haciendo uso de todos los medios convencionales disponibles. Occidente intenta detener todo eso haciendo uso de sus agentes – después de todo, los liberales rusos son agentes de Occidente – logrando de ese modo que las cosas no se salgan de control o, más bien, temiendo hasta el último momento que comencemos a movernos en serio y llevemos nuestra lucha hasta las últimas consecuencias. Solo es soberano quien proclama el estado de excepción. El soberano declara el estado de excepción y toma decisiones de acuerdo a las condiciones actuales, no basándose en la ley, sino en su voluntad e intelecto. La única forma de convertirnos en sujetos soberanos es mediante el estado de excepción, fuera de él solo existen formas parciales de soberanía para los sujetos y los objetos. El estado de excepción deja todo al descubierto.